¿Dónde están las llaves?

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Jesús Romero-Trillo

¿Dónde están las llaves? Esta pregunta nos trae a la mente una canción de la infancia. La letra continúa así: “Matarile, rile, rile. En el fondo del mar…”. Aunque hay diversas teorías sobre el origen de esta letra hay una de ellas que la relaciona con la expulsión de los judíos y musulmanes en 1492. Los que salieron se llevaron consigo las llaves de sus casas pensando que alguna vez volverían, pero algunas de esas llaves se cayeron al fondo del mar en medio de la travesía. De hecho, en árabe “mawt” significa “muerte” y “rihla” significa “viaje”, y es fácil reconocer al pronunciarlas juntas la expresión “matarile”, es decir, “viaje de la muerte”.

Hoy estamos asistiendo a los nuevos “mawt-rihla”, los “viajes de la muerte” de quienes intentan llegar a Europa en el camino inverso de los miles de personas que salieron de España hace más de 500 años. Las cifras de los muertos o desaparecidos en el Mediterráneo son dramáticas. Según la Organización Mundial para las Migraciones, desde 2013 hasta 2020 han muerto o desaparecido más de 20.000 personas intentando llegar a Europa y al menos 9.100 de ellas perdieron la vida intentando llegar a España desde que se documentó el primer naufragio en rutas migratorias en noviembre de 1988.

El 20 de junio se celebra el día mundial del refugiado y la Europa de los derechos humanos debería preguntarse: ¿qué se ha hecho durante el último año para que nadie tuviera que huir de sus países? Resulta evidente que la desesperación debe ser muy grande para embarcarse en una patera de noche, habiendo pagado un impuesto revolucionario a las mafias, y no saber si el destino que espera es acabar en el fondo del mar.

Europa ha decidido afrontar esta cruda situación desembolsando ingentes sumas de dinero a algunos países para que controlen a los migrantes que intentan cruzan sus fronteras. Por ejemplo, el 7 de abril de 2021 se hizo pública la renovación del acuerdo de la Unión Europea con Turquía para que retenga a los refugiados en su territorio a cambio de una importante ayuda económica – en 2020 la cantidad entregada a Turquía fue de 4.700 millones de euros. Hablando del acuerdo, la presidenta de la Comisión Europea dijo: “Turquía es un socio muy importante en cadenas de valor cruciales para Europa”. En Turquía hay alrededor de 3,7 millones de refugiados. En el caso de la frontera sur, Marruecos es el segundo país que más ayuda ha recibido en la última anualidad: 346 millones de euros, y hemos visto recientemente la desesperación de los que intentaban llegar a nado a nuestras costas. La situación en algunos países que acogen refugiados es en algunos casos extrema. Por ejemplo, según Naciones Unidas, una de cada cuatro personas es refugiada en Líbano, por lo que el país cuenta con la mayor población de refugiados per cápita del mundo.

En lugar de tener asumir su responsabilidad ante este drama humanitario, Europa ha decidido “externalizar” su respuesta. Esto ocurre además en una era de baja natalidad en el llamado – ya no simbólicamente – “viejo continente”. Los ciudadanos deberíamos preguntar a las instituciones por qué en lugar de entregar dinero a otros países que tienen a los refugiados en campos provisionales que duran décadas, no se podría organizar la acogida digna a quienes esperan a las puertas de Europa.

Los europeos no podemos aceptar que los refugiados y las llaves que traen consigo se hundan en el fondo del mar.

Catedrático de Filología Inglesa en la UAM

Publicado originalmente en elimparcial.es