Anarquista

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El consejero político de la embajada de Estados Unidos estaba en el comité que me entrevistó cuando competí por la beca Fulbright, con la que estudie el posdoctorado en UCLA. Me dijo usted es marxista, supongo que basó su pregunta en que la tesis doctoral arranca discutiendo el concepto Autonomía Relativa del Estado que publicó Engels en una carta a Konrad Schmidt. La entrevista indagaba mis inclinaciones ideológicas y se confundió cuándo dije que consulté a la ciencia política funcionalista (estadounidense) y que los marxistas eran dogmáticos. Entonces con voz de triunfo me dijo:

– ¡So you are an anarchist!

Sostuve que los anarquistas también son dogmáticos.

Tiempo después impartía un taller de Ciencia Política en la UNAM que era auto gestionario, se trabajaba en equipo, los alumnos se calificaban entre ellos y muchos tachaban de anarquista. Un buen día alguien pone un periódico Flores Magón en un muro de la facultad y días después aparecen pintas en la facultad con el símbolo anarquista, una A encerrada en un círculo negro y en un baño de hombres la leyenda Brigada Bakunin.

Un viejo refugiado español anarquista que había hecho una fortuna vendiendo obra de arte y que financiaba tareas de izquierda, me manda llamar y con mucha seriedad me pregunta si yo soy el jefe de la Brigada Bakunin, al negarlo yo, me pide le diga quién dirige la brigada, le digo que no sé, pero que seguramente como Bakunin esa brigada tenía el lema: pronto seremos dos. Mientras más lo negaba menos me creía.

Unos años después un alumno mío que me adoptó como su padre, me confesó el misterio de la brigada.

– Me fui a echar unas cheves y ya medio pedo fui a comprar un bote de pintura, pinte la facultad, tire el bote y me fui a dormir. Hay que reconocer que la brigada antes había pintado una pared de la catedral de Monterrey.

En otra ocasión llegaron a mi oficina en la Facultad de Ciencias Políticas, miembros de las mariposas negras, o sea, el ala anarquista del movimiento homosexual, los comunistas eran las mariposas rojas. Me invitaron a su desfile y me propusieron que ahí bailara con ellas. Confieso que hasta allá no llegaba mi apoyo a esos grupos.

Después vino una represión brutal en la facultad tratando de no dejarme doctorar porque era amigo de los editores de la Revista Caos, revista más bien ácrata, que estaba financiada por el refugiado anarquista, inclusive publique ahí un cuento, y la revista se lanzó en contra de los trotskistas. Ser amigo de ellos implica que compartía todas sus ideas, así piensan algunos seres pequeños.

Me llama la atención dos cosas: la facilidad para etiquetar a la gente sin buscar la profundidad de su pensamiento, este se podía ver ya entonces en mis publicaciones iniciales. La segunda es ver que la gente se espanta ante los estereotipos o lo desconocido.

Algunos posiblemente veían la repetición de la historia cuando los anarquistas lanzaban bombas, así que la propuesta anarquista de “acción directa” implicaría actos de terrorismo. Los ignorantes en la Facultad no se dieron cuenta que los Flores Magón eran anarco-sindicalistas y estaban lejanos de los anarquistas europeos.

Emile Zola, en uno de los 20 tomos de su historia de la familia Rougon-Macquart describe la disputa entre marxistas y anarquistas. En Germinal se aborda un conflicto laboral, los comunistas (Marx) abogaban por la vía formal, declarar la huelga, mientras que los anarquistas (Bakunin) abogaban por la destrucción del capital, si a final de cuentas la revolución socialista implica destruir al sistema capitalista, el anarquista buscaba recortar el camino. Se declara la huelga, el anarquista no para y es el único que come y toma cerveza, y después de la penuria de la huelga el capital decide reprimir a los obreros, así que mientras los comunistas lloran a sus víctimas, el anarquista destruye la mina y se va. Disyuntiva interesante la planteada por Zola.

Hace poco alguien me decía que había quien estaba sorprendido por mi giro, de anarquista a analista del sistema, ahora hago análisis matemático del fraude electoral y coordinó (con Carlos Ramírez) un libro sobre el 175 aniversario del Manifiesto del Partido Comunista, sin ser comunista.

La etiqueta se quedó, seguramente los que la repiten no han leído lo que he escrito a lo largo de casi 50 años, donde he escrito desde teoría política, teoría de redes, humor político y he criticado las injusticias del sistema capitalista, pero ni doy consejos ni he abogado por alguna de las vías revolucionarias, si es que éstas son viables.

En el camino he coleccionado anécdotas sabrosas como las que hoy comparto con usted.