Pico y pala

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Juan José Vijuesca

Si mala cosa es vivir del instinto, peor lo es hacerlo por falta de arrimar el hombro. Y he aquí que la vida se antoja para muchos de los mortales solo eso, pues hay quienes solo buscan placer y poco hacer, mientras los demás bogamos como remeros del Volga. Maneras de hacerlo a cientos se cuentan, por ejemplo achicando bolsillo en avaricia de recaudadores o cotizando a las arcas de esa maléfica enfermedad llamada desempleo, mientras los gobiernos se rascan los dídimos nutriéndose de tan honrados seres como ingenuos y dóciles, entre los que un servidor se halla por así traerlo visto de antiguo. Hoy la vida es otra cosa entre tanta holgazanería y tanta sopa boba, pero la culpa la tienen los gobiernos que reparten favores a quienes nada acarrean ni tampoco se les exige que lo hagan. Bien lo sea hacia quienes toda las ayudas son pocas, más por sabido se tiene que en este país de generoso dispendio y mano rota decenas de miles son los que campan a sus anchas a costa de erario público, mientras otras tantas unidades de millar, que habiendo contribuido en levantar este país, no llegan a final de mes.

He aquí que la vida, aun estando inventada desde hace un tiempo en nada cambia para los mismos que heredan la pereza y el albedrío, o sea, la vida fácil y sin compromiso. Por eso vengo a decir que la Tierra gira desde que tengo uso de razón y así nos mantenemos sin conseguir el doctorado por culpa de esa asignatura que siempre nos queda pendiente. Uno nace en calidad de aprender, pero fallece sin haber completado el enigma. De ahí que el ser humano cometa idéntico error una y otra vez, es decir, nos vamos de este mundo sin conseguir la nota de corte que nos obliga como especie. ¿En qué consiste tan extraña reflexión? Pues que todo lo que nos sucede depende de nosotros mismos.

Comprendo que haya atenuantes para este razonamiento, pero incapaces como animales racionales que decimos ser por aquello de diferenciarnos de otras especies, seguimos dando patadas a la misma piedra una y otra vez muy a pesar de lo que nos hizo creer Aristóteles cuando alimentó a la humanidad con su teoría de que el hombre es animal social, racional y político por su naturaleza, sus hábitos y su razón. Pero yo, que no tuve el placer de tomar un café con el célebre filósofo griego, me vengo arriba y le doy cumplida réplica, pues una cosa es considerarme único animal racional y otra que también sea el más irracional del resto de los animales terrenales llegado el caso. De ahí lo de insistir en dar patadas a la misma piedra. Un asco de ejemplo, pero nadie es perfecto.

Miren ustedes, uno se desenvuelve por la vida lo mejor que sabe, que puede y que le dejan, de manera que aun intentando ser mejor persona, lo cierto es que, como antes dije, te marchas de este barrio con la famosa asignatura pendiente. Ya sé que tenemos ejemplos de personas sobresalientes, faltaría más, pero incluso ellos se quedaron con las ganas de aprobar esa materia que refiero. Y no lo consiguieron, al igual que nos sucede al resto de los mortales, porque siempre tiene que haber una persona que jode al resto. Y así llegamos al día de hoy inmersos en una catarsis mental que obliga a redescubrirnos como especie.

Mañana será tarde para muchas cosas, quizás incluso para enmendar la propia naturaleza humana, esa variante hormonal que aparece cuando estamos en época de suertes y que nos hace imitar al pavo real. Después un simple virus o una nevada del carajo y se nos agachan las plumas para convertirnos en simples mortales de a pie, de los que en sumisa manada deambulan o dormitan, mientras unos pocos capaces son de coger pico y pala y hacer lo que en otras zonas por buena usanza acostumbran ante imprevistos de gran envergadura. Aquí no, aquí el funcionario de los servicios públicos, que para eso cobra, es el obligado a barrer hasta descoyuntarse mientras la mayoría elevamos quejas desde el confort de la contemplación.

Cualquiera que viva o haya vivido en un pueblo de los afortunados por no pertenecer a la España vaciada, lo de echarse una mano entre todos es un acto reflejo que no espera ni regatea esfuerzos comunitarios. La lealtad es innata para lo bueno como para lo malo. Si hay ganas, hay palas. Lo demás, queda para después. Y llegado a estas alturas del artículo no puede caer en saco roto la falta de voluntariado para donar sangre, que los hay,-los menos-, la falta de pretendientes para retirar nieve de las calles, que los hay, -los menos-, la falta de aportar a la comunidad soluciones prácticas, que los hay-, los menos. Y claro, uno se pregunta ¿dónde están todos esos colectivos tan progresistas, ecologistas, animalistas, existencialistas, garantistas de un mundo mejor, cuando hay picos y palas gratis? ¿Por qué no movilizar a quienes cobrando ayudas a fondo perdido, no se les invita a colaborar en trabajos comunitarios? Me refiero a cuantos vegetan las 24 horas del día sin dar un palo al agua; ya saben, los votantes cautivos.

Y remato con un afarolado yéndome a los medios, ¿Dónde están los políticos que no compaginan la donosura de su oficio con el remangado de bajos hasta los tobillos y se confunden con la plebe que en mejor o peor medida hemos apostado lumbares a porta gayola? Pico y pala, señorías, que invita la casa. Por cierto, solidaridad creo que se llama la susodicha asignatura que nos impide obtener la licenciatura que como especie nos haría ser iguales que muchos de nuestros congéneres del reino animal.

Escritor español.

Publicado originalmente en elimparcial.es