Pensaba escribir hoy sobre el exabrupto presidencial respecto al líder del Banco de México, a quien trocará por “un economista con dimensión social” pero mi querido amigo Isaac Katz ya escribió, y mejor, todo lo que yo hubiera querido decir en su columna de El Economista.
Es por ello que daré respuesta a lectores que cuestionaron lo que quise decir en mi texto anterior al afirmar la importancia de los impuestos en la historia y cómo habían cambiado, mientras que el apetito recaudatorio siguió siendo insaciable.
Recién se publicó un libro[1] que al relatar la historia de los impuestos, muestra que el tema no es por fuerza árido, y cuenta pasajes extraños u horribles pero siempre fascinantes que ayudan a entender mejor los temas tributarios de hoy.
Los relatos del texto aludido abarcan varios milenios, desde las tabletas de arcilla sumerias, Heródoto y el impuesto a la tierra, y la reducción de gravámenes de Calígula, hasta las prácticas resbalosas reveladas por los Panama Papers, las opciones de omisión fiscal que brindan blockchain y Bitcoin, y el paisaje tributario en la postpandemia.
Cómo los gobernantes del pasado carecían de impuestos sobre la renta idearon formas de atenuar la carga impositiva de los pobres, no por altruismo sino para que subsistieran, y cómo la legendaria rebelión del Tea Party en Boston fue causada por una baja del impuesto y no un aumento como se cree.
Los autores muestran la similitud de los impuestos al uso del carbón que se proponen hoy para reducir emisiones contaminantes y atenuar el calentamiento global, con el gravamen que impuso Pedro el Grande de Rusia al uso de barbas, que resultó en salvar la vida de su nobleza.
Las consecuencias no previstas de los impuestos se ilustran con el gravamen de la Corona Británica sobre las chozas de los habitantes de Sierra Leona, lo que causó un levantamiento armado que fue reprimido quemando las chozas y, literalmente, esfumando así la base impositiva.
Mucha lecciones se derivan del infame impuesto inglés sobre las ventanas entre 1696 y 1851, emulado en muchos otros países, que remplazó al impuesto sobre las chimeneas que forzaba a los inspectores a entrar en las casas, mientras que las ventanas son fácilmente contables desde afuera.
Como todos los fenómenos económicos, los impuestos generan incentivos y la respuesta al de las ventanas fue tapiar las no indispensables. Por los caminos rurales todavía hoy se encuentran casas viejas con ventanas tapiadas.
Este texto tiene ricos pasajes sobre el crucial tema de quién paga los impuestos, que le hubiera sido útil a Donald Trump que insistía que sus aranceles a las importaciones de China los pagaban los chinos, cuando fueron sufragados por los consumidores de su país.
Los impuestos no son causales de rebelión o revoluciones pero suelen ser la gota que derrama el vaso del descontento popular que se viene fermentando de tiempo atrás y que explota al elevar los impuestos, como vemos hoy en Colombia.
Lectura obligada para reformadores tributarios.
[1] Michael Keen y Joel Slemrod, Rebellion, Rascals, and Revenue: Tax Follies and Wisdom through the Ages! Princeton University Press, 2021.