EE. UU.: reorganización ideológica entre liberales y conservadores

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Lo ocurrido el miércoles 6 de enero en el Capitolio de Washington, D.C. y en algunas ciudades estadunidenses no fue una explosión de locura, sino parte de la reorganización violenta poselectoral de los grupos ideológicos. En el 2016 Donald Trump encarnó la victoria del puritanismo histórico del siglo XVII que fundó la nación y la derrota de la coalición demócrata-republicana conservadora de derechos sociales de las minorías.

El escenario de gobierno de Trump 2017-2020 fue el choque entre el Estado institucional y el anti-Estado, aunque –y este dato es muy importante– sin cambiar los fundamentos imperiales del american way of life basado en la exacción de recursos de otras naciones; es decir, fueron contradicciones en el seno del imperio.

En este sentido, la victoria de Trump no fue una suerte política y las elecciones de noviembre de 2016 dejaron el sabor de irregularidades que nunca quisieron explicarse, pero que pudieran servir para establecer ciertos criterios básicos de explicación de la fractura social y política en el país en 2020 y 2021: Trump ganó la presidencia en 2016 con 304 votos de los colegios electorales contra 227 de Hillary Clinton, pero Trump perdió el voto popular con 62.9 millones de votos contra 65.8 millones de Hillary.

La diferencia entre votos electorales y votos populares tendría dos escenarios de análisis: el del fraude electoral en voto popular o el de la ruptura del consenso social entre los electores ciudadanos y los votos electores que representan a los grupos de poder.

El resultado electoral del 2020 también aporta elementos para percibir una fractura social histórica en los EE. UU. rompiendo el viejo consenso institucional del sistema/régimen/Estado: el demócrata Joseph Biden acumuló 306 votos de colegios electorales, contra 232 de Trump; pero el equilibrio bipolar 51%/46% se mantuvo en el voto popular: 81.2 millones de votos para Biden, contra 74.2 millones para Trump. Pero lo más significativo en voto popular fue el hecho de que Trump aumentó 11.3 millones de votos –18%– sobre las elecciones del 2016, a pesar de la campaña destructiva de todo el establishment estadunidense a favor de Biden, sobre todo el aparato de propaganda de los medios de comunicación y el nuevo lobby digital de Twitter y Facebook.

Lo que quiere subrayar esta revisión de cifras se localiza en la sólida base social del sector conservador radical trumpista y el aumento sustantivo en el voto institucional elitista a favor de Biden. El equilibrio 51% de base electoral demócrata de Biden y 47% de republicanos de Trump está dibujando los escenarios de conflictos que estarían adelantando situaciones de guerra civil escalable en su fase político-social. El hecho de que se haya dado un voto de 47% por Trump a pesar del perfil monstruoso dibujado por los medios del establishment liberal-demócrata-republicano está aportando datos para el análisis sociológico, politológico y psicológico de la sociedad y la fractura de los consensos sociales.

La violencia en el Capitolio debe ser asumida en el contexto de la violencia política y social: las protestas violentas del movimiento Black Live Matters, la instalación de zonas francas en ciudades donde grupos sociales radicales no permiten el funcionamiento de las instituciones ni el ingreso de policías, los asesinatos a mansalva de policías acusándolos de ser la guardia pretoriana del capitalismo explotador y el aumento de las masas marginas y sumidas en la pobreza y la marginación están mostrando el agotamiento del consenso del capitalismo estadunidense.

Las hordas de Trump representaron un tercer grupo polarizado, además de los ricos y pobres: el de los racistas-supremacistas-fascistoides que se mueven por contradicciones ideológicas basadas en el papel social del Estado y en los derechos sociales de las minorías. Poca atención se puso en estos cuatro años a las decisiones de Trump para desmantelar el Estado de bienestar social en algunas áreas sensibles como educación, derechos sexuales y apoyos a la creatividad intelectual.

En este contexto, la violencia en el Capitolio fue una expresión brutal de las contradicciones sociales y de clase en la realidad social y política desigual de los EE. UU., en las promesas incumplidas de Barack Obama hacia hispanos y afroamericanos y en la decisión de Obama de salvar el capitalismo en sus ocho años de gobierno olvidándose de sus compromisos sociales y de raza a costa de profundizar el empobrecimiento de los marginados.

De ahí que la forma institucional autoritaria del bloque comandado por la reina demócrata Nancy Pelosi de derrocar al presidente Trump no sólo no logrará sus objetivos de controlar al aún presidente, sino que dejará una pradera seca de derechos políticos que podría incendiarse de manera política violenta cualquier día de estos. Y lo peor es que la respuesta de Pelosi y aliados ha exhibido el hecho de que la clase dirigente estadunidense sigue sin entender las contradicciones sociales en el país.

indicadorpolitico.mx

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