No todo es preferencia electoral

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En época electiva, casas encuestadoras miden la preferencia electoral mes con mes para ver cómo se va moviendo la intención del voto ciudadano rumbo a la jornada electoral.

Y así lo han hecho para la elección del ya muy próximo 5 de junio para la renovación de seis gubernaturas: Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas. 

Las mediciones no han sido homogéneas; unas arrojan mayor o menor preferencia electoral hacia las candidaturas en cada entidad federativa; sobre todo en relación a la candidatura puntero y a quien le sigue en segundo sitio.

En lo que sí han coincidido es en la intención del voto a favor de la alianza PAN-PRI-PRD en dos entidades: Aguascalientes y Durango; en algunas cerrándose en esta última. Y en la preferencia electoral en las candidaturas de Morena y aliados en Oaxaca, Quintana Roo, Tamaulipas e Hidalgo; también con rangos de más, menos.

El resultado de algunos estudios demoscópicos cierran los porcentajes en Hidalgo; otros, lo abren; pero casi en todos sale con ventaja la candidatura de Morena, que en ocasiones pareciera que le va pisando los talones la candidatura aliancista.

Casi lo mismo ocurre con el estado de Durango, pero ahí la ventaja (cerrada u holgada) siempre ha salido a favor de la candidatura de la alianza PAN-PRI-PRD.

Y en Oaxaca, los estudios han reflejado índices extraordinarios. Por un lado, la candidatura de la coalición de Morena sale con la más alta preferencia electoral de las seis entidades (entre el 40-50-60), prácticamente sin posibilidad de ser alcanzado por la candidatura común del PRI-PRD.

Por otro lado, esta candidatura PRI-PRD en algunas encuestas sale con un crecimiento poco común, pues empezó con alrededor de 6 puntos porcentuales en la preferencia electoral y últimamente refleja alrededor de 30 puntos. Tuvo que haber crecido casi dos puntos diarios.

Algunas casas encuestadoras arrojan un crecimiento inferior.

Los tres casos (Hidalgo, Durango y Oaxaca), en mi opinión, han tenido un comportamiento sui génerisen la preferencia electoral en las encuestas. O, en otras palabras, las encuestas han reflejado indicadores sui géneris. No hay que perder de vista tales entidades; pero tampoco las otras tres.

La encuesta real será la del 5 de junio próximo, al concluir la jornada electoral, cuyos resultados arrojarán candidaturas ganadoras y perdedoras. Pero en definitiva sabremos quienes serán las gobernadoras y los gobernadores hasta que sea resuelto el último medio de impugnación promovido en cada caso.

Todo el contexto anterior viene a colación para hacer énfasis en que no todo es preferencia electoral cuando se renueva un cargo de elección popular. 

Sin duda, en las seis entidades federativas el PAN, el PRI y el PRD (juntos o separados) están aprovechando las flaquezas de Morena, empezando por la ruptura de la unidad interna derivada de la selección de candidaturas. (En algunos casos como Oaxaca la persona que peleó la candidatura y sus seguidores, no se sumaron a la persona que resultó favorecida).

La alianza está entrando con los sectores abandonados por Morena desde el Gobierno Federal, principalmente con el sector productivo y la clase media.

¿Qué no entra en la preferencia electoral? Factores como los siguientes:

La estructura electoral. Partido político o coalición sin cubertura al 100% (o al menos al 95%) es prospecto a la derrota. También cuando las personas que conforman la estructura son compradas por el adversario, que seguramente es una de las trampas a intentar por actores políticos en las seis entidades.

La simulación. En las coaliciones electorales o candidaturas comunes puede darse el caso de que algunos de los partidos políticos que las integran en realidad estén del lado de la candidatura de enfrente.

Movilización. Todos los partidos políticos recurren a esta práctica (aunque lo nieguen). Y aquí corren un riesgo: Que las personas encargadas de realizarla no lo hagan porque fueron ‘compradas’ por el adversario o porque se quedan con el dinero.

El dinero. Ese es otro tema. Los recursos económicos para operar en la jornada electiva.

El voto volátil. Ese que define elecciones fundamentalmente en competencias electorales cerradísimas.

La calificación ciudadana al gobernante saliente. Entre peor lo evalúen, más posibilidad de derrota tiene su partido político, aunque tampoco es la regla.

En fin, factores como los anteriores influyen, y en ocasiones de manera determinante, en los resultados de una elección; es cuando las encuestas en nada se parecen a los resultados.

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