Día distinto, día histórico, ceremonia diferente. Finalmente Biden tomó el poder y el control de la administración federal en Estados Unidos. El único que se autodesecho abrigado por su soberbia y arrogancia fue Trump, todos los demás estaban y participaban de un relevo ya necesario. Joe llega a sanar, a corregir, a reconstruir lo que ocasionó las ocurrencias y pifias de Donald.
¿Va a costar? Sí y mucho pero ya se iniciaron las pasos para recuperar a las instituciones, armonizar el diálogo con lo europeas, frenar el muro fronterizo con México, estrechar relaciones con los aliados, reestructurar la política migratoria, emprender conexión con los chinos y formalizar nuevamente el ingreso de USA a los Acuerdos de Paris. No se ve ni se siente blando, Biden le tomó protesta a quienes habrán de acompañarlo en su período presidencial y frente a la nación les advirtió que no tolerará majaderías ni torpezas porque él mismo los va a despedir y señaló “no habrá pero que valga”.
La ceremonia de investidura nos volvió a mostrar como los estadounidenses se recomponen, se auto inventan y se fortalecen ante cualquier adversidad o atentado a sus valores, estructuras e instituciones.
Se unificaron para presentarse firmes, incluso ante su expresidente Trump que los vulneró, los dividió, los enfrentó y trató de imponerse como legítimo con el grito de fraude. Sus seguidores, los que intentaron reventar al Capitolio ya están en la cárcel, donde deben y todo aquel que contribuya estará participando de la reorganización nacional. Los discursos escuchados en la ceremonia oficial fueron de una brillantez indiscutible, nada de demagogia ni autoengaños.
No encontraron fórmulas baratas para treparse a la popularidad atacando a otros, por el contrario hablaron y en serio de su grandeza, su fortaleza, su decidida defensa a la nación. Hubo pulcritud en los protocolos, hubo también cuidado ante posibles ataques. Un evento cargado de emociones donde lo menos importante fue la ausencia de Trump.
Rostros sin gestos por el cubrebocas. Un gran enemigo a vencer: la pandemia y se aprovechó la oportunidad para rendir homenaje a sus fallecidos, más tarde, en Arlington a sus valores patrióticos en el monumento al Soldado Desconocido en cuyo mármol blanco se puede leer, “aquel que sólo Dios conoció”.
Y ahí estaban los expresidentes vivos (salvo Carter por cuestiones de salud) George Bush, Bill Clinton, Barack Obama, acompañando, legitimando, generando fuerza. Los dos partidos, el Demócrata y el Republicano, las dos Cámaras, de Senadores y Representantes, consolidando confianza. Este jueves, la primer llamada internacional de Biden será con el primer ministro canadiense Justin Trudeau porque Biden entiende y bien a la vecindad, la buena, la autentica, la que vale, la que no regatea ni beneficios ni tampoco negocia reconocimientos al triunfador.
Un ejercicio franco de tender la mano a quien lo merece bajo cualquier circunstancia pero que presente estatura y dignidad. De entrada, el primer día, Biden aseguró a su país unidad y revirtió las malas decisiones de su antecesor, no atacándalo, humillándolo o colocándole apodos sino trabajando, proponiendo soluciones viables y rápidas. Todo pronunciamiento, toda arenga y oratoria fue en el sentido de refrendar el compromiso colectivo a mantener el liderazgo, a revisar su historia para construir su futuro. Vale reconocer la organización, talento y disciplina de los vecinos.
Hay que aprenderles y mucho.
Conductor del programa Va En Serio mexiquense tv canal 34.2