¿Lo ha notado usted también? Los efectos psicosociales de la maldita pandemia amenazan con cargarse a toda una generación que, desolada, otea cómo esta guerra biológica ensombrece su futuro a mediano plazo.
Hay deserciones escolares preocupantes en bachillerato y en las universidades a raíz de esta urgencia sanitaria que ha alterado nuestra acostumbrada normalidad y nos ha tomado por sorpresa todavía sin desarrollar del todo la interconectividad digital en el sistema de enseñanza.
Ha sucedido de forma heterogénea a nivel mundial porque cada país ha ido tomando sus propias decisiones conforme su propia realidad y el impacto del virus.
En unos países las cuarentenas forzosas han interrumpido las clases presenciales y orillado –prácticamente a improvisar– a directivos, profesores y alumnos para salvar los estudios por la vía digital. Las famosas clases online.
Claro, para ciertos educandos no ha sido tan difícil aprender por esta vía, máxime si en sus casas cuentan con las herramientas tecnológicas necesarias para estudiar en línea: primero, tener Internet en casa; segundo, una computadora o una tablet o si no un teléfono celular y poder escanear y descargar tareas y deberes.
Para quienes han enfrentado dificultades de conexión o bien carecen de la infraestructura necesaria, el abandono escolar ha estado a la vuelta de la esquina… simplemente dejan los estudios.
Luego están los indecisos, los que en definitiva sienten que no es lo mismo estudiar desde casa a través de un ordenador porque sus dudas siguen sin resolverse y prefieren una convivencia directa con sus compañeros del aula.
Ha sido duro para muchos niños, adolescentes y jóvenes máxime si fue su primera vez en un curso escolar, en una escuela o universidad nueva, sin conocer a nadie quedándose solos para enfrentar ese panorama.
Afectados están igualmente los más pequeños de la escala de estudios, los de la generación Alfa que, en los primeros años de Infantil o bien Kindergarden han quedado retrasados en lectoescritura, asomados a un mundo virtual que intuyen, pero que desconocen totalmente.
El golpetazo de la actual vorágine que sufrimos saldrá a la luz en una década cuando veamos la dimensión del impacto social, económico, anímico y psicológico en las generaciones afectadas; unas, porque abandonaron los estudios y otras, porque comenzaron a leer y a escribir tarde.
Como igualmente se verá, el daño en la salud (a ver de qué enferma más la gente y muere) de unas vacunas antiCovid creadas in extremis y sin tiempo suficiente para experimentar y analizar sus consecuencias; anotemos igualmente la natalidad mundial de 2021 y comparemos los datos con 2031.
Es decir, la pandemia es como una medusa que, con sus tentáculos, finos y pegajosos, extiende su ratio de acción en el tiempo alcanzando, además, a prácticamente todas las esferas de la vida humana. No volveremos a ser igual.
A COLACIÓN
La generación Z está dejando los estudios de bachillerato y abandonando lo que había empezado en la universidad, esos jóvenes creen ahora mismo que vivirán peor que sus abuelos y mucho peor que sus padres.
¿Para qué estudiar se preguntan? ¿De qué sirve quemarse las pestañas cuatro, cinco o más años estudiando una carrera universitaria que en muchos casos es igualmente carísima si es cursada en una institución privada? Además, hay un escenario ex ante y ex post pandemia interesante: jóvenes que habían elegido una carrera universitaria ya no le encuentran mayor utilidad en medio de la pandemia porque se han dado cuenta de que, quizá sea una profesión camino de la extinción o bien, han visto crearse otras fronteras de oportunidades que antes no valoraban.
Muchos chicos y chicas, que son hijos nuestros, atraviesan están disyuntiva: entre estudiar la universidad o bien echarse a vivir directamente la vida misma y a ver qué resulta porque sienten –en sus carnes– que la pandemia les está robando tiempo, ilusiones y juventud; y que los dulces 18 o 20 años de edad son más bien una pesadilla de incertidumbres.
@claudialunapale