Los partidos políticos Morena, Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) de algún modo ya plantearon su propia reforma electoral. Ahora solamente falta ponerse de acuerdo, consensar los puntos más importantes y darle para adelante.
Aún cuando el actual andamiaje jurídico aguante otro proceso electoral concurrente: El del 2024 para renovar la Presidencia de la República y las Cámaras del Congreso de la Unión, así como diversos cargos en casi la mitad de entidades federativas: Gubernaturas, diputaciones locales y ayuntamientos.
La última reforma electoral integral es bastante reciente: Data apenas del 2014. Tiene tan solo ocho años, y ha sido la base de las elecciones federales del 2015, 2018 y 2021.
Sin embargo, toda legislación es perfectible; se va adecuando en base a la nueva realidad social, política y electoral. A pesar de la opinión de especialistas en la materia en el sentido de que el vigente andamiaje jurídico electivo está bien.
Lo que sí, una reforma electoral trascendental no debe realizarse a la ligera, porque se corre el riesgo de la regresión democrática.
Quizá los partidos políticos nacionales deben empezar por las coincidencias. Y Morena y el PRI coinciden en la reducción del número de diputaciones federales para integrar una Cámara Baja solamente con 300, en vez de 500.
La diferencia es que Morena propone un cambio de sistema, para elegir las 300 curules por la representación proporcional pura, asignando a los partidos el número de diputaciones según la votación válida obtenida por cada uno y en base a una lista de candidaturas.
Y el PRI plantea la permanencia del actual sistema mixto, pero eligiendo nada más 150 diputaciones de mayoría relativa y 150 de representación proporcional. Esta propuesta representaría la reducción del 50% de las curules de mayoría y solo 50 plurinominales.
Pero no es mala idea. Respecto a las curules de mayoría, implicaría reducir de 300 a 150 el número de distritos electorales federales; cada diputado electo así tendría una representación política más amplia.
Ahora, dejar 150 diputaciones de representación proporcional (o pluris) garantizaría el acceso de las minorías a la Cámara Baja del Congreso de la Unión.
Tal reducción en las curules por ambos principios, aunada a la propuesta de establecer límites para evitar la sobrerrepresentación, efectivamente impediría la conformación de mayorías artificiales, pues (como debería de ser) los partidos solo deben tener las curules que correspondan a su votación; ni una más.
El PRI, vía su coordinador del Grupo Parlamentario en la Cámara de Diputados, Rubén Moreira Valdez, no señaló los límites. Pero lo ideal sería eliminar de plano esa concesión del más, menos, el 8% en la sub y sobre-representación.
Y miren, como bien plantea el PRI, al disminuir los distritos electorales, se reducirían las Juntas Locales del Instituto Nacional Electoral, lo cual generaría un ahorro, quien sabe si de más de mil 730 millones de pesos, pues al ser más grandes los distritos esos órganos desconcentrados del INE necesitarían más personal operativo, pero sí habría ahorros.
¿O cómo lo plantea el PRI? Sería cuestión de revisar la propuesta completa priista, la cual consta de 10 puntos base:
1.-Reducción de 500 a 300 diputaciones; 2.-Segunda vuelta para la elección presidencial; 3.-Crear la Vicepresidencia de la República; 4.-Mayor libertad de expresión durante las campañas electorales; 5.-Reducción del financiamiento público a partidos; 6.-Combate frontal a la injerencia del crimen organizado en los procesos electorales; 7.-Voto en modalidad de urna electrónica; 8.-Nacionalización plena de los comicios federales y locales; 9.-Fortalecimiento del nombramiento de los consejeros electorales; 10.-Fortalecimiento de la autonomía y eficiencia de la justicia electoral y del Tribunal Electoral.
Cada punto amerita un análisis. Igual que la reforma electoral planteadas por Morena, por el PAN y por todos los demás partidos políticos.
Retomando el tema de la reforma priista, en ésta no se ve que incluya la reducción del número de senadores, como sí la propone Morena.
Lo ideal sería reducir la integración de la Cámara Alta, ya sea eliminando los senadores de primera minoría o los senadores de representación proporcional; esta última figura, por cierto, rompe con principios del Pacto Federal, pues los senadores representan a las entidades federativas.
Actualmente la Cámara de Senadores se integra por 128, de los cuales tres son electos en cada entidad (dos de mayoría relativa que son los del partido ganador, y uno de primera minoría que se le asigna al partido perdedor que queda en segundo lugar) y 32 son electos por el principio de representación proporcional asignados a cada partido según su votación y conforme a una lista propia.
Si quisieran garantizar el acceso de las minorías, pues dejen los senadores electos de representación proporcional; pero si se trata de reconocer a la fuerza política o a la candidatura que compitió y se esforzó por ganar, justo sería dejar a los de primera minoría. Pero 96 senadores serían más que suficientes.
Incluso, podría reducirse hasta 64 senadores: Uno de mayoría electo en cada entidad (32 en total), y los 32 de representación proporcional.
Vayan encontrando coincidencias, sin miedo a cambiar el sistema electoral actual. La ciudadanía aplaudiría, porque en México tenemos un Congreso de la Unión obeso; 500 diputados federales y 128 senadores, y solamente unos cuántos toman las decisiones, el resto solamente avala con su ‘dedito’ en las sesiones del Pleno y de Comisiones.
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