Voluntad, sólo voluntad

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Terminar con la injusta situación de los pueblos se requiere de la voluntad de los mismos pueblos, de los gobernantes, de una posición epistemológica, de una voluntad teórica.

Se entiende que todo lo que existe en el mundo es en relación con un sujeto, así, el mundo de los pueblos del Quinto Sol y Afromexicano su relación es con el sujeto que está en una posición de poder, en este caso, el Estado.

Se sostiene también que estos pueblos no son a partir de su relación mencionada, sino que son sujetos a partir de su propia representación del mundo. Son lo que ellos quieren representar, en este caso la larga dependencia y el hecho de ser definido a partir desde su exterior, los hace representar en cuanto plena debilidad de su ser.

En este sentido, la emancipación de los pueblos requiere de un cambio verdadero de sí mismos, de una enorme voluntad de representación liberadora.

La conciencia de sí mismos es la clave para su liberación de su estado de dependencia y enajenación. Es representación de sí mismos y la enorme voluntad de emanciparse, como conducta reflexiva.

Así la situación de los pueblos del Quinto Sol y Afromexicano , su esencia, es la voluntad. La pregunta es en qué momentos fueron nulificados en cuanto voluntad, para ser exactos, no ha habido un momento en especial sino que ha sido un proceso de quinientos años de acumulación de dispositivos para minar sus voluntades.

Se les ha machacado con un martillo esa voluntad, ahora sólo con el martillo de la voluntad pueden salir de su situación. Así la voluntad es la sustancia de los pueblos, su inteligencia su accesorio.

La identidad de los mismos depende de su fuerza de voluntad y de los momentos de su inteligencia. La destrucción de las creencias y prácticas religiosas de los pueblos fue por el miedo, por el pavor de su potencialidad para afirmar y reafirmar al pueblo mesoamericano, por el contrario, el cristianismo es exactamente lo contrario: debilita, extingue la voluntad en el ser a favor de otro ser.

En relación con el poder político, la pérdida de la voluntad de los pueblos, es campo propicio para la institucionalización del poder como pastoreo: el protector y su rebaño.

El cambio del régimen de pastoreo requiere de una transmutación de valores , de un vendaval que arrastre los existentes para empezar una nueva conciencia, por decirlo así, una nueva naturaleza del hombre y de su sociedad, desde luego, el proyecto no transitará por caminos reales sino por veredas escabrosas que hay que sortear sin remedio.

Es deber el forjarse a sí mismo y a forjar un nuevo mundo. Para ello se requiere llegar a la profundidad de su ser, fuerte, con plena confianza en sí mismo.

Los pueblos piensan en el mundo, en la naturaleza, en el territorio, en la tierra, muy al contrario en la felicidad individual, al egoísmo personal y a los sentimientos que ablandan el espíritu. Los pueblos deben de actuar por fuerza acumulada no por reacción, su valor radica en la mayor cantidad de poder que puedan acumular o arrogarse, nadie les dará nada sino por la lucha.

Han resistido quinientos años de la embestida brutal de los colonizadores, la fuerza de la resistencia convertida en voluntad de poder es ya posibilidad, el ambiente es propicio, además, se tiene la razón.

No es un acopio de fuerzas para nutrir egoísmos, los pueblos libres se desprenden muy por encima del yo para ser un nosotros, por eso en sus actuaciones deben de romper hábitos, inercias, insensibles a los elogios, obligando a los demás el reconocimiento de sus razones, fuerzas y proyectos humanitarios.