Martín-Miguel Rubio Esteban
Bernardino de Mendoza (1540-1604). Historiador, capitán, diplomático, humanista, traductor, teórico sobre el arte de la guerra y poeta. Resobrino del cardenal Cisneros, estudió en Alcalá, licenciándose en arte y filosofía a los diecisiete años. En 1560 empezó su carrera militar, asistiendo en 1563 y 1564 a las expediciones de Orán y del Peñón, y a la de Malta en 1565; acompañó en 1567 al duque de Alba a Italia, encargándole su superior una importante comisión cerca de Pío V, que versaba sobre el peligro de los protestantes ginebrinos que amenazaban Italia y otros asuntos sobre Flandes. En Flandes, y con la graduación de capitán de caballería, se distinguió por su pericia y valor. Decidió con su arrojo la toma de Mons. Culminó sus hazañas en Flandes en la batalla de Mook (14 de abril de 1574), en la que mandaba la caballería, pieza fundamental para la victoria. Más tarde, a las órdenes de Julián Romero, volvería a vencer a los enemigos de España en Lovaina y Lievel. Después de aquello Felipe II le encomendó labores diplomáticas, primero en Inglaterra, ante la reina Isabel I, que entonces era aliada de Felipe II, y gracias a sus gestiones Inglaterra avitualló a la Armada Española. Tras seis años muy felices de embajador en Inglaterra, en donde hizo buenos amigos, el Rey lo mandó como embajador ante Enrique III, rey de Francia, para que organizase a todos los descontentos contra el Rey en complots y conjuras. Durante el sitio de París por las tropas reales se distinguió por su heroísmo, no sólo prestando a los sitiados su concurso de militar docto y aguerrido, sino repartiendo alimentos entre la gente necesitada. Los triunfos de Enrique IV obligaron al rey de España a mandar una escolta de 200 soldados alemanes para proteger a su embajador que salió de París la noche del 3 de enero de 1591. Durante su estancia en Francia escribió los Comentarios de lo sucedido en las guerras de los Países Bajos desde el año 1567 al año 1577, que dedicó al futuro Felipe III. Constituyen un libro de gran valía por los conocimientos militares que en él se expone y por su valor inmenso de historia política. Han sido traducidos a todas las lenguas. Vuelto a España, y antes de retirarse hasta su muerte a una celda del Monasterio de San Bernardo, aún el Rey le encomendó ciertas negociaciones ante el rey de Francia, que cumplió con entera satisfacción. Ya en el Monasterio, el Rey lo promovió a maestre de campo. En la soledad de la celda escribió Teórica y práctica de la guerra, que inmediatamente fue traducida al italiano, al alemán, al francés y al inglés. Se trata de unas verdaderas Instituciones militares, en las que se refleja los grandes conocimientos y la experiencia que tenía “de re militari” nuestro capitán Mendoza. En 1604, año de su muerte, publicaría la traducción que hizo a la obra del humanista Justo Lipsio, Politicorum sive civili doctrinae libri sex, que dedicó a la nobleza española. Escribía magníficamente en latín y en esta linguarum regina compuso varios poemas de religión y de batallas, como la victoriosa conquista de las Azores. En castellano compuso Odas a la conversión de un pecador, que Cerdá incluyó en su colección de Poesías Espirituales en 1779. Sin duda, Bernardino de Mendoza pasará junto a muchos otros como perfecto paradigma y dechado del militar español.
Juan de Mendoza Monteagudo (1575-1666). Poeta español, soldado y aventurero, que se embarcó hacia el Nuevo Mundo a los quince años. Después de viajar por varios países, en donde tomó parte en las más románticas y temerarias empresas por las regiones tropicales, se enroló bajo las órdenes de Francisco de Quiñones en Chile (1599). Compuso una gran crónica versificada, Las guerras de Chile (1610). La poesía a veces tiene descuidos en los esquemas acentuales, pero aporta una valiosísima descripción de la vida y la sociedad chilena al final del siglo XVII. Los 8.000 versos de que consta están divididos en once Cantos. Describe los hechos, en su mayor parte desastrosos, del gobierno de García de Loyola y Francisco de Quiñones, y las matanzas y rebatos hechos por los araucanos en los poblados españoles del siglo XVI. Juan de Mendoza imita a Ercilla, la narración es fácil, y en la descripción de las batallas pone un juego y animación propio de un soldado de profesión, habiendo vivido muchísimos años sirviendo honrosamente en la milicia hasta la ancianidad. Para juzgar las frecuentes faltas de su versificación, hay que tener en cuenta que el autor no limó la obra ni la terminó, probablemente porque no había pensado en publicarla, pero es una crónica que ni la historia ni la literatura de Chile han querido soslayar jamás.
