Que el cliente siempre tiene la razón en Politing: no siempre es verdad

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“Todos miraron más allá del horizonte,

y unos vieron con más claridad que otros”. R. Nixon

 

Eso de que “el cliente siempre tiene la razón” se ha generalizado en todas las áreas del saber y también en el Politing , pero no es válido entender al “cliente” en su concepción general y verlo como “el otro”: “consumidor”, “comprador”, “usuario”, “radioescucha”, “televidente”, “telespectador”, “feligrés”, “derechohabiente”, “franquiciado”, “paciente”, “cuentahabiente”, “alumno”, “elector”, “votante”, “ciudadano”…etc.,…esa “otra” persona que recibe y -consecuentemente- goza o padece el impacto de la acción de intercambio.

Como resultado de esta máxima dizque “absoluta e incontrovertible”, en la Academia, algunos rectores son elegidos por votación de los alumnos y los profesores sólo son buenos si sus alumnos así lo atestiguan y así los evalúan, hasta el punto de que su contratación depende sólo de que ellos así opinen y quieran.

Afortunadamente, ya en el ámbito comercial se acepta que algunas personas problemáticas o indecisas, no conveniente tenerlas como clientes y no hacer caso de sus opiniones o sugerencias. Además, es lógico suponer que no todos los gustos, deseos y caprichos del cliente se deban satisfacer, pues -aparte de no ser rentable para la organización- puede ser perjudicial para ella porque implica salirse de su propia actividad

En ámbitos no comerciales como en el Politing, la máxima de que “el elector siempre tiene la razón” tampoco es válida y basta responder a dos preguntas: ¿qué pasaría si el elector está equivocado? Y si la relación “oferente receptor” degenera en un chantaje mutuo con la conformista filosofía “Light” de que “si tú no me molestas mucho, yo te apoyo mucho” o esa otra de que “si tu te portas bien, yo también me porto bien” comportamientos catalogados dentro de lo que mis alumnos coloquialmente llaman “hagámonos pacito”, para significar el que las partes acuerdan no exigirse, sacando el mayor provecho del menor esfuerzo, lo que conduce a mediocridad e insuficiencia.

Si el elector está mal informado o sigue un camino equivocado, es necesario dejar claro -aunque suene impopular- que hay deseos del pueblo que no conviene atender y así lo debe aconsejar al candidato todo gerente de Politing. Y es que hay problemas complejos cuya solución efectiva no se advierte con facilidad o a primera vista. Suelen ser asuntos que no se refieren a la definición de los objetivos últimos de la política, en los que todos coinciden, sino a las formulas idóneas para su consecución. Así, apoyar una política pública puede que tenga una reacción impopular y que la mayoría se oponga porque sus beneficios no son evidentes o fáciles de observar en el corto plazo. Sin embargo, el líder sabe que a la larga traerá beneficios y mayor bienestar para todos por lo cual hace de ella su causa y busca el necesario apoyo.

 

Es forzoso e irrenunciable que los “líderes” hagan bien su trabajo de “liderar” procesos necesarios aunque no tengan el “consenso social” y que propongan e implementen políticas públicas prioritarias, sin ese dictatorial “apoyo de las mayorías”. Es muy fácil suponer que con sondeos o estudios de opinión en época de Copérnico o Galileo se concluiría -como reflejo de la opinión de la mayoría- que la tierra era plana. ¿Qué hubiera sido, entonces, de Cristóbal Colón de estar de acuerdo con la mayoría? O, ¿por qué Churchill ofreció a su pueblo “sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas” sabiendo que a la mayoría no les gusta de estas promesas? Ellos lideraron y “mercadearon” sus proyectos, haciendo realidad sus intenciones, porque una cosa es el “liderazgo político” y otra distinta es el “apoyo social”. Muchas veces van de la mano y es mucho más sencillo para el líder. Sin embargo, en ocasiones no concuerdan y hasta pueden estar divorciados.

Para la segunda pregunta está la “filosofía de lo pandito” que ocurre cuando se aprende a nadar y se inicia en lo menos profundo pero -por exceso de comodidad o facilismo- no se pasa a aguas más profundas. Al trasladar este mediocre proceder a la academia o a la política, el maestro enseña sólo lo que a los alumnos les gusta, como les gusta, cuando les gusta y hasta donde a ellos les gusta y el político lidera únicamente aquello que sus electores le piden, escudándose en que “la voz del Pueblo es la voz de Dios”.

Con este proceder se puede terminara como el candidato que por ser incondicional a su corrupto electorado se oponía a la ley de transparencia, aduciendo que siempre cuando la proponían no la apoyaba, porque no traía su ropa interior muy limpia…