Como no había ocurrido antes, las celebraciones de año nuevo 2021 fueron vacías, bastante porque no pudieron cerrarse los grandes temas del 2020 y mucho también porque el COVID-19 vino a romper todas las expectativas.
El único elemento sorpresa fue la alianza anti López Obrador entre los tres partidos grandes, la derecha económica empresarial, las organizaciones de la sociedad civil que quedaron fuera del Estado en este sexenio y las figuras sociales y políticas que se mueven en medios sin efectos reales en el electorado.
En todo caso, el factor disruptor se localiza al interior de Morena por el reparto de candidaturas a gobernador, y faltan los conflictos a la hora de definir diputaciones federales y los aspirantes al 75% de las alcaldías que se votarán. En los dos primeros años de gobierno Morena descuido el discurso, la cohesión interna y el espíritu sectario que ha determinado la historia electoral de México, y con mayor intensidad en la izquierda.
Lo malo para los morenistas descontentos se localiza en el hecho de que los lugares en la oposición PRI-PAN-PRD son escasos y no alcanzarán para atraer a los nuevos renegados, salvo en dos o tres gubernaturas y sin garantías de victoria. De todos modos, la alianza opositora carece de estructura electoral y territorial, se mueve en las expectativas de oposición mediática y no tiene recursos para financiar nuevas figuras. Ninguno de los tres partidos opositores grandes va a ceder posiciones a morenistas trapecistas.
A ello se agrega el hecho de que la oposición ha desgastado la crítica superficial hacia las tres grandes crisis vigentes –de seguridad, de salud y de crecimiento económico– y no tiene propuestas alternativas viables. Y tampoco ha sabido elaborar un discurso para atraer a los votantes lopezobradoristas descontentos y afectados por decisiones de gobierno.
Los tres partidos de la alianza opositora van a perder otra vez la oportunidad de reconstruir bases sociales, porque las candidaturas aliancistas para 150 distritos estarán determinadas por el viejo vicio de los partidos políticos verticalistas: el manejo oligárquico de las candidaturas, y veremos como candidatos a los viejos cartuchos quemados de políticos sin escrúpulos.
Y la alianza también tendrá que luchar con la falta de cuadros con virtudes y deseos de entrar a la política mexicana de las tranzas y los enjuagues. Hasta ahora no ha salido ningún liderazgo social viable desde que se abrieron las candidaturas a figuras no partidistas y las que entraron a los engranes del sistema fueron trituradas por la maquinaria del poder político sistémico.
Los datos de las encuestas revelan el fracaso de la oposición: el presidente de la república tiene una aprobación arriba del 60%, aunque su calificación en crisis concretas esté en un tercio. Este dato revela que la oposición no ha sabido racionalizar en la sociedad política las graves crisis nacionales. El PRI perdió votos cuando la sociedad calificó de manera negativa en las urnas a sus líderes en función de sus resultados como partido y como gobierno.
En este sentido, el arranque de 2021 tampoco permite tener elementos novedosos que cambiar las dinámicas que vienen del 2020.
El 2021 como 2020.2 debe ser un elemento de análisis político y no sólo una frase oportuna. Los primeros análisis de las tendencias generales del voto revelan baja en las expectativas de Morena, pero por varias razones: la fragmentación de los partidos aliados porque unos le quitarán votos que luego se sumaran en alianzas legislativas, el enojo de aspirantes que se quedaron sin candidatura, el cansancio social por la crisis de salud, económica y de seguridad y la falta de una propuesta opositora en esos tres grandes temas.
Aunque no existen reproducciones automáticas de realidades, el 2021 podría ser como 1991: luego del fracaso del PRI salinista en 1988, las elecciones legislativas intermedias fueron de prioridad presidencial y el PRI recuperó lo perdido tres años antes. Ahora se trata de que Morena conserve lo ganado en 2018 o pierda lo mínimo.
Así que el realismo señala que en 2021 será 2020.2 y que no habrá sorpresas.
Política para dummies: La política se mueve por la virtú como eficacia y no como moral.
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