Jesús Romero-Trillo
Un reciente estudio realizado por Pau Rodríguez desvela que una gran proporción de músicos sufren trastornos relacionados con la ansiedad y la depresión. De 365 músicos encuestados, 170 resultaron tener una depresión leve, 130 una depresión moderada y 30 una depresión grave. En el análisis de los resultados Pau Rodríguez, psicólogo y músico, detalla que el principal motivo de los estados de ansiedad y depresión provienen de la incertidumbre laboral originada por la pandemia. La noticia coincide con las restricciones impuestas a los músicos callejeros previamente autorizados por el Ayuntamiento de Madrid para no puedan tocar con amplificadores como respuesta a las quejas de los vecinos y comerciantes de la zona.
La creación artística y cultural requiere de una concentración y un estado de ánimo que es difícil de conseguir en momentos de pesimismo social generalizado. Sin embargo, el arte en su sentido más amplio está sirviendo de refugio para superar los momentos de incertidumbre ante la pandemia. Difícilmente podemos imaginar cómo pasaríamos los largos días de confinamiento sin una buena película, sin un buen libro, sin buena música o sin una visita virtual por los museos del mundo.
Es cierto que en algunos casos los músicos callejeros pueden molestar a los vecinos y que es necesario armonizar la convivencia ciudadana para no provocar el desencuentro entre vecinos y artistas, pero no es menos cierto que algunas actividades tienen un valor social y cultural que habría que potenciar. En todo caso, estoy convencido de que más que la música diurna, a los vecinos del centro de Madrid les molesta mucho más el ruido nocturno al que no se pone coto porque mueve la economía. El problema es que a ese ruido no se le puede quitar el amplificador.
Catedrático de Filología Inglesa en la UAM
Publicado originalmente en elimparcial.es