Decencia diplomática

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Es sabido que la guerra internacional se desarrolla sin límites. Intereses políticos, religiosos, económicos, bélicos, migratorios, territoriales, espionaje, drogas, comercio legal e ilegal, en fin, una amplísima gama de incisos que mucho se mueven en valores, historia, compromisos, traiciones e incluso destacando la labor de mercenarios.

Por ello cada nación debería, no ocurre y menos con México, enviar a sus más destacados referentes en la diplomacia. Hombres y mujeres cultos, políglotas, con carrera en el ramo y con absoluto reconocimiento internacional. Ser embajador o cónsul representa una figura de alta responsabilidad y honor.

Pero para cumplir es necesario responder con lealtad, ética, verdad, disciplina, talento y entrega a su gobierno y en lo personal a su máximo líder político: el presidente en nuestro caso. La degradación en el marco diplomático ha sido vergonzosa en este sexenio.

Escándalos, embajador rutero, la mayoría improvisados, sin conocimiento del país que arriban, sin dominio de diferentes idiomas. Actrices, exgobernadores, exsecretario a de Estado, cronistas, escritores, periodistas, de todo menos diplomáticos. Gente que va a cubrir cuotas políticas, favores de poder e incluso ordenes del crimen organizado.

Sumisos que atienden los caprichos del presidente y no los intereses de la nación y otro que negocia en lo oscurito de la nación pidiéndole a sus interlocutores extranjeros no divulgar lo acordado a los mexicanos. De siempre y lo he escrito, Martha Bárcena, ha sido un ejemplo de defensa nacional en el extranjero. Carrera limpia, estudiosa, de decisiones precisas y decoro son sus cartas de presentación.

Luego de ser removida por Ebrard de la casa diplomática en Washington para colocar a un inexperto economista y expriista pero complaciente exsecretario de Educación, expresidente de Fundación Azteca, como Esteban Moctezuma, la embajadora Bárcena escribe: “La credibilidad y honorabilidad en política exterior requieren no ocultar o manipular información. Al final la verdad se impone”.

Y además revela “Como diplomática hablé con honestidad y veracidad, a pesar de que me ocasionó fricciones con los superiores, descalificaciones de quienes querían verme fracasar en mi encomienda, enojo en las contrapartes”.

Al referirse al pacto secreto entre Pompeo/Trump/AMLO/Ebrard, Bárcena detalla: “Quédate en México terminó en fracaso. Hoy es objeto de burla por parte de Trump y sus seguidores. De rechazo y desconfianza de los demócratas. Fortaleció las redes de tráfico ilícito de personas. Propició el abuso a los derechos humanos de los migrantes. Saturó los albergues de nuestras ciudades fronterizas.” Y mire que estas declaraciones son delicadas y muy graves entendiendo que las condiciones políticas y legales de México se vieron seriamente afectadas y burladas.

De rodillas terminamos con las imposiciones migratorias impuestas por Estados Unidos mientras aquí se destinaba el “misión cumplida señor presidente” mientras se enviaba a la Guardia Nacional a frenar a las caravanas migratorias en el Suchiate. Ebrard no solo intento mentirle al país, sino que además no consideró a la embajadora Bárcena en lo frágil e insultante que resultó la negociación.

Ella escribe: “Me opuse al programa Quédate en México. Como embajadora se me ocultó la negociación. Siempre estuve en contra del Acuerdo de Tercer País Seguro. Impedí la negociación que pretendían imponernos los estadounidenses en junio de 2019. Hay testigos en ambos lados. Defendí los intereses de México y los derechos humanos de los migrantes. La verdad termina por imponerse”.

Qué se puede esperar de un gobierno que selecciona a sus embajadores para, a unos obligarlos a seguir rutas inciertas y a otros aislarlos, menospreciarlos, rechazarlos y despedirlos por decirle la verdad al presidente.

Conductor del programa VaEnSerio mexiquensetv canal 34.2 izzi 125 y mexiquense radio.

@cramospadilla