La mención de nombrar al secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, como embajador en Estados Unidos, no puede sino despertar resquemores. Para improvisar política bilateral ya tuvimos bastante con el priista Peña Nieto y su inocultable e innegable desastrosa relación con ese país, con cuatro embajadores en 6 años, a la mar de improvisados uno tras otro y la larga lista de embajadores priistas de otras etapas, la gran mayoría de grisura total como su partido y nulos aportes a México. Aportes a su currícula o a su partido al que le debieron esos nombramientos, no cuentan. Allá el de Insurgentes Norte.
Hablemos del personaje.
Quien fuera el único aliado de su gabinete, dijeron en su día analizando al de Ernesto Zedillo –el expresidente que fue coordinador de campaña de Colosio y que ni por esas, impensable para todos, le enjaretaron la camiseta ensangrentada del priista asesinado para ser su sucesor– y una vez incorporado Moctezuma Barragán a ese gobierno como secretario de Gobernación y que fuera en verdad su hombre de confianza y dedo chiquito de ese presidente, un día ya no pudo ni entrar a su oficina por tener a medio país protestando frente al palacio de Cobián, renunciando. Luego fue senador por representación proporcional (de a dedo, pues) y después fue rescatado por el Grupo Salinas y de ahí brincó a la SEP en el actual sexenio. Su trayectoria a grosso modo.
Asignar a Moctezuma Barragán era una apuesta y en Educación Pública más, dado que para entonces estaba desligado del PRI, partido que nunca lo quiso. Recordemos cuando en el viejo Heraldo de México publicaron en los años noventa una nota de esas columnas de vaticinio, donde decíase que desde el viejo PRI, los dinos, que nunca se han marchado del PRI (como tampoco se marchó Peña Nieto, siendo dizque nuevo en el viejo de siempre) mandaron decir que si Zedillo quería otro Colosio insistiera en endosarles a Moctezuma Barragán. Así decía el rumor. Entonces, para salvar el impedimento de ser candidato a la presidencia no sin antes haber contendido por algún cargo previo en el PRI como se estableció luego de cinco presidentes de la República priistas sin militancia real, y del cual era un antecedente del que carecía, se le impuso de senador plurinominal. A tal punto se notó carecer de cargo de elección previo al presidencial y que lo imposibilitaba de ser candidato a la presidencia de la República por este instituto político, que se fabricó su estancia en el Senado y ahora tenía credenciales. Mas no prosperó. Fuera o no cierta la advertencia lo fue para frenar presuntas aspiraciones a la primera magistratura, fueran reales o supuestas. Y no por si él las tuviera, sino por la continuidad de un proyecto neoliberal que a los dinos los echó del poder.
Que ya se sabe que aquello que los dinos no pudieron lograr lo hizo López Obrador, lejano a ser uno de ellos. Sí, Moctezuma fue senador plurinominal, en esa ampliación burda y desestructurada que es la reforma de 1994 duplicando al Senado, pero entre la bien ganada derrota del PRI en 2000 y las volteretas defenestrando a Zedillo y lo que a él lo relacionara (Moctezuma, incluido) quedó fuera de todo. De momento.
Moctezuma Barragán después de todo, es sobrio, prudente y hasta educado, que luego de ver a Noroña o a los exlíderes del PRI Roque u Ochoa Reza, ya es ganancia. Y ha sido un secretario de Educación ecuánime, sensato, sobre todo con la pandemia enfrente. Será que ya no tiene a la Gordillo fastidiando y eso facilita las cosas. Puede ser, pero ha demostrado capacidad y ha trabajado reponiendo cosas desechadas en el sexenio anterior y a veces partiendo de cero, pues la reforma peñista se fue a la basura como correspondía por ser lo correcto. Ese adefesio está donde corresponde estar.
Ahora bien: sí, es sorpresivo que sea la mesura la que campee en su secretaría y que ante la pandemia mantenga el orden y la mano firme en no regresar a clases presenciales –parece que sí entiende con claridad que el contacto físico es perjudicial y alborota al virus– ante padres irresponsables, alumnos aburridos o escuelas voraces que quieren regresar a clases presenciales sin importarles un pito la salud de los demás, no entendiendo que hacerlo es una irresponsabilidad mayúscula. De eso a nombrarlo embajador en Washington, hay un trecho gigante. No es una buena decisión. Y no lo es no por la extraviada postura de la diputada priista Sauri Riancho diciendo en canal 11 que le cancelaban futuro político al enviarlo a allá. No, señora, hay cosas más importantes que eso. La gente, por ejemplo, ligada a esa secretaría de Estado que es clave y la forma en que ha mantenido orden en no regresar a presenciales. La Sauri pensando en el poder y no en la gente, caray…como buena priista. Y tantos años de marquesa…
Sí, porque ante la oferta echa por Moctezuma Barragán de terminar este ciclo escolar en línea, vaya usted a saber si viene otro funcionario al que se le enfríe el cerebro o le endulcen el oído y avale la brutalidad de retornar a clases presenciales creyendo que esto se cura regresando a casa al enfermo o con un tecito. Los hay. ¿Para qué mover a Moctezuma Barragán, una de las caras sensatas del presente sexenio? Es meterle dinero bueno al malo. Lo de Washington siempre requiere de gente con más nivel para semejante toro de lidia. La relación bilateral ni es buena ni nunca tersa como para improvisarse. Ese cargo no delinea el perfil de Moctezuma.
La embajada en Washington no es la joya de la corona y tonto quien así la vea. Es un problema y como tal requiere quien lo resuelva por su propia y especial naturaleza. Ergo, buscarse a otro. López Obrador acertó con Martha Bárcena y ella supo lidiar a Trump. No se necesita un error, que Biden no vende piñas y México no debe jugarle al vivo.
Moctezuma Barragán pinta a improvisación al cargo propuesto para atender una relación estratégica. Puede dar la sorpresa y ser un excelente diplomático, pero no estamos para sorpresas francamente, puesto que ya sea con Biden o con Trump o con quien sea, no se puede improvisar en la relación México-Estados Unidos. Y reitérese: para improvisados ya tuvimos a los priistas que fueron bastante dañinos.
Si la embajadora Bárcena se marcha por jubilación, va; pero ¿no hay embajadores con más merito? ¿Olga Pellicer? ¿los subsecretarios para América de Norte? Por ejemplo. El cuerpo diplomático mexicano cuenta con excelentes exponentes, no improvisados priistas como Francisco Labastida (Portugal) o Fidel Herrera (Barcelona) y tantos más que se fueron a pasear de embajadores haciendo gala de su estirpe partidaria, por lo demás lo lógico, claro está perteneciendo a gobiernos del PRI.
Y por cierto, que la diputada priista Sauri Riancho no se olvide de algo: Zedillo mandó al exterior a Labastida, protegiéndolo (como lo confesara el sinaloense) y regresó de Lisboa a intentar ser presidente de México, derrotándolo Fox. Que no se adelante: estar en Washington, más cerca que Lisboa, no mata a nadie políticamente. Nunca lo ha hecho. Es más, Francisco León de la Barra fue embajador allá. En una de esas….Lo dicho de la priista: tantos años de marquesa…