El general Salvador Cienfuegos, a quien la DEA, según el hampa, se conoce como “El Padrino”, tiene una historia de película que podría llevar por título “Vivir para contarla”, aunque nada tendría que ver con la narrativa de los relatos autobiográficos de García Márquez. La trama podría llevar el subtítulo: “Los 33 días que conmovieron al gobierno de Obrador”.
Sí, ya lo sabemos, el Caso Cienfuegos está inmerso en especulaciones como consecuencia del turbio manejo de la información en torno a los hechos, las “investigaciones” y los “acuerdos” sobre la detención y liberación del polémico general.
Nadie, ni el más avezado de los analistas, dio seguimiento como Manuel Bartlett –el influyente e intocable colaborador del presidente Obrador– a los pormenores del Caso Cienfuegos.
Desde el crimen del agente de la DEA Enrique Camarena en febrero de 1985, Manuel Bartlett –junto con otros prominentes personajes de la política, uno de ellos el fallecido general Juan Arévalo Gardoqui, secretario de la Defensa Nacional– se atrevieron a poner un pie en territorio estadounidense.
Seguramente Bartlett y Gardoqui hubieran seguido la misma suerte que Rubén Zuno Arce. Por eso, hay que insistir, en que el general Cienfuegos es un tipo con suerte.
Como sabemos Zuno Arce, fue uno de los acusados y condenados por el asesinato de Camarena. Zuno Arce, murió en una prisión de Estados Unidos mientras cumplía una cadena perpetua por conspiración y secuestro.
Zuno Arce fue detenido en 1989 en Texas por presuntos nexos con el narcotráfico, en particular con Ernesto Fonseca Carrillo, “Don Neto”, Miguel Ángel Félix Gallardo y Rafael Caro Quintero, quienes en aquel tiempo formaban parte del llamado cártel de Guadalajara, que controlaba el mercado de las drogas en México.
Sobre ese caso el excónsul general de México en San Antonio, Texas, Humberto Hernández Hadad narra algunos detalles
Cuenta Hernández hadad que el 9 de agosto de 1989 recibió el aviso de que un connacional originario de Jalisco, llamado Rubén Zuno Arce, se encontraba detenido en el aeropuerto de San Antonio.
“Comisioné al vicecónsul Mario Carrillo para que se trasladara de inmediato al aeropuerto y tomara conocimiento de los hechos. Antes de una hora me llamó para informarme que todo estaba arreglado y le pasó la bocina del teléfono a Rubén Zuno Arce, quien me agradeció la intervención del consulado general, comentando que hacía sólo unas horas se había despedido en la ciudad de México de su compadre Jorge de la Vega Domínguez.
“Esa noche fue arrestado por agentes federales del Servicio de Inmigración y Naturalización (SIN). Cuando a la mañana siguiente me presenté ante las autoridades, conocí personalmente a Rubén Zuno Arce, quien preguntaba por qué lo habían detenido y tratado como si fuera un criminal. Después de entrevistar a varios funcionarios, el señor Gary Renick, director de investigaciones del SIN, me explicó que ellos no tenían cargos contra Zuno en San Antonio, pero estaban haciendo tiempo mientras un fiscal de Los Ángeles los anunciaba.
“El caso Zuno es una prueba de alcance histórico para el sistema de justicia, tanto en México como en EU. Pues mientras que en México no se le ha acusado de nada, en Los Ángeles ya fue juzgado y sentenciado a dos cadenas perpetuas, por hechos que ocurrieron en México. Por eso, la protección consular a los mexicanos en el extranjero terminará por ser objeto, más temprano que tarde, de una revisión integral, para superar las grandes injusticias que están guardadas en las fallas y omisiones de nuestra diplomacia”.
Cierto, Zuno Arce quien falleció a los 82 años de cáncer y en el olvido de las autoridades mexicanas, fue condenado en 1992 y su caso llamó la atención porque era el cuñado del ex presidente Luis Echeverría.
El general Cienfuegos debe estar más que agradecido con el canciller Marcelo Ebrard, a quien en Estados Unidos lo llaman el “Ministro de las Buenas Intenciones”.
La liberación de Cienfuegos hasta ahora es un enigma. Es un asunto difícil de comprender, su libertad es tan ambigua como oscura.
Ya sabemos que el gobierno del presidente Obrador profesa una política exterior pro-estadounidense, tanto que millones de mexicanos, en especial los inmigrantes que viven en territorio estadounidense, se encuentran desconcertados y muchos hasta se sienten traicionados.
En los planes ocultos de Estados Unidos desde la implementación del TLC se ha avanzado en la creación del llamado “tercer vínculo” en lo referente a la “cooperación militar” con el ingreso informal de México al Comando Militar del Norte, que es una especie de integración militar subordinada a los intereses geopolíticos e imperiales de Estados Unidos.
Seamos explícitos: desde la firma del TLC, ahora T MEC, este acuerdo es un instrumento que ha permitido institucionalizar la aceptación de una orientación estadounidense en la política exterior de México.
El exdirector de la CIA, William Colby, lo declaró con franqueza y sin ambages, el 9 de mayo de 1991: “El TLC es un instrumento importante para desvanecer la soberanía mexicana y reorientar la función y la existencia misma del Estado nacional mexicano. El TLC engrana en lo que se conoce como ‘unimundismo’, que es la interdependencia económica, la uniformidad de la información y las noticias y la eficiencia de los sistemas de comunicación y transporte, fenómenos que en su conjunto desplazarán el concepto de Estado nacional”.
El canciller Ebrard ha subordinado a México a esos intereses no tanto porque sea un exegeta que sepa descifrar los códigos del poder imperial de Estados Unidos, sino por simple pragmatismo.
El Caso Cienfuegos es un paradigma y habrá que seguir con lupa el desarrollo de éste en los próximos días, meses y años hasta que se conozca el verdadero trasfondo del pacto que derivó en su liberación.
La lucha por su libertad, no es para el general Cienfuegos una conquista militar en los campos de batalla, es parte de la guerra del narco que ha costado al país sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas (dixit Winston Churchill).
El eje de la relación México-Estados Unidos está marcado por el tema del narcotráfico y el Caso Cienfuegos es una muestra más, no sólo de las humillaciones que ha sufrido el país, sino del entorno político de las relaciones bilaterales en los que México ha cargado con la peor parte, aunque algunos festejen ahora el regreso del general como una parodia del rescate del soldado Pérez.