La eliminación de la pensión vitalicia a los expresidentes de México y la elevación a rango constitucional de los programas sociales, le ha generado réditos electorales a Andrés Manuel López Obrador, cuya simple promesa le dio votos en 2018; y los beneficiarios de tales programas, más votos a la “4-T” en elecciones subsiguientes.
Entonces es una muy mala estrategia electoral pedir se vuelva a la citada pensión y que se eliminen los programas sociales, como lo pidió el expresidente Vicente Fox Quesada, quien se ha quejado amargamente de la falta de la pensión vitalicia como si fuese una persona de escasos recursos económicos o como si ejercer la Presidencia de la República no le hubiese generado ganancias.
Y como es una pésima estrategia, Xóchitl Gálvez Ruiz prácticamente se vio obligada a deslindarse de su exjefe (formó parte de su gabinete presidencial), así como a desmarcarse de su deseo de que ella regrese la pensión a los exmandatarios y elimine los programas sociales cuando en 2024 gane la Presidencia de la República.
Pero Vicentito en nada le ayuda con tan desafortunadas declaraciones, porque ambos temas son harto sensibles en el ánimo de los electores de todos los estratos sociales y de todas las filiaciones políticas existentes en México.
Pues si algo molesta a la ciudadanía en general es la desproporción entre la riqueza de los gobernantes y la pobreza de los gobernados.
La clase media y la clase alta no son ajenas al malestar porque son las que mayormente contribuyen al gasto público con el pago de impuestos, de los cuales salía para las pensiones de los exmandatarios y de donde sale para financiar los programas sociales.
Así que sería un error volver a la asignación presupuestal a los expresidentes de México del partido político que sea, así como eliminar los citados programas. Éstos, más bien, habría que perfeccionarlos para evitar su uso electoral y que degeneren en un asistencialismo inhibidor del deseo de superación de las y los mexicanos.
No es como dice Fox: Que se eliminen para que “trabajen los huevones”; no.
Pululan las personas sin posibilidades de ganar siquiera un salario mínimo, por diversas causas que van desde falta de preparación para realizar algún trabajo calificado, hasta por falta de fuentes de empleo, en cuyo caso de nada les sirve contar con una profesión técnica (por ejemplo) si no hay donde emplearse.
Precisamente por falta de fuentes de empleo en comunidades indígenas y campesinas del país, la gente sigue sumida en pobreza o pobreza extrema, tejiendo sombreros de palma y subsistiendo con la producción agrícola de autoconsumo, por citar un ejemplo. Peor aún, se convierten en poblaciones esclavas de grupos dedicados a la siembra y tráfico de drogas.
Y la falta de fuentes de empleo tiene que ver con la ausencia de oportunidades económicas: Vías de comunicación, conectividad, industria, comercio; incluyendo la macro economía y la economía social sostenida en planos de igualdad en las prioridades del desarrollo.
Eso es lo que deberían ver y planear las ‘corcholatas’ presidenciales de todos los colores, independientemente de lo que ordene el jefe o digan los exjefes.
Vaya, los programas sociales son necesarios, pero nunca serán suficientes para salir de condiciones de pobreza; es indispensable acompañarlos paralelamente con programas de fortalecimiento a la economía regional, local y nacional.
En cuanto al segundo tema, conforme a los datos publicados en un artículo en diario El Economista, la pensión de los expresidentes de México oscilaba en los 205,122 pesos. Había también el pago de un seguro de vida, seguro de gastos médicos mayores, aguinaldo y gratificación de fin de año, y salario hasta para 25 personas de apoyo y seguridad.
Pero se acabó a partir del 1º de diciembre de 2018 luego de que AMLO asumió el mandato como Presidente de la República.
¿Debe volver esa pensión?
Sería un error.
No porque se trate de una acción de AMLO, sino por el costo que significa para las arcas públicas sostener a un exmandatario de manera indefinida. Además, del costo político en las urnas electorales máxime si se desestiman los programas sociales, cuando algunos de éstos representan un verdadero apoyo por ejemplo aquellos que se otorgan a adultos mayores y a madres solteras.
Un expresidente de México si bien sirvió al país, nadie le pidió ‘sacrificarse’. Más bien concretó una aspiración personal y fue postulado por un partido político; tal vez hasta impulsado por grupos con algún tipo de interés.
Durante seis años tuvo un sueldo decoroso y prácticamente todos sus gastos los absorbió el erario, entonces ¿por qué otorgarle una pensión vitalicia? Si ya los gobernados le pagaron bastante bien todo un sexenio, en el cual dispuso como quiso del dinero público.
En la hipótesis de que la oposición gane la Presidencia de México en 2024 y luego restablezca la pensión vitalicia a los expresidentes, el más favorecido sería AMLO.