De lo que no se puede hablar

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Jesús Romero-Trillo

En 1921 el filósofo Ludwig Wittgenstein publicaba su libro “Tractatus logico-philosophicus”, una obra esencial para comprender la relación entre el mundo, el pensamiento y el lenguaje. Tras la publicación, Wittgenstein se convirtió en uno de los filósofos esenciales en el avance de la filosofía y la lingüística.

En el centenario de la publicación del libro quisiera resaltar lo sorprendente de su aproximación interdisciplinar al lenguaje. Wittgenstein estudió ingeniería mecánica en Berlín y un posgrado en aeronáutica en Manchester. Esta formación le permitió intuir la importancia de las matemáticas y, tras abandonar la ingeniería, fue a la Universidad de Cambridge en 1911 para conocer al autor del libro “Los principios de la matemática”, Bertrand Russell.

Con la publicación del “Tractatus” Wittgenstein se convirtió en el filósofo más influyente de la corriente filosófica positivista. Sin embargo, a continuación abandonó el mundo académico y trabajó como maestro de escuela e incluso como jardinero. Sin embargo, decidió volver a Cambridge para retomar su vida académica en 1929, donde se sintió insatisfecho con su primera obra desarrollando el trabajo que se publicaría póstumamente en 1953 titulado “Investigaciones filosóficas”. Hoy Wittgenstein sigue sorprendiendo por su capacidad de influir a generaciones enteras de académicos con dos teorías totalmente incompatibles entre sí para explicar el mundo y el lenguaje.

Para el primer Wittgenstein las palabras son imágenes que representan la realidad, por lo que su uso ha de seguir una estructura lógica para que tengan sentido. Como consecuencia, no se puede hablar de lo que no es factual, como por ejemplo la ética, la religión, la estética o los sentimientos, pues quedan fuera de la lógica. Esta imposibilidad de no poder hablar de algunas cosas fue lo que hizo al filósofo pasar de una visión metafísica del lenguaje en el Tractatus, de la palabra como imagen, a la concepción más funcional de su segunda obra, la palabra como herramienta. En otras palabras, Wittgenstein pasó a considerar el lenguaje como la herramienta que nos permite tener una imagen de la realidad. Por ello, el lema de la segunda época de Wittgenstein podría resumirse en “no preguntes por el significado, usa la palabra”. Para el filósofo no hay vida en sociedad fuera del lenguaje, y solo usando el lenguaje en sociedad podemos conceptualizar y dotar de sentido a lo que es inmaterial, como la esperanza, la belleza o la alegría.

Desde hace un año tenemos una mayor necesidad de expresar lo que sentimos. Sin embargo, los sentimientos que tenemos cada uno no son comparables con los sentimientos de los demás, aunque usemos la misma palabra para nombrarlos. Incluso la palabra que nombra un mismo sentimiento puede tener distintos matices e intensidades para la misma persona según el momento. Por ello, únicamente hablando con los demás de lo que no se puede hablar podemos comprender mejor lo que hemos vivido desde que empezó la pandemia.

Catedrático de Filología Inglesa en la UAM

Publicado originalmente en elimparcial.es