Tren maya y masiosare

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“La recuperación de la memoria ancestral no puede desligarse de las culturas vivas”, leemos esta reflexión de Diego Prieto, titular del INAH, en algún recorte de periódico. Y tiene razón, pero eso no justifica que un proyecto político sexenal pase sobre los vestigios de las culturas originarias al costo que sea.

El Tren Maya es y será siempre visto como una de esas obras casi faraónicas -por sus dimensiones y costo- al que resulta muy difícil encontrarle el sentido de bienestar social. Para sus más duros críticos no pasa de ser un costoso sueño guajiro envuelto en el oropel político del presidencialismo.

Sabemos que este proyecto costará tres veces más de lo prometido, pues los cálculos más conservadores muestran que al final se habrán gastado más de 373 mil millones de pesos, según el IMCO, mucho más de los 120 mil millones estimados.

Aparte, lo que nunca nos han explicado es cómo se construye un Tren maya sin tirar un solo árbol. Siendo muy ingenuos o complacientes podemos creerlo, y si no pregúntenle a los que creyeron a ciegas lo que un Presidente de otro sexenio decía sobre los cocodrilos, que vuelan, bajito pero vuelan.

¿A poco la devastación de selvas en Quintana Roo, Yucatán, Chiapas y Campeche es imaginaria?, ¿Será cierto que hay vestigios arqueológicos que desaparecieron para siempre bajo los durmientes del Tren maya?

¿Los principales beneficiarios de este proyecto serán sus administradores? Son preguntas incómodas sin respuestas claras.

Hay quien dice que la recuperación de la inversión en el Tren maya podría tardar unos 200 años. Es cierto, aunque digan que se exagera, ¿qué no?

Pero por lo visto uno de los puntos más flacos del Tren maya es la crítica, y si viene de los arqueólogos peor.

Con brocha en mano, leemos el boletín 531 del Instituto Nacional de Antropología (INAH), donde su Consejo de Arqueología se va con todo contra las opiniones del arqueólogo Fernando Cortés de Brasdefer.

El boletín toma la ruta fácil de la descalificación, ningunea el trabajo de cuarenta años, 30 de los cuales Cortés Brasdefer ha estado a cargo de proyectos avalados por el propio INAH, y que ahora cuestionan y acusan de haber “devengado sumas millonarias con resultados discutibles”.

Palabras más, palabras menos le advierten que prefiere juzgar desde la comodidad de un escritorio que demostrar con acciones que no es “un traidor a la patria”. ¡Válgame!

Cortés no ha sido el único que se ha referido a la devastación por la construcción de esta obra, también lo han hecho otros arqueólogos, ambientalistas y artistas, pero la tensión crece conforme viene su inauguración.

Cortés Brasdefer respondió a los consejeros y autoridades del INAH con una carta, publicada en El Universal (19-08-23 Cristopher Cabello [email protected]), en la que los hace responsables de lo que pueda ocurrirle a él o a su familia.

Nunca hubiéramos imaginado a quienes han dedicado su vida y conocimientos al descubrimiento y preservación de nuestra cultura, con la etiqueta de masiosare un extraño enemigo.

 

Columnómetro de Aquiles Baeza

1.- A prueba, otra vez, la fortaleza del espíritu universitario.

Este lunes la UNAM inicia el proceso de elección interna para el relevo de Enrique Graue, como rector de la máxima casa de estudios para el periodo 2023-2027.

La mala noticia es que la UNAM sigue enfrentando las asechanzas de intereses ajenos en contra de la autonomía que los universitarios conquistaron hace casi un siglo.

Que se sepa, hay sólidos prospectos para continuar con el legado de la autonomía. Pero también jugarán cartas marcadas o ligadas a la 4T.

Se cuenta el economista Leonardo Lomelí Vanegas, férreo defensor de la autonomía a quien ven feo en Palacio Nacional por abrirle las puertas a Carlos Urzúa, exsecretario de Hacienda.

También se perfila William Lee Alardín, quien se ha destacado como parte del grupo de científicos, un gremio hecho menos en el actual sexenio. Además, es uno de los más severos críticos de las políticas de la Secretaría de Salud.

Anote también a Luis Álvarez Icaza Longoria, un notable ingeniero dedicado a temas de índole administrativo y con importante ascendencia en las filas sindicales del STUNAM e integrante de una familia de luchadores sociales por los derechos humanos.

En Palacio Nacional piden que no haya cacicazgos, pero también tienen sus veladoras prendidas ligadas a la corcholata favorita.

En la lista de suspirantes aparece Patricia Dávila Aranda, secretaria de Desarrollo Institucional y dos veces directora de la FES Iztacala. Dicen los que saben que coincidió con #EsClaudia en la Facultad de Ciencias.

También juega en la competencia interna Guadalupe Valencia García, Coordinadora de Humanidades, y su plus es haberle abierto las puertas a Claudia Sheinbaum, en un foro académico.

La preocupación y temor de muchos universitarios es que la presión palaciega sobre la máxima casa de estudios sea tan grande que la UNAM termine en la bolsa de las universidades del bienestar.

Esto apenas comienza.