¿Cómo enfrentará Morena a Morena?

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Obvio, al ser Morena un partido político con tan solo un sexenio en la Presidencia de la República, el 2024 será la primera vez que se enfrente a una sucesión.

Una sucesión para renovarse, para quedarse como está; para repuntar y mantenerse en el poder indefinidamente, o para empezar su declive hacia un sexenio más y ya.

Es probable el triunfo presidencial de Morena en 2024, sobre todo en función del “voto cautivo” vía programas sociales y del voto duro, además porque la oposición no da color para ganar, salvo que ésta se cohesione en una sola alianza y presente una candidatura fuerte, atractiva, contundente; pero éste, es otro tema.

Pero ¿cómo enfrentará Morena la sucesión presidencial? No con respecto de la oposición, lo cual es de suponerse: Con todo el aparato del Estado. Lo hizo el PRI y también el PAN, ¿por qué no el partido guinda? Y sin embargo, debería ser la excepción cumpliendo su ofrecimiento de ‘cambio verdadero’.

La interrogante más bien es en el sentido interno: ¿Cómo enfrentará Morena a Morena? O la pregunta debería ser: ¿Cómo enfrentará Morena al Presidente de la República? ¿Y cómo enfrentará Morena a gobernadoras y gobernadores morenistas?

También cabe preguntar: ¿Qué quiere AMLO, líder moral y fundador de Morena? ¿Quiere una sucesión solo de nombre para continuar gobernando transexenalmente? ¿O quiere una sucesión verdadera: Una sucesara o un sucesor morenista, pero con su propio proyecto de nación?

O sea, un cambio para que todo siga igual; o un cambio con continuidad pero con estilo y ofertas diferentes a las modas instauradas por el tabasqueño. Y en este contexto, ¿qué quieren las y los mandatarios morenistas? ¿Qué quiere la militancia guinda?

Esa será la batalla interna de Morena; en la primera sucesión, primero Morena enfrentará a Morena. Luego, en la contienda constitucional, a la oposición. Y después, si el partido guinda gana, la sucesora o el sucesor se enfrentará a AMLO cuando pretenda cortarse el ‘cordón umbilical’.

Incluso, Claudia Sheinbaum de ser la candidata presidencial y de ganar, en algún momento querrá brillar con luz propia e implementar su propio proyecto de nación. Ahora parece muy cercana al presidente López Obrador, pero quien sabe cuando éste concluya su mandato.

Lo mejor para Morena es que vaya a una sucesión para renovarse como partido en el poder y, en consecuencia, renovar la Presidencia de la República con un proyecto nuevo, que dé continuidad a los buenos proyectos de AMLO, pero con estilo y planes propios; con un trato de respeto a las instituciones, a las minorías, a los otros dos poderes y a la iniciativa privada.

Sería lo mejor para Morena y para el país, sea quien sea la ‘corcholata’ favorecida con la candidatura presidencial morenista: Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López Hernández, o Ricardo Monreal. Suena a utopía, pero con voluntad política puede traducirse en realidad.

Una sucesión con renovación de proyecto, puede facilitar a Morena su permanencia en el poder indefinidamente. El otro camino es la sucesión con continuismo ciego y autoritario, pero a riesgo de pagar el costo más temprano que tarde a manos de una ciudadanía que se harte.

No hay que menospreciar a la ciudadanía; en el 2000 y en el 2018, ya demostró de lo que es capaz cuando sale a votar masivamente y produjo cambios por la vía pacífica. La otra vía es la revuelta social, por ejemplo de la clase media.

Además, el continuismo ciego y autoritario necesita de dos condiciones: Contar con la mayoría calificada en las cámaras del Congreso de la Unión y la existencia de una Suprema Corte de Justicia de la Nación afín.

Dos condiciones que también dependen de las elecciones 2024. Un Congreso de la Unión con mayoría distinta a la del partido en el poder, impediría el aniquilamiento de poderes.

AL SENADO

En 2024 habrá elecciones de diputaciones federales y de senadores, cuyas candidaturas seguramente serán definidas por las y los gobernadores de las entidades federativas de la fliación que sean; por cierto, ahora son más morenistas.

Y ya han empezado a placear a sus ‘corcholatas’, sobre todo al Senado de la República en la idea de perfilar desde los escaños al sucesor o sucesora a la respectiva gubernatura.