Guerra tecnológica

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Esta guerra no tiene bombas, ni misiles, no deja heridos visibles, pero está sacudiendo ya los cimientos de todo cuanto hasta ahora hemos conocido y mientras las grandes potencias están disputándose el control de los mercados; los seres humanos, comunes y normales, están pendientes del impacto que la inteligencia artificial tendrá, por ejemplo, en sus trabajos.

En el terreno del dominio y el conocimiento de la inteligencia artificial se libra una intensa guerra entre Estados Unidos y China. Hay una carrera frenética, como en su momento se libró entre Estados Unidos y Rusia, en el campo espacial, para ver qué país era el primero en conseguir la tecnología para lanzar una capsula espacial fuera de la órbita terrestre. El 4 de octubre de 1957, la entonces URSS, lanzó al espacio Sputnik I que fue capaz de alcanzar la órbita terrestre y el 3 de noviembre de dicho año, la URSS metió a la perra Laika en el Sputnik 2 siendo el primer ser vivo en viajar al espacio.

Con la inteligencia artificial acontece el mismo escenario de competencia feroz y si en Estados Unidos, nace ChatGPT, en Beijing, la china Baidu presentó a Ernie con las mismas características que la versión norteamericana.

Si bien el presidente chino, Xi Jinping, no ha manifestado públicamente ningún tipo de temor sobre el impacto de la inteligencia artificial en su país, en el caso de Estados Unidos el mandatario Joe Biden, afirmó recientemente ante empresarios del sector de la tecnología que la inteligencia artificial “tiene un enorme potencial y un enorme peligro” y no descartó impulsar una regulación al respecto.

El senador Chris Coons, un demócrata de Delaware, señaló en dicha comparecencia que los chinos están creando inteligencia artificial que “refuerza los valores fundamentales del Partido Comunista Chino y el sistema chino”  y dijo que habrá un inminente adoctrinamiento.

A ciencia cierta, esta pionera regulación en estos momentos es solo una quimera, porque la crítica de Altman y de otros tecnólogos hacia legisladores es que no logran comprender qué es la inteligencia artificial y la confunden solo con el uso de las redes sociales.

“La tecnología que en mi compañía estamos implementando es verdad que puede llegar a destruir algunos empleos; no obstante, permite al mismo tiempo, generar nuevos puestos de trabajo porque es también una oportunidad”, inquirió Altman ante los legisladores presentes en el Capitolio.

En dicha audiencia también intervinieron, Christina Montgomery, directora de privacidad y confianza de IBM y Gary Marcus, profesor y crítico frecuente de la tecnología de inteligencia artificial. A propuesta de Marcus y de Altman se propuso la creación de una agencia que emita licencias para el desarrollo de modelos de inteligencia artificial a  gran escala con regulaciones de seguridad y una serie de pruebas para que  los sistemas y modelos de inteligencia artificial que sean creados pasen antes por estos baremos.

Richard Blumenthal, senador demócrata por Connecticut y presidente del panel del Senado, reconoció en dicha reunión que el Congreso ha fallado para mantenerse al día en materia de regulaciones y supervisiones en el renglón de las nuevas tecnologías.

El Washington Post reveló que los miembros del subcomité sugirieron una agencia independiente para supervisar a la inteligencia artificial, así como reglas que obligan a las empresas a revelar cómo funcionan sus modelos y los conjuntos de datos usados. Además, de reglas antimonopolio, para evitar que compañías como Microsoft y Google dominen en dicho mercado.

 

A COLACIÓN

Noam Chomsky, uno de los intelectuales más brillantes publicó en The New York Times un artículo que tituló La falsa promesa del ChatGPT y cuestionó todos los fallos en el mecanismo del lenguaje utilizados por este sistema de inteligencia artificial.

El profesor emérito del Massachusetts Institute (MIT) dijo que ChatGPT es ante todo “un plagio de alta tecnología” que tenderá más bien a evitar el aprendizaje.

No son pocos los tutores escolares, directores de universidades y profesores que advierten que la primera víctima del ChatGPT será la educación y con ella, los educandos que perderán capacidad en lectoescritura, comprensión lectora; capacidad de síntesis; redacción, investigación y narración. Escribir es una forma de fijar el lenguaje.

Robert Zaretsky, de la Universidad de Houston, cree que el ensayo universitario murió hace años. Según su argumento:  “Es un juego de tazas en el que un estudiante me envía un archivo electrónico que, cuando está abierto, derrama un revoltijo de palabras que el remitente propone que sea un papel terminado. La mayoría de las disrupciones tecnológicas dejan efectos positivos y negativos a su paso; si el ensayo universitario es realmente insalvable, tal vez ChatGPT finalmente logre su reemplazo con algo más interesante”.