La fortaleza de un ejército se encuentra en diversos y variados factores. Entre ellos se encuentra el estado de fuerza, como el número y preparación que recibe el personal, así como la capacidad y poder de fuego, que es el número de veces que de manera ininterrumpida es posible disparar un arma de fuego y su potencial de daño.
Por eso el robo de alrededor de 7 millones de cartuchos que tuvo lugar el pasado 7 de junio en los límites de San Luis Potosí no puede tomarse a la ligera.
Se señala que la propietaria, Industrias Tecnos, trasladaba los cartuchos desde sus instalaciones en Cuernavaca, Morelos y en el tramo señalado perdió localización por GPS de las unidades, reportando el hecho a las autoridades.
Las primeras informaciones afirmaban que estos cartuchos habían sido robados a la Guardia Nacional y quizás aquí radique la importancia que la Fiscalía General de la República con celeridad informó a sus delegaciones porque sabe de la gravedad del tema. Después la empresa dijo que se trataba de cartuchos con fines deportivos y para exportación.
Por lógica la delincuencia organizada, como el cartel Santa Rosa de Lima y el cartel Jalisco Nueva Generación fueron los primeros sospechosos del tremendo robo, en el que su mayoría eran para armas de calibre .22 mm.
Si bien los cartuchos sólo sirven para un calibre de arma, tienen la misma letalidad que un cartucho de superior calibre y por su cantidad es posible que en el mercado negro puedan ser intercambiadas por otros calibres.
Lo peligroso del hecho es, que algunos de los cuerpos de seguridad pública municipales presentan escasez por dificultad presupuestal para adquirir armamento o cartuchos, situación que los coloca en desventaja con la capacidad de fuego de la delincuencia organizada.
Hemos visto ejemplos que los carteles producen vehículos blindados de manera rústica pero efectivos para el fin para el que están adecuados y con el armamento necesario.
Con esa cantidad de cartuchos y en manos de la delincuencia es posible poner en jaque las policías de varios municipios, o bien, de un sector de una ciudad grande, como León en Guanajuato o Guadalajara en Jalisco.
Lo que sí es que evidente es, que estos cartuchos no debieron ser robados y demuestra la fragilidad de la seguridad en carreteras, la ausencia de un servicio de escolta; pero esta ausencia de seguridad no sólo es en las carreteras del país, sino en ciudades y poblados, de otra manera no se entiende cómo es que en esta administración ha crecido también el robo de material nuclear.
Mientras tanto parece que los cartuchos robados aparecieron, pero la llamada de atención es a la seguridad del país a redoblar esfuerzos por mantenerla, sin distingos políticos.
El autor es Maestro en Seguridad Nacional por la Armada de México
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