Una cosa es que la candidata opositora Xóchitl Gálvez Ruiz hayan vendido gelatinas en su adolescencia para ayudar a los gastos de su casa y otra muy diferente su gran tropiezo electoral al buscar por segunda ocasión el cobijo de Estados Unidos en el proceso electoral mexicano, sobre todo porque está implicando que no confía en el Instituto Nacional Electoral.
En dos ocasiones, Gálvez Ruiz se ha reunido con el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar en modo de procónsul, para quejarse de presuntas irregularidades en las precampañas y el lunes le pidió al diplomático que el Gobierno de Estados Unidos en modo de estrategia de seguridad nacional voltee los ojos hacia la política mexicana y, de modo natural, estaría demandando el intervencionismo de la Casa Blanca como garante de las elecciones presidenciales mexicanas.
Estados Unidos siempre ha sido un punto negativo en procesos políticos mexicanos, desde aquellos aciagos días del golpe de Estado contra el presidente Madero que fue urdido en la embajada estadounidense en México, pasando por el activismo del embajador reaganiano John Gavin en 1984-1986 prohijando la alianza EU-iglesia católica conservadora-PAN-empresarios que logró el apoyo estadounidense para buscar la alternancia partidista en las elecciones presidenciales de 1988.
A ello se agrega todo el intervencionismo público de Estados Unidos como gobierno y sus partidos tratando de tomar el control de la política de seguridad mexicana y de imponer los criterios de la Casa Blanca en materia migratoria, además de la estrategia muy puntual –definida nada menos que por John Dimitri Negroponte, el súper espía de la Oficina Oval– del enfoque de seguridad nacional del Tratado de Comercio Libre que el presidente Carlos Salinas de Gortari aceptó a sabiendas y que significó la subordinación de la política exterior mexicana a los intereses geopolíticos y de seguridad nacional de Washington.
La precandidata Gálvez Ruiz ha demostrado una supina ignorancia respecto a que uno de los principios rectores históricos de la Presidencia mexicana se define en términos de la seguridad nacional vis a vis el expansionismo ideológico, militar, económico y de seguridad de Estados Unidos sobre México, todo ello enmarcado en las exigencias de la letra chiquita del Tratado comercial firmado por Salinas de Gortari y gestionado de manera operativa por Negroponte.
En este contexto, las dos súplicas de la precandidata Gálvez Ruiz al embajador de la Casa Blanca no significan sino la apertura de puertas de la estructura electoral mexicana a los intereses de Estados Unidos, buscando que el gobierno estadounidense sea el observador de las elecciones mexicanas pero con funciones de autoridad supranacional.
Hasta ahora, ningún candidato de la oposición había sido tan proclive a insistir en quejas ante la autoridad diplomática del Gobierno de Estados Unidos en México con el ánimo de abrirle las puertas político-electorales a un gobierno extranjero para que sea quien vigile las elecciones y determine quién será el ganador.
Las dos reuniones de la precandidata Gálvez Ruiz con el representante oficial de los intereses económicos, políticos y de seguridad nacional de Estados Unidos han tenido una lectura de violación de los principios de autonomía política y diplomática de México frente al permanente acoso y acecho de Washington sobre México y dejó entrever la preocupación en analistas que han seguido esta temática de que la presunta presidencia de Gálvez Ruiz en Palacio Nacional representaría la cesión de la soberanía mexicana a los intereses de un gobierno extranjero.
Por razones de definición estratégica, todos los políticos mexicanos involucrados en el proceso electoral debieran de mantener una distancia estricta de Estados Unidos y no dejar indicios o mensajes de solicitud de auxilio como si los mexicanos no tuviéramos capacidad para organizar las elecciones, a pesar de la experiencia de procesos que llevaron a elecciones limpias que alternaron la presidencia del PRI al PAN, del PAN al PRI y del PRI a Morena. No debe olvidarse que la embajada americana en México tiene la planta más grande e importante de la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos, incluyendo las estaciones extranjeras más numerosas de la CIA, del FBI, de la DEA, de inteligencia militar y del Pentágono.
La queja y solicitud de apoyo de la candidata Gálvez Ruiz al Gobierno de Estados Unidos para blindar su propia elección abrió una brecha de seguridad nacional en el Estado mexicano.
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Política para dummies: la política es por sí misma la esencia de la seguridad nacional de un Estado frente a otros estados imperialistas.
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@carlosramirezh
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