Los principios en los que se basa la política exterior mexicana se encuentran sustentados en la fracción décima del artículo 89 constitucional y son un conjunto de ideas y dogmas que han dado prestigio a la política exterior mexicana.
Pero han sido varios los temas de política exterior, que pareciera que no está del todo asentado el pensamiento político de la cuarta transformación.
Por principio de cuentas, la tibieza de la posición mexicana para censurar la crisis humanitaria y de gobernabilidad en Venezuela, indistintamente de que ambos regímenes sean de izquierdas latinoamericanas, pero con distinto grado de ideología, uno presumiblemente moderado y otro radical.
México trató de asumir una posición de mediador para resolver esta crisis, pero parece que careció de olfato político para percibir que el tema estaba superado a una negociación política.
Anteriormente se presentó la crisis por la reducción de los sueldos del personal consular y diplomático del Servicio Exterior Mexicano, en un acto sin razón, que no fue tomado en cuenta el costo de la vida en ciudades y capitales del mundo.
De manera paralela la crisis migratoria que desde el inicio de la administración del presidente López Obrador ha sostenido, pero que sus efectos son silenciosos en el plano social y económico para el país.
Por último, pero no menos importante, las diversas crisis con otras naciones, como Perú o España o la posición de defensa que ha hecho con Cuba que viene como medida presión, a propósito del desplazamiento migratorio de personas procedentes de Centroamérica, principalmente.
En lo que toca a la relación con Estados Unidos, la administración del presidente norteamericano Joe Biden tiene sus propios frentes de crisis en medio de la relación con México. Uno de ellos lo constituye la posición de los republicanos en la Cámara de Representantes, debido al crecimiento de la delincuencia en México.
Por otra parte, en los temas de la relación bilateral de la agenda de seguridad sobresale el interés de Estados Unidos, en impedir la porosidad de la frontera con México, o bien, en colaborar por cualquier vía al mejoramiento de la seguridad mexicana.
Si de verdad la administración del presidente Biden quisiera intervenir en la agenda de seguridad mexicana, podría comenzar por imponer políticas más estrictas para impedir el tráfico de armas a nuestro país, ya que se calcula que cada año llegan poco más de 200 mil armas a nuestro país, que representa unos 100 millones de dólares en su comercio y, con ello, se aumenta la capacidad de poder de las organizaciones criminales que reclutan inmigrantes que desean detener.
El autor es Maestro en Seguridad Nacional por la Armada de México
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