Sí, en sexenios pasados hubo corrupción, y muchísima en el gobierno de Peña Nieto, no se diga en muchos gobiernos del siglo pasado cuando el PRI tenía la hegemonía absoluta del poder.
Sí, el pueblo está muy molesto con la corrupción y el presidente, cuando estuvo en la oposición, supo manejar su discurso político (“narrativa”, neologismo/anglicismo, que es la palabra de moda en política), basándose principalmente en la promesa de acabar con la corrupción (igualito que Miguel de la Madrid, después de los excesos del gobierno de López Portillo), entonces ya es momento en que el presidente acabe con ella.
Pero hasta ahora, después de 1 año 10 meses de gobierno, no nos ha dado muestras palpables de ello. Eso sí ha hecho mucho circo, maroma y teatro, con Lozoya Austin (aunque ahora goza de su libertad limitada en su comodidad del hogar y en los límites del Valle de Anáhuac), con los juicios en contra de los expresidentes (sin tocar a Echeverría), que quedó en un mazacote de “actores políticos del pasado”, con la inusitada enderezada que la Suprema Corte le dio a la pregunta original redactada por el presidente.
Las famosas licitaciones de obra pública han quedado en superminoría frente a las asignaciones directas. Se ha echado tierra bajo la alfombra de la corrupción de sus más cercanos colaboradores. Se hizo una ridícula justificación del dinero ilegal recibido por su hermano Pío, y por doquier surge información que para muchas cosas, el gobierno sigue operando igual que siempre en materia de corrupción.
Pero eso sí, el presidente es impoluto e increíblemente hasta sus detractores lo creen a pie juntillas. Pero estimo que esto se va a terminar pronto. El presidente por más lana que reparta más pronto de lo que lo imaginamos caerá en una pérdida de credibilidad grande. Si ahora mantiene niveles de aceptación superiores al 50% (aunque no ha llegado a los sesentas y setentas porciento que antes tuvo), es por la resiliencia de nuestro pueblo y economía que aún tiene una inercia de la fortaleza que tuvo. Pero esto muy rápido se va a deteriorar, más aún con la catastrófica conducción que esta administración está haciendo de la economía, la caída en la inversión y la muy probable pérdida del grado de inversión que tendrá México.
Sí, el discurso del presidente ha sido fuerte y efectivo, teniendo aún muchos seguidores fanáticos, pero cuando se vengan los niveles graves de deterioro de la forma de vida de los mexicanos, auguro que el discurso no dará para tanto. “No hay mal que dure mil años, ni tonto que los aguante, dicta el dicho popular”, por lo que ese discurso demagógico, hipócrita y manipulador, pronto llegará a su fin, y el deterioro de la credibilidad del presidente llevará un vuelo de barrena de un avión en picada.
Lo peligroso de este asunto es la reacción que el presidente y sus seguidores tendrán. Por ejemplo: ante una pérdida catastrófica de Morena y sus aliados en las elecciones del 2021. ¿El presidente cantará fraude, como acostumbra en estos casos? ¿Echará a andar un discurso de que sus enemigos (me rehúso a usar los términos del presidente), desean volver al mundo de sus canonjías y a abusar de la corrupción? Yo creo que sí, y que la situación política de México se puede deteriorar mucho, ante la amenaza de que el presidente y su equipo pierdan el poder en el 2022 o en el 2024.
Lo que sí afirmo, es que esto no nos debe de tomar por sorpresa. Debemos de estar preparados a enfrentar lo peor, tener a un león herido como presidente, dando zarpazos a diestra y siniestra. Sobre todo, debemos estar muy atentos y decididos a no caer en la provocación de la violencia política que se pueda generar.
Estemos preparados para afrontar escenarios graves que son muy probables que se vayan a dar. Lo peor que puede pasar es no estar listos para afrontar estas situaciones. Hagámoslo por nuestras familias, amigos, empleados, vecinos. Hagámoslo por México.