Toda propuesta de cambio de régimen es producto de una transición pactada o de una ruptura revolucionaria. Las dos tienen sus posibilidades y sus limitaciones, Una gran transición pactada fue la de España a la muerte de Franco; las rupturas revolucionarias en América Latina han sido ejemplo de alcances restringidos y su permanencia suele estar determinada por la instalación de una dictadura, como por ejemplo en Cuba.
López Obrador ha señalado con insistencia su modelo de cambio de régimen, basado en propuestas más bien procedimentales o de cumplimiento de reglas de la democracia. No se modifica el modelo de desarrollo, ni la política estabilizadora macroeconómica, ni fija nuevas reglas de marco Constitucional. El sistema político, el régimen de gobierno y el Estado constitucional sigue siendo el mismo del proyecto nacional de la Revolución Mexicana.
Sus iniciativas de mayor tensión política en el Congreso no alcanzan la definición de cambio de régimen. Inclusive, el centralismo presidencialista no varía mucho del que existió en el largo periodo priísta y el corto ciclo panista, si acaso con mayor presidencialismo y sin margen de maniobra de otras instancias de gobierno.
De todos modos, pudiera decirse –basados en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024– que existe un golpe de timón en el rumbo de la conducción del desarrollo: del modelo de mercado de De la Madrid-Salinas de Gortari de nuevo al del Estado populista anterior. Esa decisión implica una disputa por la hegemonía política entre el bloque de poder estatal con el bloque de poder empresarial. Las variaciones no son estructuralmente profundas, aunque sí habrá repercusiones en la política económica y el papel político del presupuesto. El viejo priísmo pugnó por el Estado social, De la Madrid-Salinas de Gortari crearon el Estado autónomo de compromisos sociales y ahora López Obrador regresa al Estado con responsabilidades sociales en economía.
El problema que revela el PND de López Obrador radica en su decisión de regresar al Estado a la conducción activa e intervencionista del Estado, pero sin romper con las condicionantes estabilizadoras y antinflacionarias del Estado neoliberal y sin ninguna reforma fiscal que amplíe los recursos presupuestales del gobierno. Por eso se advierte, en un primer reparo, que los gastos asistencialistas se hacen a costa de reducir otros programas sociales.
El Estado neoliberal salinista logró controlar la inflación y aumentar sólo el comercio exterior –lo multiplicó por 10–, pero sin beneficios sociales: el 57% de la mano de obra es informal, el 70% de las familias de los deciles bajos tiene el mismo ingreso nacional que el 10% de los más ricos y el 80% de los mexicanos vive con una a cinco carencias sociales. La estabilización macroeconómica se logró con un PIB promedio de 2% en el periodo 1983-2018 y una polarización de la riqueza: los 15 hombres más ricos de México tienen una fortuna del 12% del PIB.
La propuesta estatista de López Obrador se presenta como necesaria, pero carece de una propuesta de reorganización del sistema productivo y del modelo de desarrollo. La lucha contra la desigualdad se resume en asignación de dinero directo a ciertos niveles marginados, pero sin modificar la estructura de la polarización de la riqueza-pobreza. Sin reforma fiscal estructural, el gasto social y el gasto asistencialista se basará en la recaudación normal del modelo neoliberal salinista y se cobijarán a nuevos sectores a costa de descobijar a otros. Los ricos seguirán siendo ricos y podrán trabajar bajo la conducción del Estado para seguir aumentando su riqueza.
No existe en el Plan ninguna propuesta de diseñar un nuevo modelo de desarrollo para crecer y distribuir socialmente los beneficios del crecimiento. La política salarial no se presenta como detonador de la distribución de la riqueza y sus aumentos obedecen más a la necesidad de ampliar un poco más la demanda efectiva en. función de mejores niveles de bienestar; es decir, el aumento del salario mínimo en 16% sigue sin ser suficiente para la canasta básica, pues la pérdida de poder adquisitivo sigue siendo de alrededor de 65%. La planta productiva sigue siendo estrecha y un obstáculo para crecer sin inflación más de 2.5% mensual, lo que quiere decir que la meta oficial 4%-6% será imposible de alcanzar sin una gran reforma productiva con reconversión industrial.
El regreso del Estado sin una reforma de la estructura productiva y presupuestal será el abono para otra de las crisis inflacionarias-devaluatorias que ya conocemos. Es verdad que el único que puede recomponer el crecimiento y la distribución de la riqueza es el Estado, pero se requiere de una gran reforma política, económica, productiva y del poder. En el pasado los populismos se conformaban con gastar más hasta que los colapsos inflacionarios recordaban que la economía se mueve por equilibrios y no por ambiciones de poder.
Hasta donde alcanza a mostrar el PND, el modelo de Estado de López Obrador se basa sólo en el aumento del gasto, el mismo ingreso, proyectos de inversión pública que no se podrán cubrir con el presupuesto aprobado y estabilidad macroeconómica con PIB bajo y gasto acotado.
@carlosramirezh