Adiós a Paco Verdayes; morir de periodismo

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Francisco Verdayes me invitó a zambullirme en las aguas sagradas del Caribe. Con las primeras luces del alba fuimos a pescar en una destartalada lancha de un amigo, yo contemplaba el mar que nos regalaba misteriosas paisajes en el amanecer de Cancún. Mis ojos percibieron los primeros rayos del sol en el agua en ese auténtico paraíso. En la penumbra de la oscuridad muchos pescadores van al mar en busca de la sobrevivencia, con dificultades se mantienen de la bucólica pesca.

Verdayes nació para ser periodista. Fue uno de los mejores cronistas de Cancún. Aunque nació en Chetumal hizo su vida en ese puerto turístico. Lo conocí a finales de los noventas cuando René Avilés Fabila y yo fuimos a dar una conferencia a jóvenes universitarios. Fue el único de los periodistas que nos pidió acompañarnos en nuestra travesía por el Caribe. Nadie como él conocía palmo a palmo las regiones de la ciudad. Su trabajo como investigador fue infatigable. Como periodista fue el mejor historiador de Quintana Roo.

La última vez que nos vimos fue hace tres años en la presentación de un libro que escribí sobre mi amigo Gastón Alegre. Me acompañó junto con nuestro colega Arturo Mendoza Mociño. Ellos dos eran entonces los mejores periodistas quienes encontraban en la vida marina y la de sus habitantes la materia prima de muchos de sus relatos.

Viví en Cancún algunos años donde adquirí una modesta vivienda para descansar cuando se me pegue la gana. Mis amigos generosos invariablemente me invitan a pasar los fines de semana en sus casas o fincas en Cancún, Tulum, Bacalar, Playa del Carmen y Valladolid.

Verdayes en algunas ocasiones me acompañó en esos viajes. Lo mismo disfruté con Arturo Mendoza algunas aventuras caribeñas. Por desgracia, Verdayes perdió este miércoles la batalla contra el Covid y falleció apenas a los 55 años. Dejó un enorme e invaluable legado periodístico sobre la historia de Quintana Roo, en especial de Cancún.

Vivió con modestia. Su principal fuente de ingresos provenía de la academia. Formó a innumerables jóvenes estudiantes. Fue muy querido. Conmigo tuvo siempre un trato cariñoso y respetuoso. Me hizo una entrevista para radio Turquesa. Disfrutamos mucho esa charla donde hablamos del oficio periodístico. De alguna forma lo que nos unía junto con Arturo era nuestra pasión por nuestro oficio y la literatura.

Hoy que escribo estas líneas descubro ese drama intangible de la amistad. La amistad verdadera nos deja heridas sutiles. Momentos de la vida de misterio y silencio. Recuerdo el trato de “usted” con el que siempre me trató mi querido amigo Verdayes.

Con los hombres de la mar y los campesinos Verdayes siempre tuvo una comunicación profunda, directa y sincera. Arturo Menodza lo recuerda como una “especie” de “Monsiváis”. Verdayes siempre estaba del lado de los marginados. Conocía a los pioneros como la palma de su mano. Conocía lo malo y lo bueno de Cancún. Sus crónicas iban más allá de la anécdota. Hizo amigos entre las personas de todos los ámbitos. Un Caribe confuso, lleno de una mezcla de razas y de tremendos contrastes: la pobreza extrema y el lujo desafiante. Caminó una y otra vez lo mismo por los barrios más peligrosos como Villas Otoch y las regiones 102,103 ó 221 y 227 que por los lugares más desafiantes de riqueza como los hoteles más lujos y los restaurantes de moda.

Un periodista y escritor marginal como él que escribió memorables crónicas sobre el viejo y el nuevo Cancún. Con su pluma nos mostró un Cancún muy lejos del paraíso y más cercano a un mundo artificial en la que vive una sociedad perdida en la autosatisfacción.

Lo mismo dio cuenta de las noches de fiestas palpitantes, de alborotos y provocaciones de la zona hotelera de Cancún como de la quinta avenida de Playa del Carmen con sus tiendas elegantes y caras y sus bares-restaurantes lumisosos con una decoración cursi y su música estruendosa.

Nos enseñó la cara oculta, negra, en lo económico, político y humano del Caribe.

La madrugada de este jueves le llamé por teléfono a Arturo Mendoza para charlar sobre nuestro mutuo amigo. Arturo sentía un aprecio especial por Verdayes quien siempre se distinguió por tener vínculos con otros cronistas de Quintana Roo. Por eso no es de extrañar que aparezcan anuncios de las oficinas de los que consideraba sus pares en Cozumel y en Isla mujeres.

Las historias escritas por Verdayes eran originales y con fuentes vivas, tuvo la fortuna de encontrar a muchos testigos de varios sucesos que marcaron la historia de Cancún. Todos quienes leían el periódico Pioneros, fundado por Verdayes, conocieron por él la historia de Cancún, que apenas acaba de cumplir 50 años de haber sido fundada.

Verdayes encontró la gran carencia de Quintana Roo: la memoria perdida, diluida, y destruida, porque en ese estado no existen hemerotecas. Son contadas son las bibliotecas y pocos son los historiadores o aquellos que se esfuerzan en contar las historias de ese rincón de la patria

Tan exitoso fue su libro Cancún antes de Cancún que rápidamente quedó agotado y era difícil encontrar ejemplares, en alguna Universidad. El de Verdayes fue un gran trabajo, sobre todo de rescate fotográfico, a diferencia de los esfuerzos del otro cronista de Cancún, Fernando Martí.

Verdayes tuvo acceso a los archivos familiares de muchos testigos del nacimiento de la joya de la corona de la industria turística del país.

Por desgracia, pocos valoraron en vida el quehacer periodístico de Verdayes. Sería importante el rescate del trabajo del cronista caribeño. Ojalá haya el interés de alguna institución gubernamental o académica por recuperar ese invaluable legado de un periodista que hizo su trabajo con devoción y que no lo mató el Covid, realmente Verdayes murió de periodismo.