Segunda Carta escrita en 2018

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La semana pasada comentaba sobre el primero de dos textos que se publicaron en este espacio hace tres años, donde hablaba sobre mis preocupaciones sobre la entonces clara victoria de López Obrador. En esta entrega, transcribo la segunda carta, en la cual escribí sobre escenarios de gobernabilidad. Al final, agregaré unos comentarios.

“En junio de 2018 todavía no sabemos el estado que tendrán los partidos después de la elección, pero es de esperarse que todos se encuentren sumidos en crisis internas, falta de liderazgos sólidos y riesgos de defecciones. Incluso Morena podría entrar en esa dinámica contiene tantos grupos e intereses tan contradictorios que una definición de gobierno abrirá un frente con posibles desilusionados. Vendrá una reconfiguración de nuestra élite política, pero de las decisiones que se tomen en 2021 dependerá la apertura de los partidos o la reconfiguración de un partido hegemónico.

“Se prevén dos escenarios: quien gane tendrá a Morena y su coalición como primera minoría o como mayoría en las Cámaras del Congreso. Un gobierno unificado le dará a un posible gobierno de López Obrador amplio margen de maniobra y discrecionalidad y con ello algunos tememos que buscará deshacer reformas en materia de equilibrios de poder y rendición de cuentas. Si Morena busca la mayoría calificada en la Cámara de Diputados en 2021, podría cooptarse un margen de voto similar en el Senado y con ello estaría en capacidad para reformar la Constitución a su antojo.

“Hay dos temas que habrá que defender en 2021, que dependen de la reforma a la Constitución: la reelección inmediata de legisladores y autoridades municipales y bloquear la revocación del mandato, como la propone López Obrador.

“La reelección inmediata es un derecho fundamental de los ciudadanos para premiar o castigar a sus autoridades con base en el desempeño. Habíamos perdido esta capacidad en 1933 y la recuperamos en 2014. De hecho, en 2017 se dieron las primeras experiencias de reelección inmediata en Coahuila y Nayarit y en 2018 la mayoría de los estados reelegirán o no a sus primeros legisladores y autoridades municipales y tanto a nivel federal como en el resto de las entidades se elegirán este año los primeros representantes que podrán competir para quedarse en 2021.

“Este derecho cambiará la forma de hacer política en el corto plazo, pero requerirá de un tiempo de adaptación y puede llevar al surgimiento de una generación de líderes políticos con mayor arraigo ante los votantes y otro tipo de conductas al estar expuestos a otras condiciones de competencia y permanencia.

“Lamentablemente el propio López Obrador es ambiguo con respecto a este derecho y mientras dice que él no buscará reelegirse, aprovecha para decir de una forma vaga que está en contra “de la reelección”. Eliminar este derecho puede ayudar a reconstruir una maquinaria como lo fue el PRI en sus años de hegemonía.

“El otro tema es la revocación del mandato. Bien diseñado es un mecanismo excepcional y extremo para cuando un gobernante incumple promesas. Requiere un porcentaje amplio del padrón del cargo a revocar para que ningún grupo de base abuse del mismo y un margen de votación más amplio para considerarlo vinculante.

“En cambio, López Obrador propone dos consultas para “revocar” su mandato, que en realidad servirían para legitimarlo. El primer efecto es hacerlo estar continuamente en modo de campaña, en lugar de ver cómo toma decisiones en la realidad. El segundo es que podría manipular la agenda de discusión no en la importancia de los temas sino en las excusas que ponga para no cumplirlas. Y tercero, el tabasqueño manipuló repetidas veces a los mecanismos de consulta en su beneficio desde la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal, tomando sus resultados como vinculantes aun cuando no participó siquiera el 10% del padrón.

“La preservación de la democracia puede llegar a ser el principal reto de las elecciones federales de 2021: ténganlo en mente.”

A tres años de distancia, los partidos están, en efecto, en una crisis que podría ser terminal para la mayoría. Pero eso se veía venir, al menos, desde 2017, cuando ninguno supo cómo atender la emergencia del terremoto de aquel septiembre. Morena tampoco ha podido resolver el problema de su nula institucionalidad interna, y más vale que comience a hacer algo mientras siga el presidente como actor político activo.

Aunque no se podía saber con certeza, el gobierno pudo alcanzar mayoría en el Congreso, sea por voto o cooptación. Esto último lo logró en gran parte por el mismo colapso del sistema de partidos. Problema: no sabemos si podría intentar y lograr lo mismo, en el remoto caso que pierdan Morena y aliados la mayoría absoluta: un sector de la opinión pública cree que el contrapeso es un fin en sí mismo, sin pensar siquiera en sus implicaciones o si los partidos son o no confiables.

En mi opinión, el proceso de reconfiguración iniciará en agosto, tras los resultados de las elecciones, y tomará varios años. No habrá un liderazgo sólido y competitivo en 2024, pero con suerte surgirán nuevos líderes locales.

Al contrario de mis temores, ni López Obrador pudo revocar la relección inmediata de legisladores y autoridades municipales, y su propio partido la apoyó. Hasta el momento, los intentos de reelección han tenido escaso éxito a nivel local, pero me dio un enorme gusto saber que 440 diputados se interesaron por reelegirse. Quizás logren hacerlo alrededor de 100 en unas semanas, y eso bastará para iniciar un proceso de cambio al interior del Congreso a través de la continuidad.

También fue posible evitar un mal diseño de propuestas como la revocación de mandato y las consultas. Sin embargo, temo que una oposición envalentonada le de al presidente la gran oportunidad de hacerse víctima, iniciándolo en 2022. De hacerlo, le regalarían a Morena la elección de 2024, incluso con la posibilidad de reelección presidencial.

Lo que de verdad me incomoda es el párrafo final, al decir que la preservación democrática dependía de la elección de 2021. No es que no lo crea. Más bien, no soy optimistas sobre la capacidad de los partidos de oposición para saber qué hacer. Por más asientos que ganen y digan que van juntos, se votará por tres grupos parlamentarios, con agendas distintas. Tampoco tenemos idea de cómo votarán en momentos importantes, o cuán cooptables sean. No podrán impulsar una agenda proactiva, dado que no controlan el Senado.

Si la oposición, suponiendo que ganen colectivamente 251 asientos o más, creen que bastará con repetir las estrategias de bloqueo de 1997 a 2012, mostrarán que no han entendido ni la retórica y estrategias del presidente, ni las razones de su fracaso en 2018. Espero haber sido demasiado pesimista en mi diagnóstico cuando regrese a este texto en 2024.

@FernandoDworak

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