Sucedió lo que muchos temían, el resultado de la elección presidencial en EU fue más apretado de lo que predecían las encuestas y Trump se declaró ganador y denunció que su ventaja “estaba evaporándose mágicamente” por el supuesto fraude de miles de votos fraudulentos, que se siguen contando.
La verdad es otra pues el candidato Demócrata Joe Biden va ganando[2] por un margen estrecho y, en marcado contraste con el presidente perdedor mantuvo la ecuanimidad en todo momento llamando a sus seguidores a mantener la calma y a vigilar el proceso hasta que todos los votos sean tabulados.
Lo que hoy sucede en la más antigua democracia del mundo es reminiscente de lo ocurrido en México en dos elecciones recientes. En 1988 Cuauhtémoc Cárdenas, candidato de una recién creada coalición de izquierda y Carlos Salinas del partido oficial que ganaba siempre, estaban bastante parejos.
Era bien sabido que los primeros resultados en ser anunciados serían los urbanos y en especial los de la ciudad de México, que se inclinaban a favor de Cárdenas, y que el voto rural, que era tradicionalmente muy fuerte en favor del PRI de Salinas, iría llegando más lento pero sería suficiente para ganar.
Lo que debió hacerse, a sabiendas de lo que pasaría, era preparar a la población meses antes de los comicios sobre el ritmo que llevaría el conteo de los votos para sensibilizarla que la victoria inicial de Cárdenas no equivalía a que hubiera ganado el proceso, y explicar las razones de esta cadencia de la votación.
En lugar de ello se optó por abandonar el conteo rápido de las votos, lo que se llamó “la caída del sistema” de cómputo, con lo que se evitó darle la victoria a la oposición en ningún momento, pero con ello se perdió la legitimidad de esa elección que la izquierda repetiría hasta el cansancio que había sido fraudulenta.
Yo platiqué con mi amigo Humberto Molina, a la sazón director del INEGI,[3] para preguntarle si no tenían un muestro por distritos electorales de cómo venía la elección, y me dijo que por supuesto, que sus pronósticos habían sido precisos y se había equivocado sólo en uno de los 300 distritos electorales del país.
En la elección de 2006 el candidato López Obrador (AMLO) había descalificado de antemano la elección en caso de no ganarla él, por lo que al perder frente a Felipe Calderón por un margen de sólo 0.62%, 243,934 votos de diferencia, el aspirante perdulario la denunció como un fraude monumental en su contra.
Igual que ahora trata de hacerlo Trump, AMLO intentó todo tipo de maniobras legales para revertir el resultado de los comicios, al tiempo que tomaba las calles en connivencia con el gobierno de la ciudad de México, en manos de sus aliados, y trató de impedir el acceso de Calderón a la presidencia por todos los medios.
Al final, prevalecieron las instituciones y el tribunal electoral decidió que el proceso había sido limpio y lo legitimó, aunque los perdedores siguieron declarándolo espurio, como es su inveterada costumbre.
A ver qué pasa ahora pero va para largo…
# 2,999
[1] Consultor en economía y estrategia en Washington DC y catedrático en universidades de México y EE.UU. Correo: <[email protected]>
[2] Al momento de escribir esta columna la votación era de 253 votos electorales para Biden y 214 de Trump, con Arizona (14) y Nevada (11) sesgándose en favor de Biden y Alaska (3), Georgia (16), Carolina del Norte (15) hacia Trump. Pennsylvania (20) sigue empatado. Se gana con 270.
[3] Instituto Nacional de Geografía y Estadística, la respetada autoridad estadística nacional.