¿López Obrador sí dejará el escenario libre?

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La pregunta es oportuna. El poder es adictivo, se dice que no se puede dejar de lado fácilmente y marcharse sin más. Es humano, es normal y ha sucedido que no se deja de golpe. Decir que se marcha, es sencillo. Ya hacerlo, a más de uno le ha costado. No caben excepcionalidades ni excepciones de ninguna índole. A todos les puede suceder que titubean o intentan otra cosa para quedarse; y todos los mandatarios una vez terminado su periodo, debieran marcharse y callarse. Su tiempo político ya fue, ya no hay más qué hacer.
Si bien, López Obrador advirtió hace mucho y más de una vez respondió en más de una ocasión a los siempre burdos reclamos opositores a la reelección de su personita, que no se reelegiría y cumplió; y si no se reeligió fue porque la ley lo impedía y el tipo no tenía ganas de reelegirse y lo demostró en los hechos; es decir,  que si no se reeligió fue por eso y no porque lo haya impedido el PAN salvador de democracias (risas) y otras tonterías con las que buscan presentar al PAN, sus seguidores; y luego entonces, uno esperaría que resuelta la sucesión presidencial y con turno ya de Claudia Sheinbaum, el presidente saliente –no “en funciones”, figura ajena que no existe en México– sencillamente, se limitara estos meses restantes de su sexenio a cerrar si no con broche de oro, si con broche de presión, pero que cerrara.
No tiene que permanecer ni ocioso ni rumiando su fin de sexenio. Se vienen huracanes cuya emergencia siempre hay que atender, como para que ande haciéndole sombra a la presidenta electa. Tendrá en qué ocuparse. Y reconocer que su poder innato va decreciendo como es lo normal en política. Que la deje trabajar y punto. Él ya se va y ha de irse en serio. Ya se va, por lo cual más vale que no caiga presa de la desaconsejable tentación de tratar de gobernar a través de Claudia Sheinbaum. Mas, para que eso no suceda, todo indica que será necesario que la Sheinbaum marque distancia, dé un golpe de efecto, afiance autoridad y demuestre quién empieza ya a tenerla creciente. Que lo ponga quieto. ¿Ruptura? Si López no se mide, sí. Hay visos de que no quiere estarse quieto ni antes ni después del 1 de octubre. No puede ella cometer el error de no proceder o de caer, por no equivocarse como no quería nunca equivocarse López, en su mismo error de la inacción y no ponerle un alto. Son las quisicosas del poder y no es ni bueno ni malo, simplemente es así.
Sí, llegó la hora de que Morena demuestre que no es ni partido de un solo hombre ni movimiento que se fracture sin el líder fundador.
Del proceder de López y su supuesto apartarse del poder, como tanto ha prometido, hay señales contrarias, incómodas, acaso de no alerta, pero nos ponen en alerta de que López pueda no querer irse. Ya le toca irse el 1 de octubre y deberá de hacerlo. Hacerlo no es potestativo ni para él ni para quienes simpaticen con él. Es obligatorio.
Sí, no se ha cumplido la zarandaja opositora de que el gabinete sería continuidad de López. Falta ver si los llamados atendibles de “su presidenta” serán por razones de Estado o para salvar el pellejo de ¿hijos, familiares o alguno que otro funcionario del actual sexenio? si imperaran rumores y señalamientos. Al tiempo. Y veremos si atendiera.
La historia demuestra que un presidente nuevo rompe con el anterior. Necesita su propio espacio, desmarcarse, imponerse. Ni pactos de impunidad ni nada. Golpes de efecto si acaso, que son un “estate quieto” al presidente saliente. A Fox y a Calderón por la plataforma X hay que verlos como Dios ve a los conejos y ni seguirlos ni padecerlos. ¡Basta de sus ruindades!  No han sabido guardar las formas y así los han vapuleado con seriedad y merecido, los ciudadanos, por no haber entendido que su tiempo político ya fue. Ahí tienes al acusado de espurio de Calderón y acusado de alcoholismo, hablando de elección de Estado con la Sheinbaum. ¿Se puede ser más timorato y miserable?
El beso no consentido a Sheinbaum ha sido desagradable. Ella ha sido cauta pero firme y eso agrada. Ya vendrán la soltura y la seguridad que den ser presidenta. Ha sido complicado su andar. Acaso teniendo las riendas necesite, o quizá no, dar un golpe de efecto al presidente saliente para que entienda que su mandato, su ejercicio, su desempeño en la historia de México habrá cesado y ya estaremos en otro sexenio con otras maneras y otras realidades.
Ojalá que la civilidad de López Obrador sea suficiente para que no haga falta nada de eso. Ojalá que, sencillamente, se retire como prometió hacerlo, que nos ha contado mucho que lo hará, pero hasta ahí. Sí, conforme los días pasen su poder decrecerá. Sí, puede hacer lo imposible por retenerlo y llamar nuestra atención, pero los tiempos inexorables de la República y la sana convivencia marcan el fin de su mandato y, por lo tanto, el final de su poder. Si lo consigue entender, estupendo. Si no lo consigue entender, Sheinbaum está en problemas y tedrá que actuar.
Una sana regla fundamental de la República desde la época del priato, sobre todo, fue que los expresidentes se marchaban y a cambio de su silencio, la impunidad. No hay motivos para que esto cambie, pero la regla de oro es lo que es y queda a los exmandatarios llevarla a cabo a rajatabla. Los priistas hasta ahora, han sido bastante disciplinados, no por institucionales ni honrados, sino porque tienen mucha cola que les pisen. Así que López Obrador tiene la extraordinaria oportunidad de respetar los tiempos de Sheinbaum. Ya no son sus tiempos y eso todos, él, propios y extraños, afines y opositores deberán de entenderlo. A ver si pueden.