Juan José Vijuesca
Urnas son amores y no malas razones. Comienzo de esta guisa porque en las elecciones de ayer día 4, si algo ha quedado demostrado ha sido el resultado de la voz popular. El votante a la hora del sufragio demuestra que la palabra “urna” mucho tiene que ver con el engaño contumaz, la tomadura de pelo o con maniobras orquestales en la oscuridad; por cierto grupo pionero de la música electrónica británica allá por los años 80. Y esa es la cuestión, la de ser pionero o pionera en algo que convence por las obras precursoras de unos y la farsa sistemática de los otros. En política como en la música, lo adecuado es llegar a la gente sin notas desafinadas ni marcados exabruptos.
Ya sé que en política es rarísimo que se pueda dar, pero en esta vida tan ilógica en donde se ha invertido la razón de la justicia, los valores se han esfumado e incluso los modales obedecen a impulsos de violencia, que haya alguien que sobreviva a la extorsión, al escrache continuado y al acoso y derribo, hace concebir que aún quedan entre nosotros personas capaces de doblegar a los cíclopes terrenales.
Padezco de indisposición política porque me debo a la templanza de quienes trabajan en la prudencia y con su silencio de actos consiguen grandes hazañas; ahora bien, como sorna con gusto no ha de picar, pues permitan que mi ironía juegue con las palabras y en vez de la picajosa sarna utilice algo de bellaquería para la ocasión. De esta guisa y sin subir a los altares a nadie, cabe decir que a resultas de un buen hacer ha ganado quien mejor ha sabido interpretar lo que en tiempos modernos debe estar presente: la libertad bien entendida.
Sabido es que el feudo de Madrid es muy codiciado, tanto que reparar en causas hace extraño su secreto; quizás por ser éste un simple lugar en donde las distancias las miden las propias personas con su proximidad o tal vez porque algunos aún se empecinan en cambiar un pasado que solo cohabita con el odio ideológico, y lo peor de todo, ignorando que los madrileños nos guiamos por el color neutro de nuestra hospitalidad. De manera que pretender quitarnos eso por el procedimiento del tirón no está en sintonía con nuestra libertad y por ello Madrid ha votado batiendo todos los records de participación para respaldar la gestión de Isabel Díaz Ayuso. Otra cosa sería negar la mayor.
En decires de palabras extraídas de mi tasado léxico encuentro una definición admitida a trámite: “Valor” Ese ha sido el premio de Isabel Díaz Ayuso para ganar en urnas a los todopoderosos en liza, y lo ha conseguido por arrojo y por tenerlos bien puestos. Lejos de que su bizarría resultase esclavizada por el Frente Popular ella ha hecho de su capa un sayo enseñándonos “que sí se puede”, por cierto, curioso axioma éste que en decir de otros significa lo contrario y a las pruebas de urnas me remito.
Cuando entre progresías fosilizadas se vierten a la sociedad quebraderos de cabeza agigantados por el desprecio y la calumnia y frente a ello, una joven mujer, vilipendiada y por poco lapidada de no haber sido por nacer en Chamberí, ha quedado demostrado que se pueden sacar los colores al más pintado. En Irán, lógicamente hubiera sido ajusticiada a pedradas, pero es que allí cuando nadie mira pasan esas cosas. Hasta el inefable señor Tezanos, hombre tan cabalístico como fracasado en los fogones de Moncloa, empeñado en socarrar todos los sondeos a su alcance, ha arremetido contra Isabel Díaz Ayuso, a la que tacha de tener “escasa entidad intelectual y política” También ha dedicado una sutil crítica hacia los “votantes de las tabernas” y claro, uno que practica el buen arte del tapeo en compañía de refulgentes ciudadanos, tan variados en ideas como lúcidos ante el desatino, nos ha dado pie para brindar por el exordio de la cordura, por cierto, un bien escaso en algunas capas del área monclovita.
Y en virtud de la señora Ayuso, a quien el beneficio de la duda a derecho tiene su cautelar distinción, no cabe otra que advertirla de no bajar la guardia, pues no en vano tendrá que hacer frente a multitud de embestidas, razón ésta que le obliga a la exigencia de seguir cumpliendo con su savoir-faire que tanto favor le han concedido las urnas. Mientras tanto, mejor será confiar en este estado de holgorio por méritos de una mujer de Chamberí capaz de engullirse a toda una legión de enemigos. Ya lo ven, raro, pero no imposible.
Publicado originalmente en elimparcial.es