Hace dos décadas Carlos Loret de Mola comenzó a descollar como periodista en Televisa. Actualmente se encuentra en la plenitud de su carrera. Con su trabajo de investigación nos ha demostrado los detalles que definen los grandes reportajes: nos ha contado lo que el presidente Obrador no quiere que se sepa. Con datos y fuentes precisas ha construido grandes historias. Una de ellas es la extravagante vida de los hijos del presidente.
El ego de Obrador está por los suelos. Su “honestidad valiente” fue destrozada por Loret al convertirla en un traje de hawaiana.
Que no quepa la menor duda: Obrador sigue la misma ruta de corrupción de sus antecesores.
Con el desembarco de la “cuarta transformación” se corrompió la corrupción. Donde quiera que se ponga el dedo brota pus. Todo está putrefacto.
Por fortuna Loret se quitó la camisa de fuerza que lo ataba a Televisa. En Latinus nos ha demostrado la importancia de su trabajo. Queda claro que las águilas vuelan solas y los cuervos en parvada.
Sería interesante que Loret le tomara la palabra al presidente para que en una de las mañaneras se ventilaran los ingresos de cada cual. Que Obrador, por ejemplo, explicara sus ingresos durante sus últimas tres décadas. De qué ha vivido. Cuánto devengó en los partidos en los que ha militado, las aportaciones que ha recibido de la gente, los ingresos por las regalías de sus libros, sus salarios como funcionario público y sus declaraciones al SAT. De qué han vivido sus hijos, sus negocios, sus herencias, sus ingresos y sus impuestos. Y que Carlos Loret hiciera lo propio, al fin y al cabo él que no ha sido jamás funcionario público y puede ganar lo que se merezca y cumplir con lo que establece la ley. Ganar 35 o más millones de pesos no es un delito.
En su ánimo de venganza lo que ha hecho el presidente es violar las leyes. La Constitución, el Código Fiscal de la Federación y la Ley General de Protección de Datos Personales, todo ello en aras de criminalizar el trabajo de un periodista crítico.
Lo que ha hecho el presidente es sumamente grave.
Obrador está padeciendo su propio watergate.
El periodismo es imprescindible para la rendición de cuentas de quienes ejercen el poder. Muchos periodistas como Carlos Loret desempeñan su trabajo como perros guardianes de las instituciones.
La intolerancia del tabasqueño lo muestra como un político intransigente. Como lo han hecho saber las organizaciones defensoras de la libertad de expresión: La tolerancia de los gobiernos frente a opiniones desfavorables y voces críticas es, con frecuencia, un buen indicador de su respeto por los derechos humanos en general.
Los gobiernos tienen el deber de prohibir aquellos discursos que promuevan el odio e inciten a la violencia, pero, abusando de su autoridad, muchos pretenden silenciar a los ciudadanos críticos con leyes que criminalizan la libertad de expresión. Es el caso del periodista Carlos Loret.
El presidente Obrador no puede ignorar que el derecho a la libertad de expresión está consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que describe sus elementos fundamentales como derecho consustancial a todas las personas. Ese derecho está protegido en infinidad de tratados internacionales y regionales.
Habría que esperar, en algún momento, la moción del relator de los derechos humanos y la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ante las agresiones del presidente Obrador contra los periodistas mexicanos y Carlos Loret en especial.