La petición de entablar diálogo de Norma Piña, la titular visible del Poder Judicial, al titular del Ejecutivo, López Obrador, es que llega tarde y se lo ha expresado correcta y puntualmente el presidente López Obrador. Aquella parece no enterarse.
Se la llamó hace mucho a dialogar y antes a reflexionar sobre los despilfarros de la Suprema, y antes, antes, a que reflexionara (y actuara) sobre que los propios ministros emitieran acuerdos bajándose si no sueldos, siquiera prestaciones dispendiosas y abusivas. Repitámoslo por si alguien aún no lo tiene claro: dispendiosas y abusivas. ¿Que no son ilegales? Dispendiosas y abusivas, que no es cosa menor. Punto.
Bajárselas en tiempos de pandemia con un empobrecido pueblo mexicano que atestiguaba sus estratosféricos e insultantes emolumentos sostenidos al ritmo de “porque podemos, porque los merecemos”. Pues eso. Habría sido estupendo que la Suprema hubiera estado a la altura de las circunstancias. No fue solidaria con la Patria.
Con marrullerías, con salidas legales y otras vergonzosamente más bien legaloides, se tiró de a loco al primer mandatario desde la misma Suprema. Va. Mientras, Piña transitaba jugueteando entre el silencio y la aparente inacción defendiendo sus inaceptables privilegios, Piña cenaba con Alito y amagaban, afirman, a los magistrados del Tribunal Electoral. Qué vergüenza que Piña procediera así. Qué mancha indeleble a su nombre y a su cargo. Un doble y muy reprobable juego, propio de quien hace política, pero ignora sus reglas y en ese torpe proceder solo da trompicones.
Pues, en política cuentan los hechos y las acciones. No las zarandajas esas de control de daños haciéndose los que no se enteran. Hechos y acciones. Se cometen y se pagan las consecuencias. Punto.
A propósito, dice el clásico: le pidieron cacahuates (atender supuestas superficialidades, despilfarros) y la Piña no quiso. Hoy, le piden el todo, una reforma profunda al Poder Judicial y entonces al ver que los electores ciudadanos libremente encumbraron a Morena el 2 de junio, reforzándola, y es altamente probable que tenga mayoría en las cámaras legislativas federales para impulsar una reforma constitucional y, de paso, ya cuenta con las suficientes legislaturas estatales para concretar una reforma constitucional, es entonces que la seño ministra presidente ahora sí se digna a pedir diálogo. Cuánta mezquindad y miopía ha derrochado.
Ya le contestaron: ya no es con el presidente saliente, que ya envío su iniciativa. Ya le respondió la presidenta entrante que es en los foros de discusión donde se debata el punto y hasta el señor Monreal le dice que, en dado caso, la ministra presidente dialogue con el Legislativo, que es donde se cocinará todo. Y este último apuntamiento es certero y un revés vital a la politización del tema hecho por la propia señora Piña desde la Corte, a la que hay que recordarle dónde se fraguan las leyes y se amoldan también los intereses. El Judicial tendrá la palabra o, al menos, algo qué añadir en su espacio y funciones aparte y tendrá frente así y en ese marco, la interesante, defendible y saludable división de poderes con sus respectivos pesos y contrapesos. La presidenta electa Sheinbaum ya le propuso que haga su contrapropuesta. Bien bajado ese balón.
Sí, la Suprema puede frenar cambios con otros mecanismos constitucionales. Sin embargo, de momento hay dos cosas destacables. Dialogar es democrático, las marrullerías desde la Corte, no. 35 millones de votos sí traen consecuencias y deben traerlas, aunque a ciertos opinólogos les causó tirria el resultado del 2 de junio. No entienden que no entienden, también. Como el PRI de Alito no entiende que el principal problema del putrefacto PRI es el PRI mismo. Sus sainetes, mamarrachadas y desparpajos no nos sorprenden y solo nos recuerdan que no es opción.
Piña pide demasiado tarde un dialogo. Qué lástima que no rectificó meses atrás cuando solo le pedían cacahuates. Qué lástima que no estuvo a la altura de lo que pedía el pueblo de México y se dejó llevar, si es que no actuó de motu propio. Si actuó de motu propio, qué pena, qué vergüenza. Le faltó altura de miras. Es lo que tiene ser ministra sin dotes políticas. Lo ha demostrado tantas veces la seño ministra. Quien se haya creído que el cargo solo exigía saber de Derecho, está profundamente equivocado. La Política y el Derecho se entremezclan, pero el arte de gobernar incluye saber las combinaciones exactas que se ameritan al caso y Piña las ignoraba, provocando menudos baturrillos.
La seño ministra las ignoraba, se nota, y la han bateado. Ojalá que afine el olfato político y sepa leer mejor los tiempos la siguiente vez. Todo esto nos recuerda que no siempre es todo saber la ley ni la ley tiene todas las respuestas. Es cuánto.