No Aforados, partiditos y malos entonadores del Himno Nacional

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Tres temas saltan en plenas campañas, a falta de mejores asuntos que derivar de ellas –pues parte de la clase política de siempre no propone y menos, resuelve y Samiel García no es aporte– y es ocioso vender humo con que arrasarán los opositores a Morena o decir que Morena arrasará a sus oponentes, pues no hay solidez en ambas afirmaciones y es ningunear el sentir de los electores, que tienen tanto qué expresar en un sentido y otro y donde, si somos sensatos y objetivos en el análisis, adelantar el triunfo arrollador de unos y otros bandos es no solo falsear la realidad, sino dibujar un cuadro que aconseja no adelantar vísperas ni excesos de optimismo. No esta vez y, encima, con unas elecciones anómalas por la pandemia que sugieren baja participación por razones de elemental seguridad médica. Y se entendería y de ello nadie tendría la culpa. Ya luego la crispación sugiere que la movilización será alta en todas direcciones. A saber.

Así, se proponen tres temas para la reflexión: el mal entendido fuero, los partidos chiquitos y una mala dada cantada del Himno Nacional en un evento deportivo. Iniciemos: El fuero no es patente de impunidad y no es una coraza insalvable. Frente a ese panorama, la persistente confusión y amañada interpretación de la ley, prevalecen. Hay abogados que niegan que exista el fuero, aseveran que la Constitución lo eliminó. Es una aseveración muy equivocada. Y está menos delimitado de lo que debería estarlo para claridad de todos. No solo existe, sino que la teoría jurídica y la práctica nos recuerdan que hay varias clases de fuero para el caso mexicano: legislativo, administrativo (verbigracia, el presidente), judicial, diplomático y castrense. Este último persiste con todas sus letras, inclusive.

Existiendo y aclarado que sí existe, vamos a lo importante. El fuero ha sido patente de impunidad. No debería. La práctica lo volvió así y la ignorancia jurídica lo aclimató,  contribuyendo a sobredimensionarlo. La idea errada de que el fuero en servidores públicos de distinta laya y nivel significaba intocables, se ha repetido hasta el cansancio y esa confusión valedera de excesos, debe reprobarse. Un diputado no tiene fuero infinito y que lo entienda quien pueda.

El público merece la siguiente explicación: un diputado dura 3 años en el cargo. Si en el segundo año quiere divorciarse ¿no puede hacerlo porque no puede comparecer ante un juez, ya que tiene fuero? La respuesta es evidente. Sí puede comparecer ya que divorciarse nada tiene que ver con sus labores legislativas de diputado. Algo sencillo de entender. Es la función de diputado la aforada, no el resto de sus actos jurídicos. Si cometiera un asesinato no debiera desaforársele: es que su fuero no le alcanza para protegerlo por la razón antes referida. Su función no es ir asesinando gente.

Tanto porque no es su función ir matando gente, como que el acto es muy ajeno a su tarea legislativa, se le debería procesar sin desaforarlo, ya que no se le juzga por ser diputado o por cosas ligadas a serlo. O imagine: ¿no puede comparecer como testigo citado porque tiene fuero? No tiene sentido alguno poner ese pretexto. Son dos cosas diferentes.

Sin embargo, prevalece la idea torcida de que el fuero es total porque se piensa que evita atar al legislador en sus funciones a la menor provocación, algunas delicadas y retadoras de intereses. Pero no puede ser. Es revolver cosas. El fuero no alcanza para tanto como si se tratara de intocabilidad o de impunidad, ya que no lo es aunque muchos piensen que sí y se mal crea que te protege de todas tus acciones. No es así. Los tenedores de fuero y las autoridades se lo han creído a conveniencia.

