Y sucedió. Efectivamente, con la elección de la ministra Norma Lucía Piña Hernández como presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) el Pleno “(rompió) lo que parecía un innaccesible techo de cristal.”
Solamente ella sabe la profundidad de su mensaje encerrado en su frase. Pero es evidente que el ‘innaccesible techo” se rompió por tres razones:
Una: Porque la mayoría del Pleno optó por una candidatura distinta a las aparentemente afines al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
Dos: Porque se trata de la primera mujer en presidir el máximo tribunal constitucional de nuestro país.
Tres: Porque la ministra Piña Hernández viene de una carrera judicial de más de treinta años.
Así, el Pleno rompió paradigmas anquilosadas y rescató la autonomía, el honor y el prestigio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Pero no es un logro de la “Cuarta Transformación” como quiso a darlo a entender en su conferecia matutina el presidente López Obrador al decir:
“Nosotros no imponemos nada en la Corte y es tan evidente aunque no lo quieran aceptar que la presidenta Norma Piña siempre ha votado en contra de las iniciativas que nosotros hemos defendido, es único el momento que estamos viviendo, nadie puede decir que hay subordinación como era antes de los poderes al Ejecutivo.”
No hubo subordinación porque la ‘candidata oficial’, Yasmín Esquivel Mossa, se desplomó cuando el escritor e investigador Guillermo Sheridan publicó en Latinus un reportaje sobre que la ministra habría plagiado su tesis para obtener el título de licenciada en Derecho por la Universidad Nacional (UNAM).
Yasmín no pudo probar de manera fehaciente la originalidad de su tesis respecto de otra presentada un año antes. Ni siquiera le ayudó la inverósimil conclusión de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México que determinó que Esquivel Mossa “no copió ni en partes ni en su totalidad” la tesis de Édgar Ulises Báez Gutiérrez, quien, por otro lado, desmintió a la ministra de haber testificado a su favor ante notario público.
Así que en la víspera de la elección, era insostenible la candidatura de Yasmín, quien quizá no declinó a contender por la presidencia de la Corte en un intento de salvar su honor como persona y como ministra; lo cual sigue entredicho, lo mismo que el prestigio de la UNAM.
Tampoco prosperó la candidatura del ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena.
Visto desde el ángulo de la existencia de dos candidaturas “oficiales”, que no consiguieron llegar a la presidencia de la SCJN, AMLO perdió la probabilidad de controlar al máximo tribunal constitucional del país.
Entonces, el que que ahora hace historia es el Pleno de la Corte al elegir (aunque en apretada votación) a la ministra Piña Hernández, elección que además hace efectivo el mandato constitucional de la paridad en todo. Y en todo, incluye al Poder Judicial.
EL PAPEL
La ahora Ministra Presidenta de la SCJN, Norma Lucía Piña Hernández, se ha caracterizado por votar en contra de algunas de las propuestas de la “4-T”, pero no por oponerse al presidente AMLO, sino porque el papel de los ministros es garantizar el respeto a la Constitución Política.
En realidad más que un papel, es un principio.
Y si ese principio es inquebrantable en la Ministra Presidenta, la Corte será efectivamente el contrapeso a cualquier intento de quebrantar las normas de la Carta Magna por parte de cualquier ente público, empezando por los otros dos poderes federales (Ejecutivo y Legislativo).
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Rosy RAMALES