A menudo, es necesario contemplarnos en la mirada de otros para entendernos mejor – aun cuando aquellos busquen comunicar cosas completamente distintas a las que entendemos. Tal es el caso de la farsa de enredos que se desató la semana pasada, tras la publicación del artículo “Mexico’s Failed Messiah” en la más reciente edición de The Economist.
El texto no aporta algo nuevo al debate: critica al presidente como un populista pero no tan vitriólico como otros, reconoce el riesgo para le democracia, aunque lo hace con un giro que puede ser algo militante. Sin embargo, se entendería esa postura a partir de la línea editorial del medio. También alude a nuestra prácticamente inexistente oposición, y reconoce el chauvinismo del mexicano promedio, especialmente cuando se habla de Estados Unidos.
¿Sería razón de escándalo esta editorial? No, si tuviésemos una piel un poco más gruesa. Además, tiene más lugares comunes que información sustancial. Coincido con la columna de Enrique Quintana del viernes pasado, cuando señaló que el público al que se dirigía era estadounidense; concretamente Joe Biden. Ahora bien, la portada que se usó para la edición de la revista en este hemisferio, hace ver al presidente rodeado de sus símbolos de poder, como si se tratase de una pieza de propaganda.
Por más debatible que sea la argumentación de The Economist en algunos puntos, debemos dar crédito que la revista nos retrató a la perfección. De inmediato la oposición tomó la editorial como una señal de validación de la comunidad internacional. Hubo quienes hasta asumieron el texto como un “fuerte golpe” a la autoridad del presidente y buscaron cada expresión de López Obrador para encontrar señales de enojo y molestia.
Si bien el texto de The Economist tiene argumentos válidos y sólidos, ver en eso una validación es incurrir en falacia de autoridad –como hacen los del otro lado cuando toman como referentes absolutos e incuestionables a Ackermann, Jalife o hasta a García Bernal. Lo otro, es imaginación. ¿Y la mención a la Vitacilina? Ambos extremos llevan años invocando al ungüento, así como al Lonol, para hacer creer que sus contrapartes se “ardieron”: la expresión del presidente una vez más valida la degradación del lenguaje público, como ha venido haciendo desde hace años.
Mientras la oposición se aferraba a la editorial para ver si se le pegaba algo de sustancia por ósmosis, los gobiernistas hicieron judo propagandístico: usaron la portada de la revista para hacer sus propios memes de apoyo al presidente. ¿Soldados? ¿Apoya a la militarización? Nos guste o no, es un símbolo que tiene significados distintos según los públicos, como también el petróleo. Esta operación fue todavía más fácil sabiendo que la oposición no solo carece de símbolos propios, sino que además ha orientado todo su discurso a oponerse a López Obrador.
Por si eso fuera poco, la validación de la oposición a la editorial de The Economist le permitió al presidente algo que sabe hacer muy bien: tirarse al suelo y envolverse en la bandera. Desde luego que iba a colgarle todo tipo de calificativos al texto, y darle toda su atención, reforzando su discurso nacionalista. Añadir a lo anterior los reclamos del canciller y veremos cómo el gobierno se llevó la acción en su terreno, mientras la oposición sigue diciendo que López Obrador sigue enojadísimo.
Como sucede con cualquier nota política en México, la noticia fue cayendo en el choteo hasta agotarse. El Soberano hizo su versión de la portada de The Economist, con la diferencia que no es lo mismo satirizar los símbolos que asumirlos. Los usuarios en las redes sociales, en un giro lógico similar a quienes buscan mensajes ocultos al tocar un disco de rock al revés, encontraron una esvástica oculta en la portada del diario inglés. Un grupo más, desacreditó a los ingleses porque nos dijeron traspatio, como si no hubieran leído también nuestra sensibilidad ante Estados Unidos.
¿Qué sacamos de esto? No gran cosa: los extremos escucharon lo que deseaban escuchar, de quienes suelen escucharlo. O como sucede cuando chocan dos autos sin seguro, cada quién su golpe. Pero bueno, así nos la hemos pasado todo este sexenio.
Sin embargo, no todo está perdido: hubo quienes, al adoptar el método satírico, se burlaron de la portada de The Economist, poniendo a Marco Antonio Solís, a los tacos al pastor o al mismísimo Santos como los verdaderos mesías de México, o al futbolista Dos Santos como el falso mesías. Mi favorita: una de Brian Cohen diciendo que él no es el mesías.
Por debajo de tanta mediocridad discursiva, algo se está moviendo…
@FernandoDworak