¿Quién mató a Margarita? ¿parricidio?, Tlaxcala, la historia de un crimen atroz

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TERCERA PARTE

En la pequeña ciudad de Tlaxcala como en cualquier parte del mundo, las familias de abolengo se han inventado sus propias historias. Sin pudor inventan su linaje. Claro, donde hay dinero hay dinastía. Pero cuando uno rasca ese barniz, comienzan a aparecer las capas de mugre detrás de ese dorado pedigree. En estas familias muchos tratan de esconder la basura debajo de la alfombra o tratan de tapar alguna mancha con algún cuadro en la pared. Pero hay crímenes que son como los tangos que suelen expresar desamores o reclamos políticos.

Así ocurrió con el asesinato atroz de Margarita Cisneros Fernández, perteneciente a uno de los clanes políticos, y quien fuera la madre de la actual gobernadora electa Lorena Cuéllar Cisneros. Desde que se cometió el crimen han pasado cuatro gobiernos y en estos veinte años sigue reinando la impunidad, aunque los principales señalamientos apuntan que pudo tratarse de un parricidio. ¿Y quién fue? Es la pregunta por develar. En veinte años todo ha sido oculto.

Lo cierto, es que el drama que vivieron los Cisneros puertas adentro de la familia nos revela la incapacidad y la corrupción del sistema judicial y la deshumanización dentro de los clanes políticos que han gobernado esta entidad.

En Tlaxcala el poder se comparte entre familias. Hay pactos inconfesables y vulgares acuerdos políticos bajo la mesa. Partidos van, partidos vienen y los gobernantes siguen siendo los mismos, políticos pertenecientes a la misma runfla con una máscara distinta cada seis años. Tlaxcala es el único estado donde han “gobernado” –bueno es un decir– en los últimos veinte años el PRD, PAN, PRI y ahora Morena.

Sobre los clanes que se han repartido el poder, nuestro colega Pedro Sierra así lo cuenta:

En los últimos 60 años Tlaxcala ha sido básicamente gobernada por tres familias, los Cisneros (Joaquín Cisneros Molina 1957-1963, Anselmo Cervantes 1963-1969, y Crisanto Cuellar Abaroa 1970), los Sánchez (Emilio Sánchez Piedras 1975-1981, Alfonso Sánchez Anaya 1998-2004, Mariano González Zarur –ex yerno de Don Emilio– 2010-2016) y los Paredes (Beatriz Paredes Rangel 1987 – 1992 y Héctor Ortiz Ortiz 2004-2010, que sin ser familia de sangre de la primera, es hijo putativo). Y ahora Lorena Cuéllar Cisneros (2021-2027).

En este largo periodo solo ha habido tres excepciones al régimen político-familiar: el de Ignacio Bonilla Vázquez electo para el periodo 1969-1975, que fue un enviado del centro para romper la hegemonía de más de dos décadas del grupo comandado por Joaquín Cisneros Molina, pero que murió en 1970, por lo que Cisneros Molina, a la postre secretario particular del tristemente célebre Díaz Ordaz, pudo imponer, tras la muerte de aquel, a su consuegro Crisanto Cuellar Abaroa como gobernador interino (1970), sexenio que vino a concluir Luciano Huerta Sánchez (1970-1975), como gobernador sustituto, y que de nueva cuenta fue designado desde el centro para controlar al grupo de Cisneros; la segunda excepción corresponde al periodo de Tulio Hernández Gómez (1981-1987), que en buena medida llega a la gubernatura por las relaciones de su padre, Don Francisco Hernández y Hernández quien contaba con fuertes cartas credenciales como exlíder nacional de la CNC, exdiputado federal y exsenador; y, como tercera excepción, el periodo de José Antonio Álvarez Lima (1993-1998), que fue una imposición del salinato a la élite política tlaxcalteca.

Los intereses políticos han impedido que se sepa la verdad sobre el crimen de Margarita Cisneros Fernández. Pero ahora ya es tiempo de que Lorena Cuéllar destape la cloaca. Tiene ese enorme compromiso ético y moral –aunque ella ignore qué signifique todo eso–. La prioridad de su gobierno deberá ser la creación de una auténtica fiscalía autónoma. Y por mucho que le duela, ella deberá aceptar la verdad con todas las consecuencias que ello implica.

Por “filtraciones” o “confesiones” de los más cercanos a este clan se nombra a uno de los integrantes en primera línea de la familia. Este persona ya no pertenece a este mundo para poder defenderse de los señalamientos, pero en el entorno de la familia el maltrato a sus descendientes es una caso de revictimización.

Pudiera ser que sus críticos vean este caso como una versión 2.0 de Los hermanos Karamázov, la novela del célebre Fiódor Dostoyesvski, cuyo tema central es el parricidio.

Hay algo oculto, más allá del crimen de Margarita, que nadie quiere que se sepa.

Lo verdaderamente cierto es que desde cualquier ángulo se miran los hoscos cerros que circundan los alrededores de la ciudad de Tlaxcala, por sus colores cuando pega el sol brutal del mediodía uno podría pensar que es como una pintura naíf por sus tonos coloridos pero la vida en este lugar no es como la ingenuidad infantil por la simplicidad de sus construcciones libres o ausentes de perspectiva. En el paisaje de esta pequeña ciudad y en la memoria colectiva de sus gentes sigue presente Margarita Cisneros Fernández, quien como pocos –sin haber sido acaso una celebridad como algunos de sus parientes– sigue siendo póstuma la mayor parte de su vida. Eso se debe al crimen atroz que le arrancó de este mundo y que aún sigue impune.

Seamos cínicos y no tengamos escrúpulos como Lorena Cuéllar la nueva gobernadora quien tiene el reto de poner punto final a la impunidad o lavarse las manos desde la “casa de la virtud” en que los políticos han convertido el palacio de gobierno cuya fachada luce pintarrajeado en demanda de justicia por más de 150 feminicidios, como el de Margarita, que siguen impunes.

Continuará…

JOSÉ MARTÍNEZ M. Periodista y escritor. Ha colaborado en los principales diarios del país y en importantes medios del extranjero. Ha obtenido numerosos premios y reconocimientos.