En uno de esos rasgos de ingenuidad que tienen los políticos estadunidenses, el presidente Biden afirmó, en el escenario de la matanza de niños en Uvalde, que eran casos que solo se daban en Estados Unidos.
Y también en un acto de racionalidad irracional, el columnista Jamelle Bouie, del The New York Times, escribió un artículo corto en cuyo título reflejó la lógica absurda de la realidad: “Cuando el costo de la libertad es una masacre ocasional”, es decir, cuando la anormalidad forma parte de la normalidad.
Y ahí, en ambas afirmaciones, se encuentran los escenarios extremos del debate sobre el destino de Estados Unidos a partir de las contradicciones sociales internas y de expresiones –no hay otro concepto para referirse a ellas– de sociopatía criminal como perfil de la sociedad.
Pero el asunto es más complicado que la excepcionalidad negativa. Se pueden enlistar cuando menos –hay más– cinco explicaciones históricas del por qué de la violencia social en EU.
1.- La Segunda Enmienda que permite la propiedad social de las armas fue promulgada casi en el tiempo clave de la fundación de EU: 1791. Los colonos estadunidenses indiciaban su expansión hacia el oeste hasta el pacífico –a partir de las trece colonias en la costa este–, cuando el Estado estadunidense apenas estaba en formación y la consolidación del grupo colonial exigía la defensa social del territorio.
2.- La expansión de los colonos hacia el oeste hubo de combatir, atropellar y asesinar a más de doce millones de indios originarios que acreditaban, de manera positiva por la vía de la caza de búfalos, la propiedad de las tierras. A balazo limpio y con la complicidad del sistema jurídico que tanto deslumbró al barón de Montesquieu, Estados Unidos fincó su expansión territorial bajo el concepto religioso de destino manifiesto otorgado, decían, por Dios. Y como parte de esa expansión a sangre y fuego, los colonos arrebataron a México, en una guerra fabricada, la mitad del territorio mexicano, lo que hoy es Texas, California, Arizona, Nuevo México, Utah, Nervada y parte de Wyoming.
3.- El eje del poderío imperial de Estados Unidos se sustenta en lo que el presidente Eisenhower definió en 1961, como herencia de la disputa ideológica de la Segunda Guerra Mundial, como el complejo militar-industrial, es decir la fusión de intereses entre las armas y el dinero. Este complejo militar-industrial es el que dinamiza la economía estadounidense y convierte las guerras en factores de dominación.
4.- El presidente Biden llamó, al calor del apasionamiento por Uvalde, a luchar contra el lobby de las armas, de modo obvio refiriéndose al poder de la Asociación Nacional del Rifle articulada a los republicanos. pero el expresidente Trump dijo que el problema no era las armas en sí, sino el estado mental de quienes las utilizan para bien o para mal. Sin embargo, la fuerza de las armas induce un enfoque de autoridad de los fuertes sobre el débil. Y Trump tuvo razón, pues en México hay una frase que dice que “las armas las carga el diablo, pero las disparan los tontos”. Algunos han dicho que culpar a las armas de las muertes es como responsabilizar a los autos de los atropellados.
5.- El poder de las armas le da a Estados Unidos una dominación de la fuerza sobre la razón, y se trata de un argumento que se ha incluido en todas las estrategias de seguridad nacional de los presidentes estadounidenses de Harry Truman (1945) a Joseph Biden (2022), partiendo de la capacidad de fuerza brutal de Estados Unidos a lanzar bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki y luego desarrollar una industria bélica nuclear que puede destruir al planeta. En 1947 se estableció la primera doctrina formal de seguridad nacional y allí Estados Unidos asumió el papel de policía del mundo para defender sus intereses.
Esta lógica de dominación por la fuerza que refleja el artículo de Bouie –un periodista afroamericano que ha luchado contra el autoritarismo policiaco contra las minorías raciales– dibuja a cuerpo entero que el mal de la violencia social y forma parte de la estructura de dominación de Estados Unidos sobre todos los países del mundo, a partir de la amenaza del presidente Biden en la conferencia de seguridad de Múnich en febrero de 2021 de que EU regresaba al liderar al mundo.
A partir de la lógica de Bouie, las masacres forman parte del modelo darwiniano de la sobrevivencia del más fuerte, con la circunstancia agravante hoy de que las matanzas venían de conflictos ideológicos de la ultraderecha supremacista y en Uvalde se supo que el asesino era un joven de origen mexicano y atentó contra niños de la comunidad mexicoamericana local. Las masacres anteriores respondían a la denuncia del supremacismo blanco bajo la doctrina de la sustitución de razas y de clases por la disminución de la población blanca ante el crecimiento de la tasa demográfica de las minorías de otras razas.
En este contexto, las primeras percepciones realistas por la masacre en Uvalde reprodujeron la vieja lógica de dominación del más fuerte de que habrá quejas, promesas y convocatorias, pero que la Segunda Enmienda nunca se va a modificar porque forma parte del espíritu del destino manifiesto de Estados Unidos para liderar el mundo a partir de sus intereses y que habrá algunas ligeras reformas incumplibles para dificultar la compra de armas, pero con el dato adicional de que la producción y venta de armas por tercera dimensión puede pronto desplazar a las pistolas tradicionales.
El modelo ideológico de dominación del american way of life o modo de vida estadounidense funciona para explicar las guerras de dominación imperial y las masacres que funcionan como mecanismos de control racial y demográfico.
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