No es solo lo que está pasando adentro de Ucrania con la invasión bélica perpetrada por Rusia es también nuestro sentimiento colectivo de que, en cualquier momento, nuestra vida puede cambiar o acabarse porque no hay un mecanismo certero que, en la plenitud del siglo XXI presuntuosamente digital e innovador, pueda garantizarnos la paz.
La paz puede ser robada como un ladrón inesperado que irrumpe en la medianoche del hogar y nos pilla a todos en pijama y desprevenidos. Mucho debería de preocuparnos nuestra paz futura dadas las circunstancias actuales con actores ríspidos como Estados Unidos, China, Taiwán, Israel, Corea del Norte, Irán, Rusia, India, Pakistán, Turquía, Marruecos, Argelia y Bielorrusia; entre otros.
Al respecto de este primer año de la invasión, hablé con Carme Colomina, y fue muy concisa al señalar que el impacto ha sido muy importante, además de ser global, ha dejado expuesto que los marcos colectivos de seguridad son frágiles.
“Si pensamos cómo estaba el mundo justo hace un año es verdad que había transiciones en curso; en la crisis del multilateralismo ya había una confrontación entre China y Estados Unidos y con la invasión rusa a Ucrania lo que viene es una aceleración, una nueva sensación de volatilidad y una nueva conciencia de cómo son de frágiles los marcos colectivos de seguridad”, me comentó.
Para la investigadora senior del Centro de Información y Documentación Internacionales en Barcelona (CIDOB) no puede dejarse del lado el golpe individual que ha tenido este conflicto en la vida cotidiana de las personas.
“A nivel individual sentimos una mayor fragilidad. El impacto no es solo colectivo también de supervivencia a nivel individual porque si tenemos en cuenta el encarecimiento de los productos, del crudo, de la energía, de las disrupciones en la distribución de los granos de los alimentos… todo eso ha tenido un impacto en la supervivencia individual. Yo creo que eso nos da una perspectiva de la magnitud que ha tenido este conflicto”, refirió.
Al respecto de este impacto si será coyuntural o habrá aspectos que se modificarán estructuralmente, para Colomina no será coyuntural porque se han reforzado una tendencias claras que ya estaban allí.
Y también, recordó, en este conflicto bélico la ausencia de Naciones Unidas y la ausencia de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa; para ella, no hay un espacio para tener una ofensiva diplomática. Eso por un lado, y también hay una consecuencia de largo recorrido a nivel europeo: “El cambio en este proceso de seguridad, con la militarización, han caído tabúes históricos. Por ejemplo, el hecho de que un país como Alemania haya finalmente decidido cambiar su política exterior y enviar armamento a un país en guerra; y que países históricamente neutrales como Suecia y Finlandia pidieran su incorporación a la OTAN. Son cambios que van mucho más allá y que inciden en el ADN de estos países y de sus políticos”.
A COLACIÓN
Respecto del balance del primer año de la guerra, Colomina me reiteró que es un balance de preocupación no solo por lo que ha ocurrido este año si no porque cuesta mucho verle el final a este conflicto. Y está por terminarse el invierno, llegará la primavera, y solo se habla de dar más suministro militar a Ucrania mientras los rusos concentran más tropas y efectivos.
No hay, remarcó la investigadora de CIDOB, ni un consenso por parte de los europeos de cómo promover una solución pactada pacífica; de cómo buscarle un final diplomático al conflicto.
“Y además, tenemos la confrontación bilateral entre China y Estados Unidos, que se ha ido recrudeciendo. Había una posibilidad de rebajar la tensión con la visita de Anthony Blinken a Pekín pero con la aparición de estos globos supuestamente espías se ha cancelado el viaje; entonces la confrontación ha subido de tono, estamos en un momento de inestabilidad global y sentimos que nos faltan los instrumentos… que han fallado los instrumentos colectivos”, me dijo.
Le pregunté si está guerra ha terminado de matar a la ONU, para Colomina hay una realidad incontestable y es que ha estado claramente ausente y eso ha permitido darnos cuenta que es un conflicto con impacto global pero es un conflicto muy eurocéntrico; como ella me remarcó: “Si tenemos en cuenta las votaciones que se produjeron en la Asamblea General de Naciones Unidas para condenar la invasión rusa, las abstenciones mayoritarias fueron del sur global. Tenemos que hay una parte del mundo que no quiere posicionarse en esta de idea de confrontación bipolar del mundo”.
Eso lo que significa es que cada uno tiene sus propios intereses, prosigue Colomina: “Es un aviso muy claro para Estados Unidos y la Unión Europea que hay un declive en la hegemonía histórica de Estados Unidos; y hay una parte del mundo que no quiere posicionarse porque estamos en un mundo más multipolar porque hay más intereses pero no estamos en un mundo multilateral porque no tenemos una gobernanza compartida”.
El gran debate actual entre los analistas internacionales tiene que ver con el impacto de esta guerra como catalizador para llevar a la sociedad actual hacia un nuevo orden mundial. En voz de Colomina, vamos a un mundo de geometrías variables y las potencias globales, Estados Unidos y China, seguirán relacionadas.
La investigadora me compartió una valiosa reflexión: “Una de las preguntas que nos hacíamos en CIDOB y yo les planteaba es si estamos ante un mundo de dos o estamos ante dos mundos y la sensación que teníamos es que se van configurando dos mundos en paralelo; dos mundos que igual están interconectados y es muy difícil en este momento pensar en un mundo con las hiperconexiones construidas en los últimos años que vaya a romperse”.
@claudialunapale