La crisis de seguridad pública en Ecuador dejó ver tres indicios preocupantes: la facilidad en la transnacionalización del crimen organizado, la crisis de inseguridad en modo de seguridad interior que justifica la intervención directa y rápida de las Fuerzas Armadas y la amenaza de que Estados Unidos aproveche la crisis para tomar el control de la lucha contra la delincuencia.
Gobiernos populistas han permitido el crecimiento y fortalecimiento del crimen organizado en función de un modelo que ya demostró su ineficacia: la gobernanza criminal, es decir, la cesión del poder del Estado a bandas criminales para establecer mecanismos mínimos propios de gobernabilidad y tranquilidad social si no se dan disputas criminales por territorios y sólo se dedican al tráfico de productos ilegales.
El otro punto que mostró Ecuador radica en la percepción pública de que sólo las Fuerzas Armadas y su capacidad de defensa de la soberanía son la que deben ponerse en operación para defender la gobernabilidad social y la soberanía del Estado ante el crecimiento de la inestabilidad violenta de bandas criminales que aprovechan los vacíos institucionales para asentarse en partes de la soberanía de los estados.
Las Fuerzas Armadas en los países afectados por el crimen organizado están consolidando no su justificación sino su función estratégica para combatir a todos los grupos que están disputándole control, soberanía e institucionalidad a los estados gubernamentales. La estructura criminal en áreas de confinamiento de delincuentes ha significado una cesión de la autoridad del Estado para castigar la delincuencia, pero ayudando a crear nuevas organizaciones criminales que operan desde zonas de castigo con la complicidad de autoridades encargadas de evitarlo.
La crisis de seguridad pública en Ecuador podría estarse convirtiendo una crisis de seguridad nacional por la intervención ya ofertada de la Casa Blanca y las Fuerzas Armadas estadounidenses para ayudar al gobierno de Daniel Noboa a combatir a los delincuentes, pero en el entendido de que nada es de gratis y que implicaría la intervención directa de la estructura de seguridad nacional civil y militar de Estados Unidos convirtiendo a Ecuador, en un juegos de palabras ya conocido de Gregorio Selser sobre Honduras en los ochenta, en un portaviones terrestre Ecuador USS y abriría la posibilidad de que militares estadounidenses asuman el control regional de países que están siendo flagelados por el crimen organizado.
Por si hiciera falta una evidencia concreta de que la crisis de seguridad pública de Ecuador se encuentra en modo de seguridad interior por sus efectos transnacionales, el gobierno del presidente Noboa convocó la presencia inmediata Fuerzas Armadas para hacerse cargo de la lucha contra grupos delictivos que han rebasado a los contingentes de seguridad pública, algo que, por ejemplo, México previó en 2018 con la creación de una Guardia nacional de formato militar y mando civil pero adscrita al espacio político e institucional de las Fuerzas Armadas porque la delincuencia organizada y hasta desorganizada ha rebasado en México a las estructuras meramente policiacas.
De la magnitud del conflicto con la delincuencia en países como Guatemala, El Salvador, Colombia y Ecuador, las fuerzas de seguridad interior estos países necesitan una coordinación operativa que combata a los cárteles criminales no solamente en los países respectivos, sino que tienen centros de dominación en Estados Unidos y México. En este sentido se ha planteado la urgencia de una fuerza transnacional de lucha contra el crimen organizado sin los intereses –aunque sí las preocupaciones– de Estados Unidos, en tanto que las Fuerzas Armadas regionales tiene capacidad de contacto para desarrollar fuerza de tarea que incidan sobre otros países.
La identificación de grupos delictivos de los Maras en El Salvador, de las viejas organizaciones de narcos en Colombia y del expansión de actividades y territorios de los cárteles mexicanos de Sinaloa, Jalisco y Los Zetas está requiriendo de enfoques de seguridad interior con criterios militares porque los grupos delictivos no son carteristas ni asaltantes de microbuses, sino estructuras integradas en áreas productivas, territorios apropiados, recursos económicos para la corrupción de funcionarios y decisiones en curso para capturar instituciones del Estado.
De ahí que Ecuador sea importante para una política de seguridad transnacional de países que evite el dominio estadounidense.
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Política para dummies: la política es de corrupciones, y las decisiones vienen por añadidura.
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