Educar

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Terminé mi 2022, en medio del llanto que me produjo la mirada de dos hermanos: ella de 13 en segundo de secundaria y él de nueve en tercero de primaria. Le pedí a la madre –de cinco hijos y cuatro papás- que les hiciera huevos a la mexicana y atole de fresa. Les puse en la mesa buñuelos que alguien me había compartido en la Navidad y me di cuenta el tamaño de su hambre porque no quedó ni una rebanada de pan, ni un huevo en la canastilla. El chico se acercó donde yo veía las noticias del sepelio de Pelé y les pregunté si sabían quién era Pelé. ¡La mirada fue idéntica a la de la nueva secretaria de educación cuando pretendieron entrevistarla acerca de sus planes para la SEP! Acto seguido inquirí acerca de su gusto por el futbol: Misma mirada, idéntico silencio. Instintivamente –he sido maestra desde mi primaria- empecé a dar explicaciones preguntando ¿Saben que fue un gran futbolista, varias veces campeón mundial?

Fui interrumpida por el chico de 9 años “hace frio porque esta nublado ¿verdad…?” …Cambié el tema y dije ¿sabes que es lo que nos da calor? Me metí a hablar del sol y con mayor frustración sentí como si yo hablara en totonaca y ellos en… ¿? Entonces tomé mi taza de café, la tapa de la crema, la de la leche y todo lo que restaba del desayuno para explicarles el calor que nos da esa estrella y como se hace más leve cuando la tierra está lejos. Les dibujé en una hoja –mi pizarrón improvisado- como la vuelta no es redonda, sino “chueca”, concluyó el niño, les hablé del orden: mercurio, Venus, Tierra, Marte…. Júpiter, Saturno… Nuevamente se empezaron a distraer y mirar igual que la secretaria. Traté de indagar lo que sabían de estrellas, planetas y nada, todo era silencio, mirada de extrañamiento como si fueran expertos de 90% lealtad y 10 % preparación.

Empecé a recordar mi primaria a principios de los cincuenta. Mi madre –emigrante europea- les enseñaba a leer a todo el caía por la casa. Francisca tenía que hacer planas de a, e, i, o, u, bajo mi supervisión y me encantaba cuando podía leer, mamá, papá, me mima. Entonces reconocí que no podía seguir adelante si antes no evaluaba el nivel de conocimiento de mis dos alumnos nuevos y le pregunté a la chica de secundaria, ¿De dónde les expliqué que era Pelé? ¡¡de Mercurio!!, …Dios esos son planetas saca el papel que te dibujé de los continentes ¿No has tenido un maestro que te enseñé geografía?  “si, pero ya se me olvidó fue en la primaria”. Tomé entonces una bolsa abierta de papas, fritas, y le pedí a la chica que leyera el párrafo de los ingredientes: con—tento…no nido… No lo podía creer, segundo de secundaria y casi no puede leer, le pasé la bolsa al nene de 9 años le pedí que leyera y me dijo con fortaleza, la marca de las papas.  ¡Dios mío! creo que entenderán porque suspendí mi inútil clase y mi llanto. ¡No saben leer! Y van a las escuelas de la ciudad de México, pasan año y reciben becas del bienestar.

He comenzado a pensar que puedo hacer, pero no son solo esos dos chicos, son miles, millones, que no entienden la diferencia entre planetas y continentes, que ignoran lo que significa la rotación de la tierra, y la diferencia entre un círculo perfecto y una vuelta elíptica ni imaginar que algún día puedan ser empleados en cualquier cosa ni siquiera semi-formal.

A cambio de su analfabetismo si entienden lo que significa que les paguen a los sicarios, les parece justo que hay quien les pueda comprar tapas de coladeras, aunque todo mundo sepa que son robadas y lo importante que es ponerse vivos para sacar raja de la rapiña. ¿Qué futuro le aguarda a esa generación? Cuando las cosas cambien –porque tienen que cambiar- ¿se quedarán sin certificados de primaria? ¿Les seguirán dando las limosnas del bien estar? ¿Seguirán teniendo los del crimen organizado, ganas de apoyarlos como una forma de ampliar su número de reclutas? Ningún cuestionamiento que pueda atender la secretaria de educación, es la respuesta más viable. ¿Regresemos cuando menos a los niveles que teníamos en la década de los sesenta?

Por lo pronto este 2023, es crucial para intentar corregir rumbos porque más allá de colores, doctrinas, historias lo que está a punto de perderse se llama México. Ese maravillo país, que nos permitió convertir en realidad nuestras aspiraciones. Este privilegiado espacio de la geografía mundial, le será arrancado a los mestizos, que lograron avanzar -porque un porcentaje importante goza de habilidades superiores a los de muchos otros países- y será harto difícil admitir que permitimos ser macheteados con argumentos propicios a la división, la baja autoestima y la pérdida de valor que a nosotros nos sirvieron de impulso para llegar a donde lo hicimos. Hoy a las personas de la tercera edad –sobre todo si son mujeres- se les ve como víctimas fáciles –lo mismo por parte de hijos, nietos, sobrinos o simples criminales- para apropiarse de sus joyas, muebles e incluso inmuebles. ¿Tienen idea de cómo se respetaba antaño a los abuelos?

Difícil es hacer una consideración trascendente, si lo único que interesa es “cuanto tienes”, sin importar de dónde vienes. ¿Porque me voy a sentir culpable si estos ancianos ya están en edad de morirse? Y en el camino no solo se pierde un patrimonio, sino la historia de esa familia, de dicho entorno urbanístico y hasta los logros que les permitieron a esos seres humanos, llegar a donde llegaron y tener lo que tenían. ¿Qué va a pasar con esa adulta mayor que no mataron en la colonia Roma sus empleados, ahora que ya los detuvieron a todos? Quienes consumirán ese patrimonio ¿los abogados, los burócratas, los de algún asilo? ¿Qué educación han tenido esos sujetos que los han lastimado?