Good Riddance, Loser!

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El filósofo y empresario francés Christophe Clavé publicó un texto que a la luz de los recientes acontecimientos en la Banana Republic al norte del Bravo me parece interesante compartir con los lectores.

Francamente, analizar los dislates de Trump es tarea semejante a la disección de una rana: a nadie le gusta y a nadie le importa. Pero si esto es así, ¿de dónde diablos los ríos de tinta, los bosques de papel y los millones de locuciones que la comentocracia y la(s) clase(s) política(s) derramaron por doquier en el fallido intento por explicar(se) al 45º presidente gringo que hoy gruñe con la cola entre las patas en Mar-a-Lago?

La reflexión de Clavé sugiere lo que pudiera ser parte de la explicación.

Todas las evidencias apuntan a que Donald John Trump es un gargantúa sociópata-egomaniaco que representa a la mitad de los gringos. Creo que a un llamado suyo batallones de Proud Boys, Pledge Keepers y de los ridículos -si no fueran tan peligrosos- QAnoners se abalanzarían sobre México para limpiarnos de comunistas, violadores, ladrones y demás fauna nociva para la democracia.

QAnon es una piara de gringos adoradores de Satán que postula la existencia de un Estado profundo gobernado por una camarilla de políticos pedófilos e infanticidas que extraen de los órganos de las criaturas sustancias para prolongarse la vida. Para los QAnonitas, Donald Trump es el Mesías puesto en el mundo para terminar con esa conjura.

Los seguidores de QAnon sostienen que Hillary Clinton, Barack Obama, George Soros, Oprah Winfrey, Tom Hanks, Ellen DeGeneres, el papa Francisco y el Dalái Lama, entre una lista más larga que la Cuaresma, lideran el Estado profundo. A la fecha no han aparecido nombres de mexicanos, aunque imagino a varios candidatos de entre los conservadores de nuestro pasado reaccionario.

Según estos donaldzombies, los conjurados celebraban sus cónclaves en el sótano de una pizzería cercana al Capitolio en Washington. Atormentado por el peligro a los niños y la amenaza al American way of life, un mentecato llamado Edgar Maddison Welch se armó con pistolas y rifles y asaltó la pizzería para fusilar a los conspiradores. Ya en el establecimiento, se dio cuenta de que el negocio no tiene sótano. Se entregó a la policía.

¡Hágame usted el refavor carbón!

Y mientras esa caterva de patriotas se organizaba para la segunda guerra civil y llevar al cadalso y al garrote a cuanto demócrata cruzara su camino, Donald se la pasó hipnotizado por Fox News, The Hustler y USA Today. Hoy me queda claro que, al formular su acertada y profunda tesis, Jesús Hernández Toyo no tenía en mente sólo a los políticos mexicanos: “La política apendeja a los inteligentes y enloquece a los pendejos”.

Esta sentencia orgullosamente mexicana es la herramienta analítica para entender la estrepitosa caída de la Casa Trump.

Así, la reflexión de Clavé hace más sentido. Por favor, en donde el filósofo se refiere al mundo, piense en Estados Unidos. Yo inserto mis propios comentarios.

“El coeficiente intelectual medio de la población mundial, que desde la posguerra hasta finales de los años 90 siempre había aumentado, ha ido disminuyendo en las dos últimas décadas…

“Esto es una inversión del efecto Flynn. Parece que el nivel de inteligencia medido por pruebas está disminuyendo en los países más desarrollados. Puede haber muchas causas de este fenómeno. Uno de ellos podría ser el empobrecimiento del lenguaje [analicemos los discursos de Donald] De hecho, diversos estudios demuestran la disminución del conocimiento léxico y el empobrecimiento del idioma: no sólo se trata de la reducción del vocabulario utilizado, sino también de las sutilezas lingüísticas que permiten elaborar y formular un pensamiento complejo. La desaparición gradual de los tiempos (subjuntivo, imperfecto, formas compuestas del futuro, participio del pasado) da lugar a un pensamiento casi siempre en tiempo presente, limitado al momento: incapaz de proyecciones en el tiempo [hay que escuchar las conversaciones de los rufianes en el interior del Capitolio]. La simplificación de los tutoriales, la desaparición de las mayúsculas y la puntuación son ejemplos de “golpes fatales” a la precisión y variedad de la expresión. Sólo un ejemplo: eliminar la palabra “señorita” (ya obsoleta) no sólo significa renunciar a la estética de una palabra, sino también promover sin querer la idea de que no hay etapas intermedias entre una chica y una mujer [nueve de cada diez entre la turba no terminó la secundaria].

“Menos palabras y menos verbos conjugados implican menos capacidad de expresar emociones y menos capacidad de procesar el pensamiento. Los estudios han demostrado cómo parte de la violencia en las esferas públicas y privadas proviene directamente de la incapacidad de describir las propias emociones a través de palabras”.

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