EU: elecciones de la incertidumbre, bajo la sombra de Trump

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En medio de tiempos de incertidumbre propios de los reacomodos geopolíticos de poder, las elecciones intermedias en Estados Unidos perfilan las votaciones del próximo martes 8 de noviembre a partir de un empate técnico entre los dos partidos dominantes, pero con la posibilidad de que los republicanos se hagan de la mayoría del Senado, de la Cámara de Representantes y de las gubernaturas y el expresidente Donald Trump como líder opositor se perfile triunfador hacia las elecciones presidenciales de 2024.

Las elecciones estadounidenses tienen una lógica muy local, pero con efectos externos. Los republicanos asisten bajo el liderazgo inocultable y activo del expresidente Trump y su declaración de que estaría preparándose para encabezar la lista de la candidatura presidencial del 2024, luego de una derrota no reconocida hace dos años.

Toda la batería institucional del sistema político estadounidense dominado por el acuerdo liberales-conservadores sea volcado para colocar a Trump como el enemigo político número uno de Estados Unidos y del mundo, sin entender que el expresidente es un producto histórico de las contradicciones sociales estadounidenses y también una consecuencia de los reacomodos geopolíticos internacionales; es decir, que Trump no es una anomalía histórica, sino que reproduce el agotamiento del viejo modelo bipartidista americano que ha derivado en una complicidad demócrata-republicana.

Cuando hablo de toda una operación política contra Trump me refiero, por ejemplo, al último intento del periodista Bob Woodward, con todo y su fama merecida de Watergate, pero con la presentación de un libro de conversaciones con el expresidente y conclusiones que revelan un amplio conocimiento del diccionario de sinónimos para bañar a Trump con los peores calificativos que se le puedan dar a un ser humano y un político. Y no es que Trump sea un angelito de la caridad, sino que todos han caído en la trampa de la confrontación polarizante personalizada, sin intentar esfuerzos coherentes e intelectuales de reflexión sobre la personalidad política de Trump en su circunstancia histórica.

El contrapunto de Trump se ha centrado en el desmoronamiento de la personalidad política del presidente Joseph Biden y la desaparición mediática de la vicepresidenta Kamala Harris, la pareja que hasta hoy podría estar considerando presentarse a la reelección dentro de dos años, aunque algunos suponen que Biden ya no tiene la capacidad para terminar siquiera los dos años de gobierno que le faltan y menos para suponer una nueva y más agotadora campaña presidencial en caso de presentarse a la reelección, en tanto que la vicepresidenta Harris acumula indicios de que no estaría a la altura de una candidatura que tuviera que enfrentar la belicosidad de Trump.

El problema de la polarización política de Estados Unidos no se resume solo en la posibilidad de que los republicanos se alcen con la victoria en las tres instancias de poder –las dos cámaras y los gobiernos estatales–, sino en la falta de liderazgo del lado demócrata, toda vez que sin el poder de la Presidencia y con esa sobrecarga de personalización del poder de Barack Obama no se ha podido construir la suficiente fuerza política para convertirlo en el líder que le urge al Partido Demócrata.

La personalidad política demócrata más importante de Estados Unidos no es el presidente Biden, ni la vicepresidenta Harris, ni el expresidente Barack Obama o el expresidente Bill Clinton y menos aún la candidata derrotada Hillary Clinton. La figura dominante en el lado demócrata es nada menos que la reina Nancy Pelosi, la todavía jefa todopoderosa de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, pero que por circunstancias de seguridad todavía no aclaradas acaba de recibir un severísimo golpe político y social con la agresión que sufrió su esposo en su casa en San Francisco cuando un radical penetró a ese domicilio con un martillo y golpeó con severidad al señor Pelosi, dejando un clima de violencia política que sacudió la seguridad del régimen político estadounidense y desde luego que representó una severa advertencia criminal contra el significado de los Pelosi.

Las elecciones del próximo martes se darán en un escenario internacional en el que Estados Unidos no se ha atrevido a dar el paso de involucramiento directo y que siguen manejando a trasmano los hilos del poder del presidente Zelenski y de las alianzas de la OTAN, pero con un agudizamiento ya de los ataques rusos contra población civil y la ruptura de los canales de transporte de energía y de alimentos que estarían ya despertando el fantasma de la hambruna en la zona de Europa qué es el territorio de la competencia histórica entre Rusia y Estados Unidos.

Los ciudadanos estadounidenses todavía no alcanzan a entender las razones de su involucramiento en la guerra de Ucrania, pero han logrado atenuar muchos de los efectos económicos con decisiones populistas del presidente Biden para evitar que las restricciones energéticas se conviertan en precios altos de las gasolinas locales y hasta ahora se haya atenuado el efecto negativo con subsidios multimillonarios a las gasolinas para que no se impacten los precios estratosféricos que provocaron la caída del presidente Jimmy Carter por la guerra en Irán y el efecto en los precios de petróleo.

Las elecciones intermedias de Estados Unidos van a preparar el territorio para la batalla electoral del 2024 que sería la madre de todas las batallas: la posibilidad de que el expresidente Trump regrese al poder aplastando a los demócratas o la victoria demócrata que desataría una guerra civil interna por un nuevo intento del presidente Trump de desconocer resultados electorales adversos.

Del reparto de poder que se logre el próximo martes se tendrán los indicios para saber el rumbo y la profundidad de la ruptura estadounidense que parece inevitable.

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