2021: Populismo lopezobradorista vs. neoliberalismo salinista

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La estrategia presidencial para las elecciones legislativas federales, estatales y municipales fue la polarización entre el proyecto populista de la 4ª-T y la oposición. Con habilidad mañanera, el objetivo fue conseguido: el bloque PRI-PAN-PRD-Coparmex-embajada de EEUU se alineó en la defensa del modelo económico neoliberal salinista.

La agenda de denuncias opositoras contra el modelo de autoritarismo central-presidencialista está en el debate, pero sin fijarse en el debate colectivo publico. En cambio, las denuncias cotidianas del presidente López Obrador contra la alianza conservadora han sido fáciles de introducirse en el ambiente electoral.

La oposición perdió la oportunidad para salirse de la polarización por la sencilla razón de que carece de un proyecto intermedio, no tiene una propuesta de tercera posición y entonces prefirió quedarse como el frente para conservar el modelo neoliberal de mercado que construyó Carlos Salinas de Gortari en el periodo 1979-1993. Inclusive, muchos de los miembros del grupo neoliberal salinista están visibles en el frente opositor: los priístas y panistas del Pacto por México, el PRD neoliberalizado y personajes como Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze.

Si se revisan sin apasionamientos las decisiones presidenciales de estos dos y medio años –incluyendo sus ataques a organismos autónomos del Estado–, en el fondo aparece la propuesta de reconstrucción del Estado. La gran reforma salinista la conocemos por el proyecto de globalización económica, pero hubo detrás la gran reforma del Estado: del Estado de bienestar de la Revolución Mexicana al Estado autónomo de los compromisos sociales. Ahora López Obrador quiere regresar al Estado social y debe de transitar, de modo central, por el desmantelamiento y la deconstrucción del proyecto teleciano de Salinas.

El asunto principal radica en que el discurso de campaña de López Obrador desde 1988 fue la oposición y desmantelamiento del modelo salinista. Por tanto, los 30 millones de votos o 53% de electorado se dio para cumplir con ese compromiso. Por eso extraña que algunos votantes de López Obrador en 2018 se digan hoy engañados: López Obrador fue muy claro en su meta de deshacer el Estado salinista y regresar al Estado social.

Las pasiones políticas han impedido un análisis sereno de algunos de las decisiones presidenciales. Los organismos autónomos del Estado fueron una construcción neoliberal para crear instancias elitistas de intermediación social; los miembros de esos organismos fueron seleccionados por la élite gobernante neoliberal justo para cumplir con el objetivo de representar a la sociedad en una fase de intermediación, pero responder a los intereses del Estado neoliberal. Una verdadera democracia no necesita de intermediaciones artificiales de una casta de funcionarios nuevos sin compromisos sociales. En las urnas, los votantes apoyan proyectos de compromisos, no decisiones que pasan a terceros que no son electos de manera directa.

El proyecto salinista tardó treinta y cinco años en consolidarse: del Plan Global de Desarrollo de 1980 que anunció el fin del proyecto social de la Revolución Mexicana a las reformas del Pacto por México en 2014 con votos del PRI, del PAN y el aval del PRD no lopezobradorista ni cardenista. Salinas tuvo claro que no alcanzaría un sexenio, se puso la meta de controlar tres sexenios y logró la permanencia del proyecto neoliberal a pesar del asesinato de Luis Donaldo Colosio y de la victoria presidencial del PAN. Ese modelo neoliberal se reforzó con Peña Nieto en 2012 y el Pacto Por México.

López Obrador apenas lleva dos y medio años. A su proyecto le falta clase política, la gran reforma constitucional del Estado para regresarlo a las metas sociales y alianzas con partidos fuertes. Morena no ha sabido construir acuerdos con los priístas del nacionalismo revolucionario que sobrevive en algunas de las catacumbas del proyecto de la Revolución Mexicana, ni con panistas modernizadores. Morena en si mismo no es un partido sino un movimiento sin proyecto ni liderazgos sociales. El proyecto lopezobradorista perdió la oportunidad de reconstruir las corporaciones del viejo PRI que fueron vitales para aquel proyecto: obreros, campesinos y clases medias. La centralización del poder ha facilitado la toma de decisiones, pero ha impedido la permeabilidad social del proyecto de largo plazo.

El 2021 es una llamado de atención: la meta ideal es ganar la mayoría absoluta para Morena y calificada con alianzas. Es decir, la línea de flotación del proyecto lopezobradorista es el 51% de votos legislativos y mínimo cinco gubernaturas. Si alcanza es meta con otros partidos, el proyecto quedará debilitado; si no lo alcanza, el proyecto tendrá que desactivarse.

En el fondo, la batalla es entre neoliberales salinistas contra populistas lopezobradoristas.

indicadorpolitico.mx

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