Cada año se olvida que la celebración el 8 de marzo del Día Internacional de la Mujer fue una iniciativa y conquista de la izquierda socialista femenina europea y estadunidense. Y si bien nació bajo la bandera del sufragio femenino, el fondo fue asumir a la mujer en su condición de clase explotada.
Por eso en México se deben analizar las reacciones a las marchas del 8 de marzo en función del debate ideológico, no de jefes de mantenimiento que buscan que los usuarios de lugares públicos no anden ensuciando. En México, según el INEGI, la tasa de participación económica de las mujeres llegó en 2020 a 49%, contra 33.3% en 2010. Y si se agrega la carga adicional de trabajo por la pandemia y el confinamiento, entonces la mujer productiva es mayoría sobre los hombres.
Y a pesar de su papel clave en la estabilidad de la célula social familiar y en la economía, las mujeres tienen que salir a gritar los abusos, los acosos y las explotaciones adicionales. Hoy en día casi el 40% de la población económicamente activa es femenina.
En este sentido, la opresión a las mujeres –por temas sexuales o productivos– es parte de la explotación productiva derivada del modo de producción capitalista que distribuye la riqueza social a favor de una minoría. Los hombres del poder son esa minoría, por lo que la equidad de género en la participación publica debiera ser mayoritaria para las mujeres. De ahí que los políticos tradicionalistas apelen al minoritario pacto patriarcal para mantener la explotación productiva, de clase y de género de las mujeres.
La inexistencia de un verdadero partido de izquierda socialista explica el hecho de que la agenda de las mujeres carezca de canales de negociación política y tengan que salir a las calles a estallar la violencia que es, en los hechos, revolucionaria. Los abusos sexuales de mujeres por parte de políticos, funcionarios y burócratas son una forma de extender el mecanismo de explotación social de las mujeres: participación en el trabajo, pero bajo el yugo sexual masculino.
El machismo es la extensión de la explotación productiva llevada a las relaciones de pareja: el doble trabajo para las mujeres, en la fábrica y en el hogar; las agresiones en el confinamiento; y la carga educativa de los hijos revelan la lucha de sexos como parte de la lucha de clases. La mujer es sobreexplotada por los hombres al igual que el trabajador lo es en las fábricas: para aumentar la plusvalía.
El desdén del sistema judicial a las denuncias y derechos de las mujeres es parte de la utilidad en la explotación: atender las quejas implicaría, en la lógica de la explotación, un aumento de los costos de la mano de obra. Y en el hogar el trabajador explotado en la fábrica reproduce el modelo en la explotación de la esposa, la compañera y los hijos.
Este contexto debe ubicar el contrasentido: si Morena es el partido que se autodenomina de izquierda y en su seno encontraron sus catacumbas los últimos jurásicos del Partido Comunista Mexicano, entonces Morena debiera defender los derechos de las mujeres y no potenciar candidaturas como la de Félix Salgado Macedonio.
Al final del día, la fuerza política de la mujer se expresa en las urnas, no en las marchas. Y el camino de la protesta debiera conducir a organizaciones de género como organizaciones gremiales que impongan la fuerza de su mayoría en las agendas de los partidos y de las instituciones de poder. Es la hora en que el poder legislativo calla ante el caso Macedonio y del exlíder capitalino priísta Cuauhtémoc Gutiérrez.
Las protestas, por lo tanto, deben derivar en una agenda básica de derechos de equidad de género, de defensa de la integridad femenina y de garantía judicial ante el machismo político como discriminación de género.
Si los partidos no quieren, las mujeres sí pueden.
Gobernadores y elecciones. Ya rumbo a procesos electorales legislativos y de gobernadores, las encuestas están enviando mensajes en clave: los gobernadores salientes mejor posicionados ayudarán a los candidatos de sus partidos, si acaso, claro, los aspirantes deciden aprovechar ese impulso. Destaca el priista Quirino Ordaz Coppel, de Sinaloa, en primer sitio de aprobación de mandatarios estatales con 69.4%, en un relevo local que el candidato priísta Mario Zamora está utilizando para avanzar en las encuestas. Baja California Sur y Querétaro andan por el mismo camino: el PAN en el poder tiene asegurada la continuidad. En cambio, en Sonora la gobernadora priísta es desdeñada por el candidato PRI-PAN-PRD.
Política para dummies: La política es machista.
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