Y un acto no guarda relación con el otro, o sea, con sus funciones. De forma que cuando se señala a Mancera diciéndole que se escuda en el fuero –­cosa que niega el senador– en realidad se está revolviendo asuntos, cosa lamentable porque se sostiene desde las propias autoridades –alumnos que mal aprendieron lo que sus profesores mal enseñaron– y abonan a la confusión prevaleciente en torno al tema. ¿Se le ha de juzgar con elementos de prueba, por su responsabilidad en no dar mantenimiento a la Línea 12? Sí y procedería sin necesidad de desaforarlo, ya que una cosa no guarda relación con la otra. No se le juzgaría por actos cometidos como senador. Dispone la Constitución que los legisladores no podrán ser reconvenidos por sus opiniones. Ahí vemos fuero.  De eso a “tengo fueron para agredir, delinquir, brincarme la ley o desafuérame antes de juzgarme por cosas no ligadas a mi labor senatorial” hay un mundo. ¿En serio hay fuero que los protege para todo eso? no. Francamente no hay nexo entre ser senador  y su dejadez en la Línea 12 como jefe de gobierno.

La segunda reflexión es más breve. Los partidos pequeños están haciendo propuestas y recibiendo gente que quiere incursionar en la política. Sin tanta faramalla como Felipe Calderón “haciendo” espacios. Y sí,  esos que dicen son satélites de Morena sin mucho fundamento. Uno es de Elba Esther Gordillo, sí, pero ella no fue liberada por el presidente, sino por un juez, un poder diferente en el Estado mexicano. Y ella suele ver por sus intereses, no por terceros. ¿Luchan por conservar el registro? Seguro. Y es su derecho, mal que nos pese. Ya los electores valorarán desempeños.

Empero están haciendo lo que los partidos grandes, no: proponer. Otro rollo es si cumplen, pero al menos esbozan agenda, hacen el mínimo esfuerzo de estructurar ideas. Llámese Fuerza por México, Redes Sociales Progresistas, el PES, incluso hasta el impresentable Verde, tan veleta, tan de hacerse al PAN, al PRI, a Morena y ahora ¡ojo! Mantenerse independiente y a lo suyo taste en muchos casos, están trabajando en propuestas. ¿Pueden ser acumuladores de votos e irrumpir en las cámaras? Sí. ¿Para debilitar al PRI o al PAN? no, esos dos se han debilitado solos, sin ayuda de nadie. Darán voz y atenderán causas que los partidos consolidados han dejado de lado.

La nota folklórica la deja esa mala, insípida interpretación del Himno Nacional por parte de Ángela Aguilar. Es curioso que en otras ocasiones similares hicieran un mejor papel y la defensa de su padre fue desafortunada, la perjudica, no solo por la soberbia y altanería gratuitas del sujeto, sino porque a ella nada ayuda si no rectifica lo que de por sí es difícil rectificar.

Dice su padre respondiendo críticas de manera muy torpe, que el himno no se canta sino que se entona. Acabáramos. Pues que desentonada la chica si a entonaciones vamos. Para desentonados, la chica. Desconoce que es una marcha militar con toque de marcialidad, y no se entona ni a lo Lady Gaga ni a lo vernáculo, como más intentó la interprete mezclando ritmos que no correspondían. Mal, así lo cantó: mal. Un himno que si bien, no equivocó la letra (claro, porque hasta a Vicente Fernández se le fue en los Panamericanos de 2011) no fue fiel al ritmo marcial, cadencia ineludible y desde luego que no lo fue. Y en efecto, la ley de la materia omite decirnos cómo ha de cantarse con la dignidad y aplomo que lo merece. Usos y costumbres son lo que delatan que Aguilar estuvo errática. Por fortuna no era cosa solo de gustos. Lo hizo mal. Punto.  La solemnidad y el cuidado correspondientes escasean en tantas ocasiones , las más, las deportivas y ya resulta fastidioso. No cabe el todo vale.

Y toda esta batahola eclipsó el triunfo del polémico Canelo, que parece que no era menor esta vez ni un rival de chocolate, porque aunque meritorio el resultado tiene su propia estela de escándalos que ya no deja ver lo valioso. Y eso ya es otro cantar.