Gaspar María de Nava Álvarez, conde de Noroña (1760-1815). Soldado, poeta, dramaturgo y diplomático. Su familia tuvo orígenes portugueses. Ingresó en 1776 como caballero paje del rey Carlos III, ganando la voluntad del monarca por su talento despejado y afición a las bellas letras, nombrándole en 1778 capitán de dragones del regimiento de Lusitania. Estuvo en el campo de Gibraltar durante el bloqueo de esta plaza y pasó luego a prestar sus servicios en la Armada, encontrándose en el navío “Paula” durante el combate denominado de los “Empalletados”. Con motivo de la desgraciada muerte del coronel Cadalso, ocurrida a su lado, compuso una “Elegía”, en la que cantó los méritos literarios de aquel patricio y enumeró sus servicios a la patria y sus singulares condiciones de carácter. Concluida la paz con Inglaterra y comisionado por el gobierno en diferentes comisiones, se aprovechó de este reposo para perfeccionar sus estudios de las lenguas francesa, inglesa e italiana. Durante la guerra con la primera República Francesa en 1792 fue nombrado comandante de escuadrón y a fines del año 1793 coronel de su regimiento, siendo ya teniente general en la guerra de la Independencia, en la que mandó parte de los ejércitos españoles que operaban en Galicia. La guerra le facilitó el conocimiento y estudio de casi toda nuestra Península, enviando sus apuntes a su amigo José Vicente Marde y Borrás. Como literato Gaspar María de Nava es un poeta de la gran escuela de Juan Meléndez Valdés. Ganó reconocimiento con su inspirada “Oda a la paz de 1795”, publicada en sus Poesías (1799-1800). En 1816 escribió Omníada, un poeta narrativo de unos 15.000 versos sobre las hazañas de Abderramán I, que consiguió formar un reino independiente; en él se refleja la influencia oriental en el romanticismo español, así como en sus Poesías asiáticas puestas en verso castellano. También tenemos de él una tragedia, Madama González, y dos comedias, El hombre marcial y El cortejo enredador. Publicó numerosas poesías árabes que él mismo tradujo del inglés. Hizo un Análisis del poema del padre Ojeda, titulado La cristiada, que ha merecido el aprecio de muchos críticos.
Jerónimo de Pasamonte (1551-1605) Escritor y soldado de origen aragonés. Aunque tuvo vocación religiosa y quiso ingresar en la Orden Bernarda, su familia, de baja nobleza, lo obligó a la carrera de las armas. Se alistó en Barcelona para servir en el ejército de Italia. Combatió en Lepanto (1571), Navarino (1572) y en Túnez (1573); fue capturado por los turcos cuando formaba parte de la guarnición de Túnez y estuvo cautivo entre ellos en el largo período que va de 1574 a 1592. Durante sus dieciocho años de cautiverio vivió como esclavo en distintos lugares como Estambul, Túnez, Bizerta, Alejandría, Misistro, Argel y Rodas, el lugar en el que permaneció más tiempo, ocho años. Estuvo ocupado en duros trabajos como albañil, galeote o acarreador de madera para la construcción de barcos. Intentó escapar en tres ocasiones sin éxito, y en alguna de ellas fue castigado su cuerpo tan severamente que creyeron haberlo matado. Fue liberado por el jesuita aragonés Bartolomé Pérez de Nueros, quien lo rescató con 150 escudos. Tras volver a España solicitó ser recompensado por sus antiguas hazañas como soldado y sus padecimientos como cautivo, pero no consiguiendo nada se reenganchó como viejo soldado en Nápoles en un cargo burocrático que lo alejaba del servicio directo con las armas. Ahorró algo de dinero y se casó con una mujer que no le hizo muy feliz. Publicó un vivo y espiritual relato de sus experiencias, Vida y trabajos de Jerónimo de Pasamonte. Siempre se ha creído que Cervantes se burla de él en el personaje que saca en el episodio de los galeotes, con el nombre de Ginés de Pasamonte. Porque, efectivamente, es muy posible que Cervantes lo conociese como compañero de armas e incluso como camarada de cautiverio en Argel, y no sabemos aún cuál fue la razón de su enemistad. Muchos críticos de los siglos XIX y XX han creído que Jerónimo de Pasamonte se desquitó de los venenosos renglones cervantinos con el Quijote, de Alonso Fernández de Avellaneda, que quiso pasar como la Segunda Parte de la obra inmortal de Cervantes, y que bajo el nombre de Alonso Fernández de Avellaneda, se escondía en realidad el verdadero viejo camarada Jernónimo de Pasamonte. De hecho, en las primeras líneas del Prólogo de la obra de Avellaneda se dice que Cervantes lo había ofendido al enigmático Avellaneda, además de a Lope, y sabemos que Lope, como buen soldado, mantuvo relaciones de solidaridad con el infortunado Jerónimo de Pasamonte. En lo que sí coincide toda la crítica es en la gran influencia que tienen las Memorias de Pasamonte en nuestro mejor escritor soldado, no sólo en la Primera y Segunda Parte del Quijote, sino también en Los trabajos de Persiles y Segismunda. La gran figura del infortunado soldado Jerónimo de Pasamonte es muy triste, no sólo por su vida, sino por lo que representa él, un soldado valiente que habiendo dado todo por la patria, ésta ni si quiera le da las gracias, ni un pobre plato de lentejas.
Publicado originalmente en elimparcial.es