La realidad es que ni los republicanos se entienden entre ellos mismos. No hay una fuerza lo suficientemente cohesionada porque persiste un ala dentro del Congreso que es mucho más radical y se mueve dentro del espectro de la ultraderecha en el ala republicana.
Al californiano, Kevin McCarthy, le tomó quince intentos convencer a sus propios correligionarios republicanos (la parte más reacia formada por los miembros del Freedom Caucus) para que lo eligiesen presidente de la Cámara de Representantes, en sustitución de la demócrata, Nancy Pelosi.
McCarthy tiene la delicada tarea de gestionar la agenda legislativa y desahogar todos los temas relacionados con las iniciativas, leyes, las reuniones con los lobbies. Su cargo es tan relevante que es el segundo en la línea para la Presidencia después de la vicepresidenta, la demócrata, Kamala Harris.
Como speaker deberá tener mucha capacidad para aglutinar a su propio grupo considerando que una parte no lo quiere al frente: la BBC reveló que los legisladores republicanos, Matt Gaetz, por Florida y Mike Rogers, de Alabama, estuvieron a punto de llegar a las manos por sus discrepancias por McCarthy.
Para negociar ante un Biden que querrá elevar el techo de la deuda, los republicanos primero deberán ponerse de acuerdo entre ellos con temas torales relacionados con el recorte de gastos.
Habrá una presión incesante contra el mandatario a pesar de la volatilidad económica que pueda generarse, usarán su programa de recortes como una moneda de cambio. Algunos legisladores republicanos presionan a favor de implementar recortes en los programas oficiales, tanto del Seguro Social, como del Medicare.
A COLACIÓN
Instalada desde el 7 de enero pasado, en la Cámara de Representantes los republicanos amenazan a Biden con una investigación sobre su Administración, su hijo Hunter Biden y sus negocios y la indagación de unos papeles oficiales localizados en casa del mandatario. Una situación muy similar, a la del expresidente, Donald Trump con papeles oficiales encontrados en su mansión de Mar-a-Lago a él se le encontraron 48 carpetas.
También hay una tensa situación económica: el FMI estima un PIB del 1% este año; una inflación media esperada en torno al 4% y la propia Reserva Federal anticipa que las solicitudes de desempleo en la Unión Americana crecerán un 4.6 por ciento.
A esa ralentización económica bordeando la recesión se suma un clima social crispante, el descontento domina entre los ciudadanos y la confrontación es cada vez más notoria por diversas causas, no solo raciales, sino ideológicas y políticas.
Eso dentro y hacia fuera, la política exterior de Biden no ha hecho tampoco buenos amigos: siguen los roces con Corea del Norte; no ha logrado regresar con Irán al acuerdo nuclear; con China, los rifirrafes también escalaron y no ha menguado la guerra comercial iniciada por Trump. Hasta el momento, la postura más delicada y de la que no se sabe, bien a bien, qué consecuencias habrá es el apoyo abierto y decidido al gobierno de Zelenski ante la invasión para evitar que Ucrania caiga en manos de Putin.
Por lo pronto, Biden también libra su guerra interna contra los republicanos decididos a hacerle la vida imposible el tiempo que le resta de mandato (habrá elecciones en 2024) y ya planean maniobrar de forma legislativa.
Desde la Casa Blanca su plan económico busca reducir la inflación que está llegando a través de los elevados precios de los energéticos como efecto colateral de la guerra de Ucrania y Rusia. El 24 de febrero pasado –justo el día que arrancó la invasión– el galón de gasolina costaba 3.54 dólares; para el 14 de junio de dicho año subió hasta 5.02 dólares y la escalada amenazaba con duplicar el precio de febrero. Biden ordenó utilizar reservas para bajar los costos y el precio de la gasolina, al 24 de enero pasado, se vendió en 3.42 dólares.
Esta maniobra que Biden presume de forma recurrente, podría quedar eclipsada muy pronto y así lo refirió el mandatario estadunidense en su cuenta de Twitter @POTUS hace unos días: “Nuestras liberaciones de reservas de petróleo trabajaron para bajar los precios y tenemos un plan para volver a llenar la reserva con una ganancia para los contribuyentes. Los republicanos de la Cámara de Representantes están tratando de debilitar esa herramienta crítica. Y los precios de la gasolina subirían por eso”.
¿De qué se trata? Los republicanos están discutiendo un impuesto nacional sobre las ventas para tratar de abolir la Agencia Tributaria Federal a lo que se oponen los demócratas. El legislador E arl Carter ha presentado dicho proyecto de ley que, además, contempla, un impuesto nacional sobre las ventas del 23% que algunos organismos privados proponen en 30% una vez sean eliminados los impuestos sobre la renta, las sucesiones y la nómina.
Biden se ha manifestado contrariado porque esta medida de prosperar la llamada Ley de Impuestos Justos subiría el precio de todos los bienes y servicios afectando a la clase media baja y a los pobres. No, Biden no lo tendrá fácil.
@claudialunapale