Con lo que el mundo acaba de ser testigo en la democracia norteamericana queda evidenciado lo que tantos y tanto hemos dicho respecto a la amenaza que significa el populismo; es cierto que el populismo es un producto que se genera dentro de la democracia pero es un enemigo que busca matarla y encumbrar a los tiranos,a los autócratas es una especie de neofascismo en el siglo XXI aprovechando las propias reglas de la democracia.
Ahora sabemos de manera contundente que las palabras cuentan, que lo que se dice tiene consecuencias y que muchos seguidores de estos líderes populistas asumen de forma literal sus dichos y además radicalizan y llevan a los hechos dichas palabras. Las acciones de mentir abiertamente o de decir no verdades no solo es asumido como verdades absolutas por muchos de sus fanáticos sino que amenazan abiertamente el orden constitucional y llaman no a la participación ciudadana democrática sino a continuar la polarización y a ver cómo enemigos a quienes no piensan como ello negando toda espacio de libertad, de pluralidad y de tolerancia propios de la democracia. Los populistas son una amenaza a la libertad, a la ley y a la democracia.
Su ascenso se debe a la corrupción de muchos actores de la clase política y a un “capitalismo de amigos” que fue haciendo más desigual el reparto de la riqueza generada en la sociedad, creando resentimientos, y odio por lo que la salida de este momento populista no pude ser un regreso al pasado que lo engendró (al populismo),sino necesariamente una salida hacia adelante, de radicalizar la democracia, ampliando los espacios de participación de los ciudadanos y no solo la democracia representativa, expandir los espacios de expresión social, democratizando más los procedimientos de toma de decisiones del poder y además democratizar las propias instituciones.
Los populistas no tienen ningún respeto a las reglas del juego democrático y eso no se nos debe de olvidar, más los mexicanos de cara al proceso electoral de este año, y los antecedentes de quien hoy detesta el poder ejecutivo en México, y como lo acaba de mostrar de forma nítida Trump, niegan toda legitimidad a sus adversarios políticos y con su lenguaje peculiar los denostan y al hacerlo polarizan en su beneficio ( su estrategia) a la sociedad, ahí estriba otro de sus características, la intolerancia, y a la vez la tolerancia de la violencia a sus seguidores como lo hizo Trump desde su campaña y ahora en la toma del Capitolio; otra es la de restringir las libertades de los adversarios como de manera abierta se da en Hungría con Vícktor Orban, Maduro en Venezuela o en Polonia entre otros.
El desprecio a la ley y a los órganos autónomos del Estado es otra de sus características fundamentales de los populistas, envueltos en una retórica dizque de ahorro presupuestal pero que en realidad busca el control de atribuciones y de recursos para ser manejados de manera unipersonal y nada transparente como el caso de México, donde casi el 80% de las compras y licitaciones se da de manera directa a amigos, familiares o socios del poder. Son no solo ineptos como se demuestra con los resultados de las políticas públicas, sino ahí están los ejemplos del manejo de la pandemia, la economía y la violencia e inseguridad.
La insurrección que irrumpió en el Capitolio puso en su nitidez la amenaza a la democracia por parte de Trump y la forma en que el poder democrático la resolvió deja en claro que un solo hombre no puede acabar con la democracia por mucha amenaza que sea, pero también que para la defensa de la misma, se requiere la amplia participación de los cuídanos y los representantes democráticamente electos y con la Constitución en la mano, pero la amenaza continúa no cabe duda. Los mexicanos debemos de leer estas experiencias y actuar en consecuencia este año electoral.