Mientras la OCDE lleva años empeñada en debilitar a los paraísos fiscales y cada vez apuesta por mayores regulaciones prudenciales para limitar el uso del dinero en efectivo (para ponerle trabas a las bandas delincuenciales), el Bitcoin y otras criptomonedas van abriéndose paso aceleradamente.
Si no se puede lavar el dinero tan fácilmente en las Bahamas o en Suiza, entonces hay que crear un mundo paralelo aprovechando la tecnología virtual; y así está sucediendo.
Los bitcoins y otras monedas virtuales están creando un nuevo paraíso fiscal en el universo de Internet aprovechado primordialmente por los narcotraficantes, las bandas terroristas, extorsionadores y traficantes de todo tipo de cosas, de personas y de órganos, lamentablemente.
De acuerdo con un estudio del Deustche Bank, las criptomonedas “son utilizadas por terroristas para actividades delictivas, así como por estafadores y piratas informáticos”.
Muchos de los ataques ransomware que llevan un incremento vertiginoso contra empresas privadas, públicas y gobiernos –desde 2019 hasta la fecha– exigen un pago en bitcoins para “liberar” el sitio que ha sido secuestrado.
El banco alemán advierte que el año pasado, los ciberdelincuentes obtuvieron cerca de 2 mil 500 millones de dólares en pago por sus chantajes que fueron cobrados en criptomonedas.
Los delincuentes quieren las monedas digitales porque les favorecen. Hasta el propio creador del Bitcoin es un misterio: si bien esta plataforma de blockchain surgió en 2008, bajo la autoría, de un tal Satoshi Nakamoto… a la fecha se sabe que es un seudónimo. Ninguna persona o entidad ha confirmado su autoría.
Tanto misterio no puede ser bueno. Menos cuando hay gente joven y también jubilados cayendo en la trampa del espejismo de convertirse en millonarios metiendo su dinero real en monedas digitales. Una buena cantidad de fraudes han ido sucediendo bajo la advertencia de las autoridades financieras y de los respectivos bancos centrales sobre su volatilidad y de la incapacidad de actuar en defensa del ahorrador en caso de ser defraudado.
A COLACIÓN
Mientras no exista un gran consenso multilateral acerca de qué hacer con los bitcoins, cómo regularlos en un marco global, cada país va tomando sus propias decisiones de acuerdo con su realidad.
En México, desde 2018, una ley financiera solicita que todas las plataformas de comercio que usen criptomonedas presenten un reporte con las transferencias superiores a los 2 mil 830 dólares.
Brasil apunta al mismo camino de vigilar su actividad, sobre todo porque es una forma de seguirle la pista a los capos del narcotráfico y de otras actividades ilícitas.
En cambio, países como El Salvador (para sorpresa de todos) dan un paso hacia delante empoderando todavía más a los bitcoins lo que, insisto, favorece al lavado de dinero.
En El Salvador, el Congreso votó una ley que convierte al Bitcoin en una moneda virtual de curso legal en dicho país; y a partir del próximo mes de septiembre podrá utilizarse con total normalidad a tal punto, que será una decisión voluntaria de los ciudadanos, optar porque les sigan pagando en dólares o ahorrar en dólares o bien recibir su pago en bitcoins y ahorrar en la criptomoneda.
En cambio, a nivel mundial, persiste bastante controversia alrededor del futuro del pago y del ahorro masivo en divisas digitales, los grandes bancos centrales siguen sin desprenderse del todo del uso del dinero ya sea contante y sonante o en monederos de débito o tarjetas de crédito.
Hay visionarios que creen que después de 2050 dominará el dinero virtual y que quedarán pocas operaciones en las que sea necesario tener liquidez en efectivo. No sé si llegará o no esa fecha como una especie de deadline, lo cierto es que nuevamente, tanto las instituciones reguladoras, como los gobiernos y las leyes van cinco pasos detrás de la realidad. Y es menester tomar ya una decisión global acerca de qué se hará con las criptomonedas a fin de evitar que éstas se consoliden como el nuevo Bretton Woods de la industria del mal.
@claudialunapale