Finísimo marrullero acusa de chicaneros al INE

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Un finísimo presidente con su “elegante” lenguaje acostumbrado, reflejo de su basta cultura y sólida formación académica, producto de más de catorce años estudiando en la facultad de ciencias políticas, donde por cierto, ninguno de sus compañeros, ni lo recuerda, ni lo reconoce, donde apuradamente se la pasó presentando y reprobando extraordinarios, eso explica – que no justifica – los “fuchi cacas”, los “cállate chachalaca” y, demás epítetos que deglute por las mañanas, ocurrencias que le son aplaudidas por sus corifeos asistentes, festejadas, por los beneficiarios de las míseras limosnas que avienta mensualmente a sus “viejitos cautivos” con dinero de los impuestos pagados por los mexicanos – sí pocos que pagan impuestos puntualmente – pero suficientes para desperdiciar en ocurrencias.

El presidente, a través de su Secretaría de Hacienda limitó el presupuesto del INE y sus diputados aprobaron el recorte y ahora que no alcanza el dinero para hacer su “revocación” acusa de “complo” eso es marrullada.

Sin recato ni respeto insulta y les dice chicaneros a los consejeros del INE, cuando sabe que él en toda su vida no leerá ni la decima parte de los libros que ellos han leído, menos los que han escrito, ellos sí, porque ya se sabe que también los libros que dice escribió también son un engaño. Si es verdad que el dinero que le dan al INE alcanza, que lo prueben los expertos, pero que no vomiten ocurrencias los zalameros obsequiosos, fachos morenistas, para hacer la revocación de mandato – término constitucional – pero que los morenistas lo publicitan como “RATIFICACIÓN”  de mandato así, exactamente como se los exige su dictador, y no como lo establece la Constitución. Todo es una serie de engaños y mentiras a las que tiene acostumbrados sus serviles seguidores. Todos lo saben, que no quieran admitirlo no les hace verdaderos, no es el pueblo el que pide la revocación de mandato, es el capricho del presidente Obrador y su enfermiza necesidad de sentirse aprobado y venerado, es el único país del mundo donde quien pide la revocación es el presidente, para enmascarar lo que en verdad desea es una ratificación de mandato, es la inseguridad del presidente de la república, tan fácil que es hacer las cosas como se deben – que renuncie si es lo que quiere – pero Obrador está acostumbrado a enturbiarlo todo, a desatar problemas donde no los hay, esa es su naturaleza – es pelar chícharos con guantes de box – si en verdad el pueblo quisiera revocación, ni hablaban los morenos, pero basta verlo diario en sus mañaneras, buscando en sus ademanes con el brazo desorientado y en su mirada enturbiada, prueba inefable de su inseguridad y necesidad suprema de sentirse amado, aprobado, aceptado, parece que sus relaciones familiares no le satisfacen y busca en el aplauso de las mañaneras la seguridad ausente. Acaso no lo hemos visto mover su brazo descaminado, buscando encontrar la palabra exacta para despertar la aprobación de sus ocurrencias, acaso no le han dicho, cómo se le ve la mirada extraviada, cuando habla hurgando en su auditorio, para encontrar una señal de aprobación para rematar con una carcajada desequilibrada, que afiance la seguridad perdida, se han puesto a pensar que sucedería si en sus auditorios, como el de las mañaneras, hubiera rostros adustos, severos y serios que no le celebren sus “pésimos chistes” como los que contaba Zedillo, seguramente que se deprimiría, y eso precisamente es lo que tratan de evitar sus aduladores como Epigmenio Ibarra.

Qué seguirá en su historia – lastimosa histeria – presidencial, terminar sus días en Macuspana o Palenque, igual que Santa Anna en Manga de Clavo, cuando su familia pagaba a lugareños para que se arremolinaran, empujando la puerta de su rancho, simulando que querían ver a Santa Anna para alimentar su ego en su vejez, igual será en Palenque, pagando a la gente, con chocolates o cervezas, a quienes simulen que quieran verlo, que triste final anunciado, que manera de terminar esos sueños de grandeza, que dura es la realidad de la vida. Para lo que no está preparado y se ve venir en su semblante. Y los que lo siguen lo saben, intuyen y se lo callan.

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